Fronte Popolare, Italia
Los trabajadores del aeropuerto Galileo Galilei de Pisa -un aeropuerto civil- denunciaron el 12 de marzo que habían participado en la carga de un avión de carga con lo que supuestamente era ayuda humanitaria destinada a Ucrania. La ayuda resultó ser armas y municiones destinadas a las tropas del régimen de Zelensky.
Tras conocer el contenido real del cargamento, los trabajadores se negaron a completar las operaciones de carga e informaron a su sindicato de base, Unione Sindacale di Base (USB), que denunció públicamente el incidente.
“Desde el Cargo Village, situado en el aeropuerto civil, despegan vuelos ‘humanitarios’. Se supone que están llenos de alimentos, provisiones, medicinas y cualquier otra cosa útil para el pueblo ucraniano atormentado por semanas de bombardeos y combates. Pero no es así: Cuando aparecieron bajo el avión, los trabajadores encargados de la carga se encontraron con cajas llenas de diversos tipos de armas, municiones y explosivos”, dice el comunicado de la USB. Y más adelante: “Denunciamos enérgicamente este auténtico fraude, que utiliza cínicamente la cobertura “humanitaria” para seguir alimentando la guerra en Ucrania”.
Papel del régimen italiano
El gobierno italiano está en primera línea en la guerra indirecta luchada en territorio ucraniano por el ejército ruso contra las tropas del gobierno de Zelensky, armadas, entrenadas y financiadas desde hace casi una década por Estados Unidos y la OTAN.
El papel de Italia ha llegado al punto de que el país se ve cada vez más excluido de las iniciativas del eje franco-alemán que lidera la Unión Europea. Estas iniciativas han tenido como objetivo tratar de frenar la crisis, recientemente materializada en una discusión de alto nivel entre el presidente francés Emmanuel Macron (presidente de la UE), el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente chino Xi Jinping.
La propaganda de los medios de comunicación ha machacado, impulsando un compromiso italiano cada vez más activo en apoyo del régimen ucraniano de Kiev. Los líderes del ejecutivo italiano, encabezados por el primer ministro Mario Draghi, han despotricado contra Moscú.
El país está siendo llevado de la mano a un paroxismo de rusofobia completamente ajeno a sus tradiciones y al sentido común de la población.
Se prodiga un impresionante aluvión de información distorsionada, una retórica hipócrita sobre los derechos humanos y un anatema de redes unificadas contra el execrable demonio del “pacifismo” para legitimar el envío de armas al teatro de la guerra. Hacerlo es un paso peligroso para generalizar y agravar una crisis que amenaza con arrastrar al continente y al mundo entero al abismo.
El episodio del aeropuerto de Pisa demuestra que el intento de imponer sentimientos pro-guerra al pueblo italiano está encontrando resistencia, a pesar del esfuerzo concertado que han realizado casi todos los partidos con representación parlamentaria. En las últimas semanas, los medios de comunicación han llevado a cabo un linchamiento contra el principal sindicato italiano, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL) y contra la Asociación Nacional de Partidarios de Italia (ANPI).
La ANPI es “culpable”, junto con muchas otras organizaciones populares, de negarse a conformarse con la voz única de la propaganda de guerra. Aunque se oponen a la “operación militar especial” ordenada por Putin, también se oponen al envío de armas al ejército ucraniano y, en el caso de la ANPI, a la expansión de la OTAN hacia el este.
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