El 1 de noviembre. El circo montado por Estados Unidos y Noruega, su aliado de la OTAN con respecto a Venezuela, marcó un punto de inflexión el pasado 17 de octubre cuando se firmó un acuerdo entre el gobierno y la oposición.
El circo dice relación con la ridiculez de negociar fuera del territorio venezolano ( en México y Barbados) solo porque en Venezuela no hay embajada de Estados Unidos y necesitan controlar de cerca a sus empleados nativos que “negocian” en su nombre. ¿Cuándo se ha visto que dos partes legales de un conflicto, tengan que negociar en el extranjero cuando ninguna de ellas es clandestina ni perseguida y cuando en el país no se está desarrollando una guerra?
La necesidad de dialogar entre venezolanos en México y Barbados es expresión de la profunda desconfianza que tiene Washington por sus adláteres locales a los que necesita “controlar desde cerca.”
El objetivo de esa “negociación” era ratificar, para darle marco legal a lo acordado en la verdadera negociación que es la que sostuvo de forma discreta y confidencial el gobierno de Venezuela con el de Estados Unidos.
Este último pidió mantenerla en secreto mientras decidía la forma de “venderle” a su opinión pública que está dialogando con un gobierno al que caracterizaron como dictadura y al que juraron derrotar de cualquier forma considerando que todas las opciones “estaban sobre la mesa.” Washington pidió que lo acordado se conservara en reserva hasta esperar el “mejor momento” para darlo a conocer. Ese momento llegó, eso sí, antes del tiempo previsto por la administración Biden.
Las intervenciones estadounidenses fracasan
A estas alturas, Estados Unidos ya pudo constatar que todo el arsenal de instrumentos utilizados para derrocar al gobierno bolivariano fracasó estruendosamente. Veamos:
…y fracasaron. Todas estas acciones están documentadas y pueden ser objeto de estudio para aquellos que se interesen en saber lo que ha pasado y está pasando en Venezuela.
Agotados todos esos expedientes pretenden crear un nuevo Guaidó, pero ahora intentado dar apariencia legal al procedimiento. En el plano internacional, habida cuenta de que los nuevos gobiernos progresistas de Colombia y Brasil se han negado a hacerse parte de las acciones contra Venezuela, utilizan al débil régimen de Guyana, dirigido por una élite de mentalidad neocolonial y rastrera que ha traicionado a sus grandes líderes fundadores: Cheddi Jagan y Forbes Burnham para crear un conflicto internacional encaminado a justificar una acción militar bajo conducción del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, sirviendo de esa manera, a las grandes transnacionales energéticas occidentales.
No obstante haber descubierto que la oposición venezolana, además de ser expresión de una mediocridad y una ignorancia vergonzosa, les han mentido por años anunciando “la inminente caída de Maduro,” Estados Unidos -al igual que en Ucrania e Israel- se aferra a prácticas intervencionistas e injerencistas dando soporte a fuerzas que representan el pensamiento más retrógrado del país. Ha podido más su apego a una lógica caduca de guerra fría que la búsqueda de entender una realidad que está anunciando el nacimiento de un mundo nuevo.
Pero no es esa la razón por la que negociaron con Venezuela. No tienen empacho en derrochar el dinero de los contribuyentes estadounidenses cual hemorragia sin control, a fin de intentar detener el curso de la historia.
Dos aristas
Dos aristas tiene este aparente acercamiento a Venezuela.
En primer lugar, la profunda crisis económica, en particular en el área de la energía que está acosando a Estados Unidos.
Hay que recordar que solo dos semanas después de iniciada la operación militar de Rusia en Ucrania, una delegación estadounidense, la de más alto nivel en más de una década, arribó a Caracas presidida por Juan González, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Oculto tras un supuesto interés en liberar algunos estadounidenses presos en Venezuela, el verdadero objetivo de la visita fue abrir las puertas del país para establecer una línea de comunicación en un momento de incertidumbre respecto del alcance que podía tener el conflicto en Ucrania.
Pero, lo que pudieron prever se quedó corto, las sanciones contra Rusia se revirtieron y están afectando más a los victimarios que a la víctima. Un informe de la semana pasada da a conocer que la reserva estratégica de petróleo de Estados Unidos está en su nivel más bajo desde 1983.
Lo cierto es que hoy poseen menos de la mitad del crudo que tenían en reserva hace 10 años. En este momento, las mismas ascienden a 350 millones de barriles. Para que se tenga una idea de lo que eso significa vale decir que en los dos últimos años, Biden liberó 270 millones de barriles de sus reservas a fin de bajar los precios.
Hoy no podrían hacer eso. Por ello necesitan que el petróleo de Venezuela fluya sin limitaciones por el mercado. He ahí la primera razón que explica el porqué de las negociaciones.
La segunda lógica sobre la que actúa el gobierno de Estados Unidos tiene que ver con la forma como le venden a su opinión pública que, -como dije antes- están negociando con la “dictadura” que juraron destruir. Como se sabe, la opinión pública de Estados Unidos es ignorante, manejable y manipulable y sólo importa como máquina de producir votos. No obstante, si no funciona para ese objetivo, también puede ser manipulada para aceptar un fraude como el ocurrido en los comicios presidenciales del año 2000 cuando le robaron la elección a Al Gore tras un acuerdo entre las élites y las instituciones del poder.
De tal manera que, sustentados en la estupidez orgánica de esa opinión pública, esta situación, que tiene talante político, se puede transformar en uno de carácter electoral y eso si es un problema para la administración estadounidense. Estos dos factores aceleraron el desarrollo del proceso negociador en Venezuela.
Así, obligaron a la oposición venezolana a ir a Barbados y aceptar todo lo que el gobierno proponía porque todo lo que se exponía ya había sido acordado previamente entre los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos. A la oposición no se le dio la posibilidad de opinar, solo de acatar.
Por eso el tema de las inhabilitaciones no fueron discutidos. Como es normal, una vez más, Estados Unidos hizo uso de sus lacayos, -sean personas, organizaciones o países- cuando estas ya no les sirven. Pregúntenle a Guaidó.
Ahora, Washington lo está vendiendo de forma tal que parezca que, en la medida que el gobierno de Venezuela y la oposición se pusieron de acuerdo, no tiene sentido mantener las sanciones porque ellas lograron su objetivo de obligar a Maduro a ceder. Todo es falso, es al revés. Washington llegó a un acuerdo con Caracas y ordenó a la oposición que lo acatara.
Maduro, un firme defensor de la soberanía
La afirmación de que Maduro cedió obvia que en alguna medida, la política si se quiere hacer en los marcos de la democracia representativa que impera en Venezuela, obliga a las partes a ceder en algo. Pero lo que no se ha negociado es la soberanía, la integridad territorial, la voluntad del pueblo de defender su futuro, y en eso, Venezuela ha tenido en el presidente Maduro, un firme defensor.
No se puede hablar de ceder en términos peyorativos. Al contrario, ceder es símbolo de grandeza…y de poder. Se cede en lo táctico mientras se es firme e inamovible en la defensa de los objetivos estratégicos. Esa es la esencia para llevar adelante y con éxito las metas de largo plazo que conducen a la transformación revolucionaria de la sociedad.
Para ello, hay que saber construir la correlación de fuerzas necesarias para producir los cambios y en medio de una brutal agresión imperialista, ese proceso es lento y difícil. El gobierno ha cedido en la negociación con la oposición democrática porque es un mandato constitucional.
Llegar a acuerdos en favor del país y del pueblo no es negativo. Al contrario, es lo que desean todos los venezolanos. Pero claro, la oposición terrorista que ahora pretende crear una lideresa artificial engañando al pueblo y que además, pone en duda los intereses soberanos de Venezuela en el Esequibo no tienen capacidad de debatir, solo de acatar lo que le dictan desde el norte.
El pueblo de Venezuela resistió y triunfó señalando una vez más que la victoria es el premio de los que luchan y no se arrodillan. Eso es lo que aprendimos de Bolívar y de Chávez y es lo que nos sostiene para enfrentar y ganar los combates del futuro donde quiera que estas se libren: en la mesa de negociaciones o en el campo de batalla.
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