Por Narciso Isa Conde
MO publica, sin editar, varias declaraciones de medios antiimperialistas para mostrar la amplitud del apoyo a la República Bolivariana de Venezuela y la oposición a las mentiras del gobierno y los medios corporativos estadounidenses. El autor es un dirigente histórico del movimiento revolucionario en la República Dominicana.
“Al Imperialismo ni un tantico así”
En la guerra global infinita que EE.UU., con su PENTÁGONO, su CIA y su OTAN, libra para detener su inevitable decadencia, el capítulo venezolano tiene una importancia singular; sumamente relevante en Nuestra América para el destino de su lucha por la segunda independencia y la emancipación social de sus pueblos.
No nos quedemos en la superficie, esforcémonos por salirnos de las hojarascas, de los votos y las actas; cruzados, revueltos y contaminados por esa guerra a cargo de todo el sistema imperialista occidental, comandado por EE.UU.
Venezuela es un tesoro de agua, petróleo, biodiversidad… Cuenta con enormes yacimientos de hierro, bauxita, níquel, carbón, oro, diamantes, calizas y otros minerales no metálicos; además de importantes prospecciones de amianto, fosfato, manganeso, azufre y plomo.
Hacia esas riquezas y contra su nueva independencia y los nuevos impulsos continentales en esa misma dirección, apunta la voracidad y el coloniaje brutal de un sistema imperialista decadente, que desde el 2002 ha desplegado una multi guerra global con la misión imposible de restablecer su diezmada supremacía.
Se trata de una guerra no convencional, que dura ya más de dos décadas. De una guerra colonial de quinta generación. De una guerra múltiple: financiera, económica, mediática, tecnológica, cibernética, psicológica, paramilitar, guarimbera, terrorista…presta a la invasión militar con las armas más modernas del planeta.
De una guerra de desgaste progresivo y ascendente, heroicamente resistida. Bloqueo económico, embargo financiero, terrorismo digital, híper bombo de mentiras alienantes, sabotajes al sistema eléctrico, al sistema electoral, a todos los sistemas establecidos.
Atentados y agresiones violentas. Desabastecimientos brutales. Asfixia alimentaria y estrangulamiento al sistema de salud. Sabotajes eléctricos y electrónicos. Migraciones masivas forzadas. Infiltración del paramilitarismo militar colombiano.
Apoyo y estímulo al neofascismo hasta convertirlo en una fuerza amenazante, violenta, desestabilizadora, conectada al paramilitarismo colombiano, a la CIA y al Mossad israelí.
Cerco político hostil desde una cadena de países de la Unión Europea, Norte y Suramérica.
Estados, partidos, cadenas de medios de comunicación y de corporaciones conjuradas en la infame tarea de hacer sucumbir la Venezuela bolivariana y chavista.
Plan Guaidó: establecimiento de un gobierno fantoche, sin estado, sin base real, ridículamente respaldado por todo sistema imperialista occidental y sus aliados, incluido el fenecido Grupo de Lima; todo a nombre de la democracia y la libertad.
Plan fracasado precisamente por la resistencia heroica del bravo pueblo venezolano, por la firmeza de un proyecto de profundo arraigo popular, impresionante combatividad y formidable capacidad de movilización; enfrentado con la altivez de un proyecto de revolución hasta ahora pacífica, pero a la vez armada.
Plan fracasado, pero no definitivamente abandonado.
Hacia un nivel más alto de la confrontación
Entramos ahora a un nivel más alto de la agresión imperialista, a una nueva fase de la guerra desatada y progresivamente intensificada.
Esa guerra ha impactado con más fuerza que antes al escenario electoral, bajo un liderazgo netamente neofascista, instrumentado por EE.UU. con la complicidad de Europa Occidental y todo su sistema hemisférico.
Los resultados electorales, enmarañados por diferentes vertientes de la guerra y la confrontación forzada, ya cuentan poco.
La participación en los comicios fueron solo un pretexto para irrumpir con un nuevo plan tipo Guaidó y un nuevo grupo continental tipo Grupo de Lima ampliando, bajo la férula de los Milei, Noboa, Bolsonaro, Murillo…apelando a la escoria de la OEA y operando desde la cúpula del Estado Profundo y la claque bipartidista estadounidense.
El Plan Corina está en marcha, con ingredientes todavía más peligrosos.
En estas circunstancias no han faltado la ambivalencia de Lula, el resbalón pro-gringo de Arévalo, la reiteración de la gran traición de Gabriel Boric y las canalladas reincidentes de Luis Abinader y de otros de igual calaña.
Una guerra que trasciende el ataque a Maduro
No es una guerra simplemente contra el satanizado Nicolás Maduro que, con enormes limitaciones y dificultades de todo tipo, ha resistido junto a su pueblo las embestidas imperiales.
Es una guerra contra la autodeterminación de un pueblo y de un continente. Una guerra para recolonizarlo, imponer un ultra neoliberalismo y un fascismo neocolonial.
Tampoco es una guerra para abolir una supuesta dictadura y para destituir a un supuesto dictador.
Ciertamente la condición de país bloqueado, sometido a esa guerra, y el accidentado devenir de un proceso transformador constantemente agredido por un poderoso sistema mundial, ha impedido que la democracia plasmada en la Constitución Bolivariana pueda ser desplegada en su debida dimensión y profundidad.
El modelo constitucional actual tiene, por demás, componentes liberales en las relaciones institucionales, en el sistema electoral y de partidos, en la formulación de la separación de poderes propios de la democracia representativa, que facilitan y resultan vulnerables por el accionar contrarrevolucionario.
En ninguna transición revolucionaria, sometida a esos grados de violencia, a una guerra de ese tipo -todavía con fuerte presencia del gran capital local y transnacional que a su vez sustenta el partidismo tradicional y las nuevas derechas- es posible aplicar esas vertientes del modelo establecido.
La centralización ha sido forzada por esas adversidades y por los retrasos en materia de democracia directa y socialización de la propiedad y del poder.
La defensa de la soberanía amenazada ha estado acompañada de un freno al proyecto socialismo y al tipo de democracia que le corresponde, que nada tiene que ver con los modelos liberales y neoliberales; mucho menos con el fascismo disfrazado de democracia, que las ultraderechas venezolanas y sus tutores tratan de imponer a como dé lugar.
La guerra contra Venezuela bolivariana continúa.
Todas las ilusiones de reconciliación y de paz no han tardado en desvanecerse. Igual todos los intentos de insertarse tranquilamente en el mercado y las economías del capitalismo occidental.
EE.UU. está en guerra contra todo lo que no es su cada vez más precario mundo unipolar, frente a todo lo que huele a soberanía y autodeterminación.
Está en guerra con diferentes recetas, que van desde las aplicadas en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Yemen, Palestina…desde la guerra puesta en práctica en la antigua Yugoslavia y actualmente ejecutada contra Rusia en Ucrania…desde de la que apunta contra China e Irán…hasta las desplegadas contra Cuba, Nicaragua, Venezuela, Honduras, Haití y Bolivia. Si el enemigo está en guerra, sus víctimas están forzadas a la confrontación o a perecer.
Así las cosas, con un enemigo así, no hay reconciliación posible. Hay que tirar por la borda esa ilusión.
La paz anhelada solo se logra venciendo la guerra a cargo del gran capital y derrotando a quienes la usan para dominar y oprimir.
Esto ha quedado confirmado en estos días venezolanos. EE.UU. y el fascismo interno han escalado la guerra con el pretexto del fraude. Ahora esto no es cuestión de buscar votos y actas en medio del tumulto. Mucho menos de aceptar reclamos de una oposición encabezada por agentes de la CIA.
El nuevo plan desestabilizador -posiblemente con un nuevo montaje de gobierno paralelo y acompañado de una gran orquestación regional y mundial- está en marcha para fomentar la ingobernabilidad y exigir nuevas elecciones intervenidas por la OEA y tuteladas por la comunidad internacional pro imperialista.
El nuevo Guaidó, es el agente especial de la CIA, Edmundo Gonzáles, manipulado por una María Corina Machado, de pinta similar y fuerte impronta golpista-terrorista.
Eso no se disuelve cediendo, sino poniendo en tensión todo el poder armado, regular y miliciano, disponible, como factor disuasivo; elevando los niveles de movilización popular y la disposición combativa, activando todo el poder comunal construido; cerrándole espacio a todo lo que pretenda aplastar la soberanía ve resolana y fomentar la intervención militar imperialista; desmantelando el paramilitarismo y proscribiendo todo lo que esa fascismo terrorista y neocolonial.
Un golpe de timón a lo Chávez
Me parece que es la hora de un gran golpe de timón en esas direcciones, recordando además las postergadas recomendaciones del comandante Chávez. Hora de repensar la democracia del proceso de transición revolucionaria tan pronto se derrote la sedición y se estabilice la situación.
El modelo original, deformado por necesidades imperiosas e improvisaciones forzadas, da la impresión que ya está agotado. Exige, a mi entender, una reflexión crítica de alto nivel creativo, una práctica diferente y una nueva reforma constitucional.
La democracia de la transición revolucionaria en tiempo de una guerra como éste, debe abrirse más hacia el pueblo, construir más espacios participativos y revitalizar los poderes populares y comunales; cerrándole a la vez espacios y complacencias infructíferas a los agentes de la contrarrevolución imperialista.
La defensa de la revolución bolivariana tiene en Rusia, China e Irán –países compelidos a la multipolaridad y al distanciamiento del afán hegemónico de EE.UU.- aliados internacionales poderosos y tiene también la oportunidad de ser parte del nuevo polo de los BRICS en proceso de ampliación.
El proceso bolivariano tiene en Cuba un bastión solidario y así en todos los estados soberanos y en los movimientos político y sociales del campo antiimperialista y anti neoliberal.
En el marco de esta nueva correlación mundial, el despliegue en mayor escala de las fuerzas políticas, sociales y militares en que se ha sustentado el proceso bolivariano-chavista y la solidaridad de estados y pueblos en lucha, son una formidable combinación para resistir, vencer y profundizar los cambios.
Y en días así, no caerían mal nuevas visitas de algunos buques de guerra rusos, chinos o iraníes a puertos venezolanos.
Junto a no cederle “ni un tantito así” a ese imperialismo insolente y agresivo en su decadencia, procede demostrarle que el mundo multipolar llegó para imponerse.
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