Un llamado al movimiento
El escritor es el Primer Secretario de Workers World Party/Partido Mundo Obrero. Escrito el 19 de octubre de 2022.
Según el Fondo Monetario Internacional, la mayor parte del mundo, incluidos los EE.UU., está en recesión o se dirige a una recesión, o algo peor, en algún momento en 2023. Todos los indicadores económicos apuntan a una grave contracción económica. Las empresas se ven obligadas a alquilar cada vez más espacio de almacén para almacenar todos los ordenadores, televisores, muebles y otras cosas que los trabajadores no pueden permitirse comprar.
Esto no es una recesión económica normal. Por muy larga y prolongada que sea esta crisis económica y por muchos acontecimientos que la empujen hacia adelante, es el desarrollo que muchos marxistas (así como banqueros y multimillonarios dispuestos a pronunciar palabras de verdad) consideran la mayor crisis económica capitalista mundial de la historia. La crisis capitalista en curso es única en el sentido de que es sintomática de un sistema moribundo que entra en su fase final.
La Reserva Federal declara la guerra a los trabajadores y oprimidos del mundo
La Reserva Federal está cerrando la economía con subidas de las tasas de interés, no por confianza o porque tengan un plan real. Es algo que la Reserva Federal está haciendo por pánico. Es algo que están haciendo porque se han quedado sin ninguna otra alternativa; y así, en un intento desesperado por salvar el capitalismo estadounidense, están abriendo las puertas del infierno. Wall Street piensa que los trabajadores que viven de cheque en cheque y que no pueden pagar sus facturas son inflacionistas.
El Banco de la Reserva Federal, (BRF) el banco al que todos los demás bancos centrales siguen o por el que se ponen el línea, ha declarado la guerra a los trabajadores y a los pueblos oprimidos del mundo. El BRF está subiendo los tipos de interés, más rápido que en ningún otro momento, para forzar esencialmente el despido de tantos trabajadores como sea posible, hacer subir la tasa de desempleo, así como bajar los salarios de los trabajadores, y ayudar a empresas como Amazon y Starbucks a destruir a los sindicatos.
Debido a lo que los banqueros están haciendo, los trabajadores se arriesgan a perder sus hogares ya sea por desalojo o ejecución hipotecaria, perder sus pensiones, tener sus coches embargados y ser incapaces de proporcionar alimentos a sus familias. La guerra del Banco de la Reserva Federal no se limita a los trabajadores de Estados Unidos.
Es un ataque contra los trabajadores y los pueblos oprimidos de todo el mundo. El imperialismo estadounidense está armando una vez más uno de los garrotes que le quedan a un imperio en ruinas sobre el mundo. El dólar estadounidense sigue siendo, en efecto, la moneda del mundo en virtud de la fuerza económica y militar del imperialismo estadounidense. El 90% de todo el comercio mundial se realiza en dólares estadounidenses.
El aumento de los tipos de interés fortalece el dólar frente a cualquier otra moneda, encareciendo los alimentos y los productos básicos en todo el mundo. Los trabajadores pagarán mucho más por una barra de pan en Italia o por los comestibles en España. Pero los más perjudicados serán los más pobres, que viven donde vive el 85% de la población del planeta, en el Sur Global.
Lo que está haciendo la Reserva Federal podría cuadruplicar el coste de los alimentos y las medicinas en la mayoría de los países de África o en lugares como Pakistán o Perú. Son zonas del mundo donde el hambre ya es una crisis. Esto provocará que los países más pobres dejen de pagar su deuda al FMI, haciendo la vida y la supervivencia mucho más difíciles.
Esto va a provocar revueltas sociales, la caída de gobiernos y revoluciones.
Los que vivimos en el centro del imperialismo mundial, aquí en EE.UU., tenemos la obligación especial de fomentar alianzas de clase con los más pobres de nuestra clase global. Este objetivo debe ocupar un lugar muy destacado en la agenda del movimiento obrero en EE.UU. No se basa en la lástima o el paternalismo, sino en el objetivo de realizar el internacionalismo revolucionario. Si la crisis capitalista permite a la clase obrera avanzar en esta línea, acerca al mundo entero a la revolución socialista.
Crisis en ciernes desde hace mucho, mucho tiempo
Aparte de las razones que la clase capitalista da para cualquier crisis económica capitalista – razones que son superficiales, confusas y rotundamente falsas – las causas fundamentales son tanto históricas como contemporáneas. Las catástrofes económicas capitalistas no sólo se repiten, sino que empeoran. Lo que antes se consideraban crisis cíclicas dan paso a una crisis sistémica que puede retrasarse, incluso ocultarse durante un tiempo, pero que ya no puede detenerse realmente.
A medida que la magnitud de la sobreproducción capitalista crece exponencialmente con los grandes cambios en las fuerzas productivas de la economía, cada crisis capitalista subsiguiente se hace más amplia, peor, más global y más difícil de controlar. La nueva tecnología de la era digital ha convertido la crisis de sobreproducción capitalista en una característica permanente del capitalismo.
Las asombrosas nuevas generaciones de tecnología que hacen que el mundo sea más pequeño, esté más conectado, y que deberían hacer que el hambre, la falta de vivienda, la pobreza y la necesidad fueran cosa del pasado, bajo el capitalismo tienden a hacer a los ricos más ricos y a todos los demás más pobres. La pandemia puso de manifiesto que el capitalismo es un sistema que perjudica activamente a la sociedad, bloquea el progreso y el desarrollo social y supone una amenaza inmediata y existencial para la vida del planeta.
Esta es la razón por la que tantos jóvenes trabajadores están desmoralizados y llenos de desesperanza. La inseguridad económica y el armagedón climático capitalista han convencido a muchos de que no tienen futuro. Todos debemos trabajar duro para convertir esta desesperanza en rabia revolucionaria anticapitalista que alimente la lucha de clases.
¿No debería ser esta crisis la cuestión principal para la clase obrera?
Cómo prepararse para esta crisis económica capitalista debería ser el debate principal entre los que se consideran marxistas; pensar lo contrario sería contrario a la teoría marxista revolucionaria. En la medida en que esta crisis aún no se ha convertido en la principal prioridad de la izquierda es un reflejo de la debilidad ideológica, política y organizativa de la izquierda y del movimiento obrero. Los reveses y las pérdidas durante un largo periodo de tiempo han tendido a debilitar a las fuerzas más revolucionarias y a reforzar a las fuerzas reformistas y socialdemócratas más numerosas.
En muchos círculos de izquierda, se considera que hablar de crisis capitalista que lleve a la revolución es un error demostrado por la historia, y hablar de revolución se considera poco realista en el mejor de los casos.
Por desgracia, estas nociones facilitan que un sector de la clase dominante capitalista, como el Partido Demócrata en Estados Unidos, controle a la clase obrera y la mantenga atada a los intereses de la clase capitalista.
La crisis económica mundial que se desarrolla ante nosotros va a cambiar todo esto. Ya hemos visto a jóvenes trabajadores radicales insuflar nueva vida a la clase obrera con campañas de organización que están transformando el viejo movimiento obrero tradicional. El socialismo ya es más popular que nunca, y esta crisis capitalista va a hacer estallar las filas de los militantes anticapitalistas.
Por qué toda la economía capitalista está sentada sobre la mayor burbuja de deuda… de la historia
Hoy en día, toda la economía capitalista mundial está sentada sobre la mayor burbuja de deuda de la historia. ¡Algunos creen que la burbuja de la deuda podría ser tan grande como 10 o incluso 20 veces el tamaño de la economía mundial capitalista! En muchos sentidos, es la crisis de la deuda lo que más horroriza a los capitalistas. Lo único que asusta más a la clase dominante capitalista es la perspectiva de que la clase obrera se levante y haga la revolución socialista.
¿Cómo ha ocurrido esto? A medida que la crisis de sobreproducción capitalista ha ido privando cada vez más a los ricos de sus deseados márgenes de beneficio, el sistema capitalista empezó a dejar de dar prioridad a la fabricación y venta de cosas como única fuente de obtención de beneficios. El capitalismo se ha vuelto cada vez más dependiente de la manipulación del capital financiero para satisfacer su codicia.
Por eso los bancos han pasado a desempeñar el papel dominante en la economía capitalista mundial, junto con los mercados financieros. Para qué producir cosas que la gente pueda usar cuando puedes enriquecerte prestando o invirtiendo y comerciando y comprando acciones, bonos y las innumerables otras formas en que el capitalismo financiero comercia con papel y deudas, mientras el nivel de vida de la clase trabajadora cae en picada.
Fidel Castro dijo una vez que, en lugar de satisfacer las necesidades reales de la sociedad, el capitalismo había convertido la economía mundial en un gigantesco casino de Las Vegas.
El problema con el capitalismo “casino” es que, como en cualquier esquema Ponzi, al final sólo puede haber unos pocos ganadores, y todos los demás quedan muy, muy endeudados.
La creación de una deuda inimaginable y en su mayor parte oculta es una característica fundamental de un sistema dominado por el capital financiero. Hace catorce años, ocurrió algo que hizo que la crisis de la deuda capitalista fuera un millón de veces peor.
El crack financiero mundial de 2008 comenzó con el colapso del negocio de los préstamos hipotecarios, parte integrante del sistema financiero capitalista. Por supuesto, los millones de trabajadores que perdieron sus hogares no fueron rescatados. Sin embargo, el sistema financiero, menos algunos actores como Lehman Brothers y Bear Stearns, sí lo fue. Antes de que el daño fuera parcial y temporalmente contenido por algunas de las medidas más extraordinarias de la historia del sistema capitalista, todo el sistema financiero mundial se derrumbó casi por completo.
Se habría derrumbado, si no hubiera sido por las frenéticas reuniones en todo el mundo y los acuerdos, en su mayoría secretos, entre los banqueros centrales en pánico de Nueva York y Washington, Alemania, Francia, Inglaterra, Japón y todos los principales bancos del mundo, para poner el sistema financiero en soporte vital.
Todo el sistema capitalista se vio tan sacudido por el crack del 2008 que decidieron hacer algo completamente sin precedentes. Los principales bancos centrales del mundo, encabezados por el Banco de la Reserva Federal, acordaron que, para evitar una crisis tan inimaginable en el futuro, bajarían colectivamente los tipos de interés para reactivar los mercados financieros.
Pero fueron más allá. Bajo la etiqueta de “flexibilización cuantitativa”, los bancos imprimieron billones de dólares y los inyectaron en el sistema financiero. La Reserva Federal inyectó al menos 20 billones de dólares en el sistema financiero, no en la economía real, sino en los grandes bancos para que los utilizaran a su antojo. (Un billón = un millón de millones.)
En los primeros días de la pandemia, con el cierre de la economía y el desplome de los mercados financieros, los bancos centrales dirigidos por la Reserva Federal inyectaron billones más en el sistema financiero y en la economía para evitar una depresión mundial.
El problema es que todo este dinero, que los bancos centrales imprimieron para evitar el colapso del sistema financiero, no tenía ninguna relación con nada de valor real; y por lo tanto, toda esta moneda carecía prácticamente de valor. Esta es una de las principales razones por las que existe una crisis de deuda tan gigantesca.
El tamaño de las crisis de deuda se oculta hasta que hay una crisis económica tan grande que el valor real de las cosas ya no se puede ocultar, y la magnitud de la deuda queda al descubierto. Esta es la realidad que empieza a desvelarse. Los bancos centrales no pueden mantener el sistema financiero con respiración asistida para siempre; esta realidad es fundamental para la crisis en la que ha entrado el sistema.
En el sistema financiero capitalista, la moneda, las acciones y otros tipos de papel pueden tener un valor nominal; sin embargo, eso es engañoso. En realidad, el papel vale mucho menos, o no vale nada, o realmente refleja una deuda oculta que acabará saliendo a la luz.
En 2008, lo que más preocupaba a los banqueros era el contagio. Los banqueros comprendieron que sus bancos y su sistema financiero son un castillo de naipes.
El contagio podría comenzar con el impago de un préstamo por parte de un país o el colapso de un banco en algún lugar, ni siquiera un gran banco. Esto se debe a que los banqueros saben que, por mucho que mientan, es probable que uno o dos acontecimientos tengan un “efecto dominó”. La semana pasada, Credit Suisse tuvo que asegurar a sus clientes que el banco era solvente. Desde entonces, el Banco de Inglaterra ha tenido que tomar medidas para tranquilizar a los mercados financieros de que algo en Londres no estaba a punto de quebrar.
Guerra y fascismo: A qué recurre el capitalismo en una crisis como ésta
La guerra en Ucrania, que es en realidad una guerra por poderes contra Rusia, una guerra dirigida por el imperialismo estadounidense y sus aliados, ha exacerbado de varias maneras críticas las crisis económicas mundiales.
Entre otras cosas, esta guerra es otro intento del imperio imperialista estadounidense en decadencia de redividir una vez más el mundo en su interés. El principal objetivo del imperialismo estadounidense es China.
Algunos piensan que Estados Unidos ha entrado en una época post-nuclear, en la que el uso de armas nucleares que podrían destruir el mundo es impensable y, por lo tanto, está fuera de discusión. ¿Cuándo ha sido racional el imperialismo estadounidense, especialmente si está desesperado? Esto nos recuerda una importante lección histórica: cuando una crisis mundial de la magnitud de la que se está desarrollando se cierne sobre nosotros, o la clase obrera utiliza esa crisis para promover sus propios objetivos revolucionarios y de clase, o los imperialistas utilizan la crisis para salvarse a sí mismos mediante la guerra o el fascismo.
No necesitamos mirar a ningún otro lugar del mundo para ver los peligros del fascismo. Es parte de la crisis política a la que se enfrentan los trabajadores y los pueblos oprimidos aquí mismo. El hecho de que el Partido Demócrata abandone incluso la pretensión de representar a los trabajadores y en su lugar pronuncie una retórica vacía, sobre “cómo nuestra gran democracia está en peligro”, hace que las fuerzas pro-fascistas se sientan más envalentonadas. Recientemente Italia, que como la mayor parte de Europa se encuentra en una profunda recesión, eligió al líder de un partido neofascista como primer ministro.
No estoy diciendo que ahora Italia sea fascista. Pero esto es otro recordatorio del precio que paga la clase obrera, cuando en lugar de aprovechar una crisis en su propio interés de clase, deja un vacío para que otros lo llenen.
¿Es un periodo revolucionario?
Durante la mayor parte de varios siglos, los revolucionarios han debatido si un país, una región del mundo o el mundo entero se encontraban o no en un periodo revolucionario. A menudo no es una pregunta fácil de responder.
Cuando el movimiento obrero es débil y las fuerzas revolucionarias o las fuerzas y organizaciones de vanguardia son débiles, parece que estos hechos responden por sí solos a la pregunta. Sin embargo, los períodos revolucionarios se producen por acontecimientos y crisis complejos y variados a lo largo de un periodo de tiempo. La crisis capitalista a la que nos enfrentamos es el tipo de cosa que crea períodos revolucionarios.
La clase obrera puede pasar por interminables años y décadas de pasividad, inconsciencia política, desorganizada y aletargada, y, entonces, de repente, en un periodo de tiempo relativamente corto, se despertará, se radicalizará, se organizará y estará lista para cambiar el mundo.
Nos equivocaríamos si no viéramos este potencial en el periodo en el que el mundo está entrando. Las fuerzas revolucionarias del movimiento obrero harían mal en no ver esto y prepararse para ello. La oportunidad de hacerlo es la razón por la que muchos de nosotros nos hicimos comunistas en primer lugar.
Las lecciones de 2008: ¡La clase obrera debe levantarse esta vez!
Es importante repasar las lecciones de la crisis capitalista de 2008. Esta es la crisis que nos dio la “Gran Recesión”. Esta recesión hizo a los pobres aún más pobres, a los sindicatos más débiles y creó más empleos precarios.
La clase dominante permitió que la primera persona negra llegara a la presidencia, tras la crisis financiera, en parte para asegurarse contra las rebeliones. Una de las principales consecuencias sociales y políticas de la crisis de 2008 es que aceleró lo que es un proceso social global.
Como predijeron Karl Marx y Frederick Engels en el Manifiesto Comunista, la “Gran Recesión” empujó a más jóvenes con estudios universitarios, que pensaban que tendrían una vida cómoda, fuera de la clase media y hacia la clase trabajadora. Durante ese tiempo, los sindicatos celebraron grandes marchas contra los recortes presupuestarios y los despidos, dieron plataformas a los políticos capitalistas para que sonaran militantes, y luego dieron instrucciones a los trabajadores sindicalizados para que volvieran a casa, cuando muchos de nosotros estábamos agitando para que los trabajadores ocuparan las cosas.
Hubo algunas excepciones; en diciembre de 2007, varios centenares de trabajadores inmigrantes de Chicago ocuparon la fábrica de ventanas que la patronal iba a cerrar. La clase dominante estaba tan preocupada de que la idea de ocupar cosas se pusiera de moda, que envió a banqueros de alto nivel a negociar directamente con los trabajadores.
A principios de 2011, miles de maestros, trabajadores de la educación y trabajadores públicos ocuparon el edificio del capitolio estatal en Madison, Wisconsin, para protestar contra el plan del gobernador de convertir esencialmente el estado en un estado antisindical, de “derecho al trabajo”. Workers World Party/Partido Mundo Obrero apoyó y participó en esta valiente y masiva lucha. La ocupación de Madison debería haber iniciado una ola de ocupaciones de trabajadores en todo el país; los demócratas se aseguraron de que esto no sucediera.
Finalmente, en el otoño de 2011, los jóvenes iniciaron el Movimiento Occupy en la ciudad de Nueva York que se extendió por todo el país. En realidad, el Movimiento Occupy se extendió desde el sur de Europa hasta EE.UU. Los trabajadores estaban intrigados por el Movimiento Occupy.
Pero una vez más, los líderes sindicales y los políticos, que alababan las ocupaciones, trabajaron horas extras para asegurarse de que los trabajadores no siguieran su ejemplo. Y así, se perdió la oportunidad de abrir una lucha obrera masiva y combativa a gran escala.
Después del movimiento Occupy Wall Street, entró en escena el movimiento Black Lives Matter. Este movimiento era en realidad un movimiento de la clase obrera. Sin embargo, no estaba políticamente preparado para declararse como tal. La incapacidad de la clase obrera para afirmarse de forma importante, militante y sostenida sentó en parte las bases para el ascenso de Trump. Debemos luchar como el demonio para asegurarnos de que la clase obrera no pierda la oportunidad de hacerlo esta vez.
Cómo prepararse para la lucha que se avecina: Un levantamiento de clase
Cómo prepararse para la lucha de clases que va a suponer la crisis económica capitalista es lo más importante a lo que se enfrenta todo el movimiento obrero. Debe considerarse la tarea más seria y consecuente.¿Qué alianzas son posibles? ¿Qué estrategias deben considerarse? Determinar esto llevará tiempo y un cuidadoso trabajo. Los revolucionarios y todas las fuerzas que quieran luchar y no dejarse frenar deben estar pensando en ello. En lugar de estos preparativos, el esquema político general de lo que es necesario ya está claro.
Hará falta un movimiento verdaderamente clasista, dirigido por las fuerzas más combativas y revolucionarias. Lo que queremos decir con “de toda la clase” es que los trabajadores más oprimidos deben estar en esta lucha, más que en ella, en su dirección. Los trabajadores inmigrantes deben estar en ella, no solos, como tantas veces, sino con el amplio apoyo de los sindicatos y otras fuerzas y movimientos progresistas.
La lucha contra el racismo no debe ser periférica, sino estar en el centro de esta lucha. Los jóvenes trabajadores que están a la vanguardia de las campañas organizativas en Amazon, Starbucks y Target, y en muchos otros lugares, deben estar en el liderazgo de esta lucha, porque son valientes, radicales y odian el capitalismo.
Este debe ser el tipo de movimiento que impida que los alguaciles desalojen a la gente, que coordine huelgas de trabajadores cada vez más amplias, que ocupe en masa, cuando esté listo, y cierre las cosas con el poder de millones.
Debe ser un movimiento que vaya más allá de las reivindicaciones habituales y plantee la cuestión del control obrero. Debe ser un movimiento de clase que no pueda ser detenido por los demócratas.
Debe ser un movimiento anticapitalista e imposible de domesticar o controlar por los que están realmente en contra. Debe ser antiimperialista, y debe ser un movimiento que se vea a sí mismo, en palabras y en acciones audaces, como parte del despertar de un levantamiento de la clase obrera mundial. Una evolución así sería decisiva y contribuiría a allanar el camino que conduce a la revolución socialista.