Fuerzas de clase detrás del genocidio estadounidense en Hiroshima y Nagasaki
En el 70º aniversario de los asesinatos en masa de la población civil de Hiroshima y Nagasaki en Japón, el 6 y 9 de agosto respectivamente, un debate en los medios corporativos de EUA se ha centrado en la siguiente pregunta: ¿Es verdad que las bombas forzaron una rendición japonesa y evitaron víctimas estadounidenses?
Estudios históricos han demostrado que esto es el pretexto en lugar de la razón de EUA para utilizar las bombas. Las fotografías muestran el horror. Aquí queremos centrarnos en las siguientes preguntas: ¿Cuál era el carácter de clase de los dos regímenes principales que luchaban en esta guerra en el Pacífico? ¿Cuáles eran sus objetivos? ¿Por qué su confrontación condujo a Washington al uso de tan nefastas armas contra una población civil?
Tanto EUA como Japón eran países imperialistas. Ambos tenían economías capitalistas, con la riqueza concentrada en un pequeño número de familias de la clase dominante en la industria y la banca. Estas clases dirigentes explotaron a la clase trabajadora en sus respectivos países. Japón gobernó Corea y partes de China, donde su clase dirigente invirtió capital para explotar a los trabajadores locales y saquear las materias primas. EUA gobernó las Filipinas, Puerto Rico y Hawái, donde hizo lo mismo.
La competencia entre las dos potencias imperialistas por el control de las islas del Pacífico y Asia Oriental condujo a la 2da Guerra Mundial en el Pacífico. El objetivo de cada clase dominante era el control de las islas del Pacífico y Asia Oriental. Ni en Japón ni en EUA las/os trabajadores y agricultoras/es tuvieron nada que ganar con una victoria de “sus” gobernantes.
Para el imperialismo estadounidense, el objetivo era destruir el estado japonés para que estuviera subordinado totalmente a Washington. Hoy en día el imperialismo estadounidense todavía quiere tener hegemonía en esa región, pero esta vez con una clase dirigente japonesa rearmada como un socio menor en una alianza contra la República Popular China.
El pueblo chino y el coreano todavía están tratando de que los gobernantes japoneses admitan los delitos militares cometidos mientras iba camino a la conquista. Un tal crimen fue el trabajo forzado de los coreanos en Hiroshima. Unos 20.000 coreanos han muerto allí el 6 de agosto 1945. El presente Primer Ministro de Japón Shinzo Abe, un derechista, rehúsa pedir disculpas y lo que quiere es un ejército japonés rearmado y agresivo.
Crímenes del imperialismo estadounidense
Siendo comunistas en EUA, nos enfocamos en los crímenes del imperialismo estadounidense. La clase dominante utilizó la propaganda chauvinista y racista más vil contra el pueblo japonés, presentándoles como subhumanos, para movilizar a la población para ir a la guerra y matar al pueblo japonés. Estas medidas incluyeron internar a personas de origen japonés en campos de concentración estadounidenses y el uso de bombas incendiarias y atómicas contra civiles japoneses.
El ejército de EUA aprendió cómo bombas incendiarias pueden destruir ciudades, del ataque estadounidense-británico a Hamburgo en julio de 1943 en el cual murieron 43.000 civiles alemanes, y del ataque a Dresden en febrero de 1945 que quemó o asfixió entre 30.000 y 90.000 personas, en su mayoría refugiadas/os.
Después de que EUA había capturado islas cercanas a las principales islas japonesas, la Fuerza Aérea inició una campaña de bombardeo incendiario que afectó a 68 ciudades japonesas, matando a cientos de miles de personas.
El más grande y devastador de estos ataques tuvo lugar el 7 y 8 de marzo de 1945 cuando cientos de bombarderos B-29 hicieron caer 2.000 toneladas de bombas incendiarias en un suburbio residencial de clase trabajadora densamente poblado de Tokio, quemando vivas 130.000 personas. Washington tenía planes de continuar esta masacre de civiles japoneses durante una invasión que iba a comenzar el 1º de noviembre de 1945.
La primera bomba atómica del imperialismo estadounidense fue detonada en una prueba el 16 de julio 1945. La clase dominante de EUA no vacilaría un segundo para utilizar esta arma contra civiles japoneses si creía que era efectiva en la promoción de sus intereses de propiedad y de ganancias. La Primera y Segunda Guerra Mundial mostraron cómo las clases dominantes estaban listas para sacrificar no sólo a sus propios trabajadores y agricultores, sino mucho más a los del “enemigo”.
Hiroshima y Nagasaki fueron dos de las pocas ciudades japonesas que se salvaron en los previos bombardeos. No tenían ningún valor militar. La guerra iba a terminar pronto en el Pacífico – ya había terminado el 8 de mayo en Europa – así que Washington tenía una pequeña ventana para probar los dos tipos diferentes de armas de fusión nuclear, uno hecho con uranio enriquecido y el otro con plutonio. En estas dos ciudades no bombardeadas, EUA podría observar lo que harían las armas mientras mataban a 200.000 personas rápidamente y a 150.000 lentamente.
El ejército estadounidense podía mostrar al mundo de lo que era capaz. Luego, abiertamente amenazó con bombas nucleares durante las guerras contra Corea y Vietnam.
URSS declaró la guerra
Los gobernantes japoneses sabiendo que ya estaban derrotados, enfrentaron lo que veían como una amenaza aún mayor que las bombas atómicas. La Unión Soviética, un estado obrero, había declarado la guerra. Dondequiera que ocupara la Unión Soviética amenazaba no solo a la soberanía japonesa sino los derechos de propiedad de la clase dominante japonesa.
A pesar de que odiaba entregarse, los gobernantes japoneses prefirieron someterse a Estados Unidos capitalista, que a la Unión Soviética de orientación socialista. Bajo la ocupación estadounidense de Japón, que duró hasta 1950, el General Douglas MacArthur reprimió al Partido Comunista Japonés y a los sindicatos.
Donde el Ejército Rojo Soviético entró y ayudó a expulsar a los militares japoneses — en Manchuria, que es parte de China, y en el norte de Corea – los pueblos se liberaron de la dominación imperialista japonesa y se apoderaron de la propiedad de los terratenientes y capitalistas. Eso es lo que los gobernantes japoneses temían más que el bombardeo atómico de su población.