¡Los Estados Unidos no se meten en Haití!
Mientras escribimos este editorial, abundan los rumores de que el ejército estadounidense ya se ha movilizado para tomar un aeropuerto en Haití. Los acontecimientos de los últimos meses hacen que tal rumor sea creíble.
Sí, creíble, pero aún así criminal. Es difícil imaginar una intervención más perjudicial para el pueblo de Haití. Las difíciles condiciones sociales actuales del pueblo de Haití fueron causadas por anteriores intervenciones de Estados Unidos.
Desde que el pueblo africano esclavizado de Haití se liberó con una heroica revolución que expulsó a los esclavistas colonialistas franceses en 1804, los gobernantes de Estados Unidos y Francia han hecho sufrir a los haitianos por este “pecado original”.
Los esclavócratas sureños, que dominaban los incipientes EE.UU. en 1804, estaban aterrorizados de que la lucha por la liberación de Haití se extendiera. Castigaron a Haití y a su pueblo por liberarse.
Washington expandió su poder, apoderándose de la mitad de México en 1848 y fijando el objetivo de dominar el hemisferio occidental con la Doctrina Monroe como guía. Las operaciones militares de Estados Unidos marcharon por toda América Central, al tiempo que arrebataban Cuba y Puerto Rico de España ( y de sus pueblos) en 1898.
Con los bienes de propiedad estadounidense en juego, en 1915 el imperialista Estados Unidos envió a sus militares a ocupar Haití. Las tropas permanecieron allí hasta 1934 y dejaron a los haitianos con un déspota en el poder, “Papa Doc” Duvalier, que gobernaba a través de la odiada y temida banda de milicianos “Tonton Macoutes”. En 1986 una revuelta popular expulsó finalmente al hijo de Duvalier, “Baby Doc”.
En 1990 los haitianos eligieron por abrumadora mayoría a Bertrand Aristide como presidente. El gobierno democrático y popular de Aristide acababa de empezar a mejorar la vida de los trabajadores y agricultores haitianos, cuando los oficiales del ejército de Haití y los Macoutes lo derrocaron en 1991 con el apoyo de Estados Unidos.
Cuando los regímenes subsiguientes no consiguieron estabilizar Haití, Estados Unidos volvió a intervenir en 1994, y sus tropas fueron sustituidas por las fuerzas de Naciones Unidas en 1995. A Aristide se le permitió regresar bajo la tutela de Estados Unidos. Aunque su partido, Fanmi Lavalas, ganó escaños en el parlamento, Aristide se mantuvo fuera del cargo hasta que ganó otra elección para presidente en 2000.
Cuando Aristide no quiso ni pudo servir a los intereses de Washington y Wall Street, una unidad de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos -que supuestamente eran guardaespaldas de Aristide- capturó al presidente haitiano el 29 de febrero de 2004 y lo llevó al exilio forzoso en la República Centroafricana.
Siguió una sucesión de gobiernos títeres de Estados Unidos, apuntalados por una fuerza de intervención de la ONU, que después de 2010 consiguió introducir el cólera mientras aumentaba la policía de Haití. Mientras tanto, una sucesión de huracanes e inundaciones destructivas y un devastador terremoto en 2010 desestabilizaron aún más a la sociedad haitiana.
A pesar del papel de Washington en la creación de la agitación en Haití, Estados Unidos ha negado el asilo político permanente al pueblo haitiano, que huyó de esa agitación.
Mundo Obrero apoya la autodeterminación de Haití. Corresponde al pueblo de Haití determinar quién dirige su país y cómo lo dirige. La intervención militar de Estados Unidos puede tratar de proteger las propiedades de Estados Unidos, pero nunca ha traído a Haití prosperidad o incluso estabilidad. La dominación estadounidense es lo contrario de la autodeterminación.
La clase dominante estadounidense -junto con la francesa- le debe a Haití reparaciones por más de dos siglos de crímenes. Y se les debe hacer pagar esas reparaciones.
Mundo Obrero se une a las muchas organizaciones populares haitianas que dicen que Washington debe mantener sus manos fuera de Haití y sacar sus tropas ¡YA!