Las imágenes y los relatos dramáticos de la devastación causada por el huracán Ian siguen dominando las noticias. El número de muertos, que se acerca a los 100 en el momento de escribir este artículo, se espera que aumente. Más de un millón de personas siguen sin energía eléctrica en Florida y cientos de miles sin agua. Las casas fueron arrasadas y las carreteras y puentes arrasados. Y otros horrores demasiado numerosos para enumerarlos.
En los grandes medios de comunicación, las historias de yates y condominios de verano dañados parecen superar en número a los informes sobre el impacto desproporcionado de la tormenta en las personas de bajos ingresos y de la clase trabajadora, especialmente la gente de color. Pero la realidad no puede ocultarse: Un gran número de propietarios e inquilinos de bajos ingresos -que no pudieron pagar el seguro o que están luchando por encontrar fondos para los deducibles requeridos para presentar una reclamación al seguro- están ahora sin hogar.
La división de clases bajo el capitalismo se revela de forma más brutal cada vez que un supuesto “desastre natural” se transforma de repente en un desastre económico para la clase trabajadora.
Estas crisis exponen el hecho de que el propósito principal del estado capitalista no es ayudar a la gente necesitada. Basta con considerar el número de muertes en el condado de Lee, que incluye a Fort Myers, que podrían haberse evitado si la evacuación se hubiera organizado mejor. La responsabilidad del mal momento recae en el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y en los funcionarios del condado de Lee.
Incluso después de que se emitieran las órdenes de evacuación obligatoria, el sheriff del condado de Lee, Carmine Merceno, se negó a evacuar la cárcel del condado con 457 camas, dejando a los presos en peligro. En todo el estado sólo se evacuaron unos 2.500 presos, de un total de 81.000. (Democracy Now!, 29 de septiembre)
Como la situación es tan grave, el gobernador DeSantis ha tenido que dejar de lado su ideología ultraderechista y solicitar ayuda federal. Sea lo que sea lo que el gobierno federal proporcione, puede ser más de lo que la gente de Puerto Rico reciba tras el devastador impacto del huracán Fiona, dada la historia de dominación colonial de Estados Unidos allí.
Verdadera ayuda humanitaria, 90 millas al sur
Antes de llegar a Florida, el huracán Ian tocó tierra en el oeste de Cuba. Cuba estaba preparada: Se evacuó a la población, se construyeron refugios y se cerraron las escuelas con antelación.
La Cuba socialista es conocida en todo el mundo por su preparación ante los huracanes y sus respuestas diseñadas para minimizar el coste para las personas y los animales. Desde 1985, “el “Ejercicio Meteoro” que se celebra cada año es un ejemplo de la determinación del gobierno cubano de aplicar medidas para proteger, en la medida de lo posible, la vida de las personas, los bienes y los recursos de la economía nacional frente a situaciones de desastre y se ha convertido en un factor clave en los esfuerzos nacionales en este campo durante las últimas tres décadas.” (Granma, 4 de mayo de 2016)
UNICEF informa de sólo dos víctimas mortales en Cuba.
La tormenta dejó fuera de servicio la red eléctrica de toda la isla. Inmediatamente las brigadas de trabajo comenzaron a restablecer la energía a los residentes, priorizando las áreas alrededor de los hospitales junto con los supermercados y las instalaciones de procesamiento de alimentos – con el fin de reemplazar los alimentos que tuvieron que ser arrojados durante el corte de energía.
Normalmente, el New York Times se centró en las protestas por la rapidez del proceso, pero este portavoz capitalista tuvo que admitir que las manifestaciones fueron “pequeñas”. El Times no puede ocultar el evidente contraste entre las respuestas a los huracanes en la Cuba socialista y en los Estados Unidos capitalistas.
¿A qué se debe esta disparidad? Los dos países tienen dos sistemas sociales diferentes. Estados Unidos es el país imperialista más poderoso del mundo, y el afán de lucro es lo que le ha llevado a serlo. De hecho, el afán de lucro impulsa la dependencia excesiva de los combustibles fósiles, que condujo a la catástrofe climática que está provocando desastres meteorológicos más frecuentes y graves.
Cuba es un país socialista, en el que la prioridad son las necesidades humanas y no los beneficios, a pesar del inhumano bloqueo estadounidense vigente desde 1961. Las prioridades socialistas de Cuba marcan la diferencia en el mundo. Como escribió Alejandra García en Resumen Latinoamericano el 30 de septiembre, “los cubanos demuestran que por muy duras que sean las circunstancias, la solidaridad, la esperanza y la voluntad de superar lo imposible permanecen intactas”.
Para la humanidad y para el planeta, el socialismo es el único camino.
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