Editorial/Detener el golpe fascista en Brasil
Apenas una semana después de la toma de posesión del recién elegido y ex presidente de Brasil, Luis Ignacio ‘Lula’ da Silva, una turba pro fascista intentó el 8 de enero de 2023 provocar un golpe militar contra su gobierno, atacando edificios clave del gobierno en Brasilia, la capital. En la mañana del 9 de enero, este intento ha sido derrotado.
Workers World insta a los antiimperialistas de todo el mundo a condenar el asalto fascista contra el presidente electo de Brasil y a condenar de antemano cualquier intento por parte de elementos del cuerpo de oficiales brasileño de arrebatar el poder al gobierno electo. WW apoya cualquier acción de masas que la clase obrera y el pueblo brasileño emprendan para defender al gobierno que eligieron.
El asalto al Congreso Nacional de Brasil, la residencia presidencial de Planalto y el edificio del Tribunal Supremo, los tres centros de la democracia capitalista brasileña, imitaron con asombroso detalle el ataque del 6 de enero de 2021 al Congreso de EEUU. En Brasilia, una turba fascista que apoyaba al expresidente Jair Bolsonaro asaltó estos edificios. Los bolsonaristas insistieron en que había habido fraude electoral, sin pruebas. Luego destrozaron los edificios gubernamentales.
Bolsonaro, el Trump brasileño -que perdió la segunda vuelta electoral del 30 de octubre por un margen pequeño pero sólido y es el héroe de los fascistas-, estaba al parecer en Orlando, Florida, evitando cargos por sus crímenes mientras era presidente, y mucho más cerca de Trump que de Brasilia.
Líderes democráticamente electos en América Latina, especialmente aquellos considerados de izquierda – en México, Chile, Colombia, Argentina, Bolivia, Venezuela y Cuba – condenaron inmediatamente el intento de golpe. (Granma, 8 de enero)
El presidente Joe Biden, que aún enfrenta amenazas de las fuerzas pro-Trump en EE. UU., y los líderes de los países imperialistas europeos, han condenado públicamente los ataques. Sin embargo, Estados Unidos y sus aliados imperialistas han apoyado golpes ilegales e intentos de golpe en América Latina y el Caribe en el pasado. Esta larga lista incluye Guatemala en 1954, Honduras en 2009, Bolivia en 2019, el golpe judicial en Brasil en 2016 y el obsceno respaldo a Juan Guaidó en Venezuela a partir de 2019.
Lula se presentó a las elecciones enfrentando la feroz oposición de los grandes medios de comunicación, del gran capital brasileño, de los líderes de la iglesia evangélica y la hostilidad de los líderes policiales y militares. A pesar de estas desventajas y de acabar de salir de la cárcel, consiguió la victoria. Pero el gobierno del Partido de Trabajo (PT) de Lula se enfrenta a una legislatura hostil, a regímenes estatales derechistas en la frontera de Brasil y al peligro de las turbas fascistas pro-Bolsonaro.
La líder del PT, Gleisi Hoffmann, condenó la colaboración del Gobierno del Distrito Federal con la turba bolsonarista, de la que señaló que no es “un movimiento de masas, ni es espontáneo. Está organizado por bandidos, que tienen intereses muy objetivos: minería ilegal, acaparamiento de tierras, liberación de armas, milicias y otras cosas, todo bendecido por Bolsonaro.” (TeleSUR Español, 8 de enero)
La elección de Lula y el recuerdo de su primer y segundo gobierno dieron un mensaje de esperanza de una vida mejor a los trabajadores brasileños, a los agricultores, a la población afrobrasileña, a las mujeres, a los brasileños LGBT+. Pero el asalto de Brasilia fue una advertencia. Las elecciones pueden indicar la conciencia política de la clase trabajadora y de los pobres, pero la clase dominante sigue dando órdenes a la policía, a los tribunales y al ejército.
La clase obrera brasileña tiene todo el derecho a movilizarse y a unir a todos los sectores del pueblo brasileño para defender al gobierno de Lula contra la amenaza fascista. Y la izquierda brasileña merece la solidaridad de todos los que en todo el mundo se oponen al militarismo y al gobierno fascista.