Por Carlos Mauricio Ferolla y Marcelo Depieri
(OBSAL – Observatorio de Coyuntura de América Latina y el Caribe del Instituto Tricontinental) Resumen Latinoamericano el 23 de marzo, 2022
El 24 de febrero inició la guerra en Ucrania tras la invasión del ejército ruso. El conflicto bélico impacta globalmente en un sistema internacional multipolar, hiperconectado y en estado crítico, atravesando un proceso de transición hegemónica de occidente a oriente.
El conflicto militar adopta nuevas configuraciones, lo que Ignacio Ramonet denomina guerra de nuevo tipo, al adoptar la forma de una guerra económica, mediática, cultural, política, etc. A los propios efectos económicos del conflicto militar, se le suma el impacto global que alcanzarán las sanciones impuestas, por Estados Unidos y sus aliados, a la exportación de productos de la Federación Rusa. La onda expansiva de la guerra se hará sentir en todo el mundo. De una guerra se sabe cómo comienza, pero no cuándo termina, y sus consecuencias sobre una región en permanente movimiento, como América Latina y el Caribe, son inciertas.
De la pandemia a la guerra
La estructura social y económica de América Latina y el Caribe se vio sacudida por las consecuencias que está dejando a su paso la pandemia del Covid-19. La profundización de las desigualdades, la concentración de la riqueza, el incremento de la pobreza, las crisis alimentaria, migratoria, sanitaria y ambiental, la contracción de los PBI y el incremento del endeudamiento de los países, fueron algunos de los principales coletazos que dejó la pandemia.
De acuerdo con el informe Panorama Social de América Latina 2021, de la CEPAL, los indicadores sociales aún están peores que antes del estallido del coronavirus. En 2019, en América Latina, 30,5 millones de personas vivían en la pobreza y otras 11,4 millones vivían en la pobreza extrema. En 2021, 32,1 millones de personas se encontraban en situación de pobreza y 13,8 millones en extrema pobreza en la región.
Pero como si esto fuera poco, tras la pandemia se ha visto una importante alza en el precio internacional de los alimento, lo que repercutió enormemente en las poblaciones de los países. A la vez que unas pocas empresas oligopólicas se vieron beneficiadas por el incremento del valor de las commodities mediante las exportaciones.
En este marco, Rusia y Ucrania son importantes productores de petróleo y gas lo que afectará a nivel global al abastecimiento y precio de la energía. También poseen varios metales que son importados por muchos países como son el aluminio, cobre, hierro, titanio, entre otros. Y también alimentos como el trigo, aceite de girasol y maíz.
Según estimaciones realizadas por la OCDE, en un informe de marzo de 2022 titulado Economic and Social Impacts and Policy Implications of the War in Ukraine, desde el comienzo de la guerra los precios internacionales del petróleo han aumentado un 33% y los precios del carbón un 80%; los precios del gas aumentaron un 85% en Europa, un 10% en América del Norte y un 20% en el resto del mundo; los precios de los metales subieron 11%; el precio de los fertilizantes creció 30%; y los alimentos aumentaron en un promedio del 6%, mientras que los precios del trigo aumentaron en un 90% – Rusia y Ucrania representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, siglas en inglés), alertó en su informe sobre la crisis alimentaria producto de la guerra: “Las posibles interrupciones de las actividades agrícolas de estos dos principales exportadores de productos básicos podrían aumentar gravemente la inseguridad alimentaria a nivel mundial, cuando los precios internacionales de los alimentos y los insumos ya son altos y volátiles”.
El precio de los productos alimenticios no sólo depende del valor de las commodities, sino también se ve afectada por el alza de los combustibles y sobre todo de los fertilizantes, ya que la producción rusa representa el 15 % del comercio mundial de fertilizantes nitrogenados y el 17 % de fertilizantes potásicos.
Además, el conflicto impactará en el turismo de la región del Caribe, sobre todo de Cuba y República Dominicana quienes eran destinatarios de turistas rusos. Otro de los sectores que se están viendo afectados por el contexto económico internacional son la industria tecnológica – por ejemplo la producción de microchips – y automotriz, esta última tiene cierta relevancia en la generación de empleo e ingresos en muchos países de América Latina.
Por todo esto, observamos tres dinámicas o efectos inmediatos que repercutirán en Latinoamérica: incremento de precios o restricciones para el acceso a productos importados, apertura de nuevos mercados para países de la región exportadores de alimentos e hidrocarburos y el incremento de los precios internacionales del petróleo, gas y alimentos, lo que generará una suba de los precios de la energía y alimentos en el mercado interno. De acuerdo a cómo se entrecruzan estas variables y las políticas que tomen los gobiernos se verá cómo afecta esto a la economía de los países y a sus poblaciones.
La pandemia y la guerra tendrán un efecto negativo para las economías de los países más desiguales.
El dilema de los gobiernos latinoamericanos
Los países del continente no tienen un rol relevante en la disputa geopolítica desencadenada con el conflicto en Ucrania. Si bien la mayoría de los gobiernos se posicionaron contra la invasión rusa en Ucrania y otros han optado por no tomar partido, lo más interesante es analizar los debates y las políticas que deberán encarar estos países para hacer frente al nuevo contexto económico que se comienza a configurar con la guerra, que – como ya hemos señalado – en algunos casos son continuidad de las tendencias presentes con la pandemia.
Los precios internacionales están en la mira y la preocupación está puesta en la escalada inflacionaria en que esto puede derivar. El aumento de la tarifa de energía, del transporte, de los combustibles, así como de productos alimenticios de primera necesidad prenden la alarma de urgencia de los gobiernos.
Cómo contener la escalada de precios y desacoplar los precios internacionales de los internos están en la primera línea de debate, ya que los Estados tendrán que lidiar con sectores concentrados de la economía. El aumento en el precio de la harina de trigo y otros insumos inciden directamente en el precio del pan, lo cual está afectando a varios países. Un ejemplo es el caso brasilero que importa más de la mitad del trigo que consume. En lo que respecta al combustible, se detectaron aumentos importantes en los últimos días en México, Brasil, Argentina y Uruguay entre otros países.
En Argentina, la guerra ya golpea el bolsillo
En Argentina, el gobierno anunció medidas que buscan frenar la escalada inflacionaria: la suba de las retenciones a las harinas y aceite de soja y la creación de un fondo de estabilización del trigo para atenuar el impacto de la suba de precio internacional y garantizar el abastecimiento de la demanda interna. Estas políticas son tomadas tras varias tensiones con la cámara empresarial del agronegocio.
En lo que respecta a los combustibles, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, instó a la secretaría de finanzas a absorber el 50% del aumento del Diésel, para mitigar la escalada de precios. Muy diferente es lo que sucede en Brasil. Desde el gobierno de Temer, en 2016, la política de precios de los combustibles sigue el precio internacional del barril de petróleo. Esto se agudizó por el conflicto en Ucrania e impactó en el incremento de los precios de las gasolineras.
Bolsonaro y Paulo Guedes (Ministro de Economía) no cambiaron la política interna de precios, solo exoneraron parte de los impuestos a los combustibles, lo que tiene un impacto muy pequeño frente a los aumentos de precios de los productos. Venezuela, por su parte, asediado por las sanciones coercitivas de EE.UU. resiste al aumento de los precios de los alimentos, mientras que su producción de petróleo se ha incrementado en los últimos días. La búsqueda del producto venezolano tiende a aumentar si el conflicto continúa.
Consideraciones finales
Los efectos socioeconómicos negativos de una guerra, como la que se vive en Ucrania, se potencian para los países latinoamericanos. El agravante del conflicto para estos países ocurre en medio de la pandemia del Covid-19, es decir, la guerra se da en un momento de fragilidad social y económica, en el que los niveles de desempleo, hambre, pobreza y pobreza extrema son muy altos.
En medio de tantos problemas sociales y económicos, los desafíos de Nuestra América son enormes, pero toda crisis también implica una oportunidad para profundizar debates y generar políticas que orienten a los países hacia el autoabastecimiento de energía y caminar hacia la soberanía alimentaria, para esto la integración regional se presenta urgente y necesaria.
Para que los trabajadores y trabajadoras de América Latina y el Caribe no paguen los costos de la crisis, los gobiernos deberán tomar medidas contundentes, y el dilema entre ser complacientes con el 1% o favorecer al 99% deberá inclinarse hacia las grandes mayorías. En un continente en permanente movimiento, todo está por verse.
fuente: Argmedios
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