Solidaridad con Uvalde

Protesta en Washington, D.C., tras la masacre de estudiantes en Parkland, Florida, en febrero de 2018.

Traducción por Deborah Rodriguez

El Partido Mundo Obrero ofrece nuestra más profunda solidaridad, amor y condolencias a Uvalde, Texas, especialmente a los que perdieron a sus seres queridos en la masacre del 24 de mayo de 19 niños de la escuela primaria y dos maestras. Esperamos que los 17 heridos se recuperen. Pero sabemos que ellos, y todos los afectados por esta tragedia, están traumatizados de por vida.

No podemos imaginar el dolor que se siente en esta comunidad de clase trabajadora de 16.000 personas, casi un 80% de latinos y no muy lejos de la frontera con México. 

Al trauma se sumó la conducta deplorable y racista de los 100 agentes de policía federales, estatales, locales y escolares presentes en el lugar. Mientras el tirador estaba dentro de la escuela, la policía permaneció fuera durante una hora, esposando, abordando, rociando con gas pimienta y electrocutando a los padres que intentaban entrar y recuperar a sus hijos. Los policías que entraron se quedaron en el pasillo fuera de las aulas afectadas, negándose a intervenir a pesar de las repetidas llamadas al 911 de los niños que estaban dentro. Después de casi 70 minutos, un policía de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos entró en el aula y disparó mortalmente a Salvador Ramos.

El mensaje enviado es que las vidas de los niños mexicanos son prescindibles.

Sorprendentemente -o tal vez no, teniendo en cuenta el fascista que es- el gobernador de Texas, Greg Abbott, elogió el “increíble valor” de la policía. Sus declaraciones descaradamente falsas fueron igualadas por el director del Departamento de Seguridad Pública de Texas, Steve McGraw. Ahora estos dos están intentando por todos los medios retractarse de sus extravagantes comentarios.

El abuso de unos padres desesperados vuelve a hacer estallar el mito de que la policía está “para proteger y servir”. Son parte del aparato estatal represivo que bajo el capitalismo reprime a la clase trabajadora, especialmente a los más oprimidos. El estado militarizado emplea la violencia más impensable, en Estados Unidos y en todo el mundo, para mantener su control hegemónico sobre el trabajo y los recursos del mundo.

La violencia omnipresente en la televisión y el cine sirve para crear una cultura que normaliza y legitima los actos violentos. Los jóvenes -con problemas, maltratados, explotados y alienados- están saturados de esta cultura a una edad temprana. 

Al mismo tiempo, muchos niños son objeto de burla y acoso por parte de sus compañeros si no “encajan”, es decir, si no están a la altura de un estándar de belleza racista, patriarcal y capacitado. Otras son maltratadas por sus padres dentro de la estructura de la “familia tradicional”, que es como un microcosmos del lugar de trabajo capitalista: el jefe principal es el padre. Algunas experimentan ambas formas de agresión psicológica.

En este contexto, unido a una infraestructura de salud mental inadecuada, un puñado de jóvenes arremete contra los más vulnerables y comete masacres.

Si encajan en el perfil de la mayoría de los tiradores de masas -blancos y varones y que abrazan la ideología fascista como Dylann Roof y Payton Gendrun- es probable que sean detenidos vivos y que se les conceda su día en el tribunal. Este no fue el caso de Salvador Ramos.

La violencia genera beneficios

Si queremos entender el creciente número de asesinatos en masa “sin sentido”, tenemos que “seguir el dinero”. La fabricación, venta y reventa de armas, incluidas las armas de asalto utilizadas en los tiroteos masivos, genera miles de millones de beneficios. Los fabricantes de armas vendieron más de 11 millones de armas sólo en 2020. Cuanto más permisiva sea la ley, como en los estados de “portación abierta”, más dinero se ganará.

Escondida tras la Segunda Enmienda, la Asociación Nacional del Rifle es uno de los grupos de presión más poderosos de Estados Unidos. Aunque afirma que la mayoría de las contribuciones provienen de donantes individuales que se tragan su propaganda, la NRA recibe millones de dólares de los especuladores de armas.

Después de la masacre de Uvalde, la NRA siguió insensiblemente con sus planes de celebrar su convención en Texas. El ex presidente Donald Trump y el senador Ted Cruz -que actualmente representa a Texas- fueron los principales oradores. 

La NRA, una organización descaradamente racista, nunca ha apoyado la Segunda Enmienda cuando se trata del derecho de los negros, marrones e indígenas a la autodefensa contra los ataques racistas. 

Y no son sólo los fabricantes de armas los que obtienen beneficios. Como dice el refrán, “la violencia vende”. Se ganan miles de millones en nombre del “entretenimiento”, con las representaciones más gráficas de personas y criaturas imaginarias que se embrutecen y matan entre sí.

Pero los que más se benefician de la violencia son los capitalistas entrelazados con el complejo militar-industrial. Lo hacen con el apoyo bipartidista al abultado presupuesto del Pentágono, apoderándose del dinero necesario para la atención sanitaria, incluida la mental. Para vender sus rentables guerras de conquista, necesitan ganar la aceptación cultural de esa matanza, cometida en nombre de la “libertad y la democracia”. 

Detener a los proveedores de violencia

Merece la pena recordar las palabras del Dr. Martin Luther King Jr., que en su famoso discurso de hace 45 años, “Más allá de Vietnam – Es hora de romper el silencio”, llamó “al mayor proveedor de violencia en el mundo actual: mi propio gobierno”.

Había un eslogan popular en aquella época entre los jóvenes más militantes contra la guerra: “2, 4, 6, 8, ¡organízate para aplastar al Estado!”

Hasta que el capitalismo y su maquinaria estatal represiva sean derrocados, la violencia -de la policía, del ejército y de los individuos- seguirá cobrándose vidas, incluidas las de los niños.

 

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