Nos dejó hace casi un siglo pero su nombre sigue vivo, recordado por millones de personas; su memoria es sagrada entre los amantes de la libertad.

Sus papás le pusieron el nombre de Araminta. Era hija de esclavos negros de la región Tidewater en el estado de Maryland, tal vez en 1820 (o 1821 – nadie sabe a ciencia cierta). Cuando era bebé, los esclavos convirtieron su nombre elegante al apodo, “Minty”. Se recuerda en la historia por su nombre de casada: Harriet Tubman, luchadora por la libertad.

Harriet Tubman

De niña, dio sus primeros pasos por el camino a la libertad. Ni 10 años tenía cuando se escapó de unos esclavistas crueles que usaban la violencia desnuda contra bebés, niñas y niños para forzarlos a hacer su voluntad.  

A la tierna edad de 5 años, Harriet fue forzada a cuidar a un niño blanco, hacer labores del aseo doméstico, y trabajar día y noche para los demás. Tenía 7 años cuando la sorprendieron comiendo azúcar, un privilegio reservado exclusivamente para los blancos. Bajo la amenaza del látigo, la niña se fugó. Corriendo rápido hasta que sus piernitas le fallaron, se cayó en una pocilga donde tuvo que pelear durante cuatro días con los puerquitos por las cáscaras de camote mientras evitaba a la cerda enojada.  

El hambre la obligó a regresar a la casa de su señora, donde sufrió una serie de latigazos brutales a manos de su amo. Sin duda, la experiencia de la violencia le dio una lección contundente, pero no precisamente la que la clase esclavista pretendía impartir. Ellos querían inculcar la semilla del terror a la niña para que jamás pensara en escaparse de nuevo. Pero parece que, al contrario, ella aprendió otra lección: al darse a la fuga no habría camino de vuelta. 

Ella se casó con un hombre “libre”, John Tubman, quien era libre sólo en nombre, libre bajo la ley, pero no en su manera de pensar. Cuando ella hablaba de la libertad, le gritó que dejara de hacer eso. La amenazó: “Si te escapas, yo te acuso con el amo. Te acuso ahora mismo”.

Mientras veía a su esposo, surgió en ella un sentimiento de incredulidad. Respondió: “No, no quieres decir eso”.  Pero en lo más profundo de su ser, se dio cuenta de que eso fue precisamente lo que quiso decir. Sin embargo, ella pretendía vivir libre.

Sin lugar a duda, había aprendido otra lección: no se puede confiar en todo el mundo. Sabía que tendría que cuidarse, estar alerta, fijarse en cada detalle.

Los partidarios de Mumia Abu-Jamal se reúnen en la estatua de Harriet Tubman frente al Ayuntamiento de Filadelfia, el 2 de marzo.

Al llegar el momento esperado, se fue, caminando por densos bosques, atravesando ríos y cerros, evitando caminos abiertos.  Siguió la Estrella del Norte. Cuando llegó al supuestamente “libre” estado de Pensilvania, se dijo a si misma: “He cruzado la línea. Soy ‘libre’. Pero no hubo quien me recibiera en esta tierra de libertad. Era extranjera en tierra extraña. A final de cuentas, mi hogar estaba en el estado sureño de Maryland porque mi papá, mi mamá, mis hermanos, mis hermanas y mis amigos se encontraban allí. Pero yo era libre. Y ellos deberían ser libres. Yo haría un hogar para ellos en el Norte y los llevaría allí”.  

Lo dijo. Lo dijo en serio. Lo hizo.

Regresó a Tidewater una y otra vez. Con astucia, valor y firmeza, llevó gente de allí. Dos años después de haberse escapado, regresó a la plantación para llevarse a John Tubman, pero el negro “libre” se había casado de nuevo y, al considerarse libre, no quiso salir de Maryland. Aun así, a Harriet esto no le disuadió de cumplir con su misión sagrada: la libertad.

Siempre llevaba una pistola y una vez, mientras conducía a unos 25 cautivos al Norte, estuvo a dos pasos de usarla. A uno de los hombres no le quedaban fuerzas. Hambriento y lleno de miedo, tomó la decisión de que no valía la pena andar por los pantanos. Se negó a moverse hasta que ella se le acercó, lo encañonó con la pistola y le dijo: “Muévete o muérete”.  Se movió. En unos pocos días llegaron a Canadá.

Harriet sabía que un esclavo capturado y devuelto a su dueño sería torturado hasta decir todo lo que sabía, así poniendo en peligro a todos los que buscaban la libertad. Para ella, era asunto de libertad o muerte. Así tan sencillo.

Más adelante diría de su educación y de la misma esclavitud: “Crecí como hierba abandonada ––ignorante de la libertad, sin experiencia de ella. No estaba feliz ni contenta. Cada vez que veía a un hombre blanco me daba miedo de que me llevara. Se llevaron a dos de mis hermanas a una cadena de presidiarios. Una de ellas dejó dos hijos. Siempre vivimos en el desasosiego … Creo que la esclavitud es lo más cercano al infierno”. *

Como resultado de sus redadas en los estados carceleros del Sur,  Harriet condujo cientos  de negros a la libertad, incluso a sus propios papás, ya viejos, Harriet y Benjamin Ross. Se cree que sus antepasados vinieron del pueblo Ashanti, una tribu de la costa occidental de África (La región central de la antigua sociedad Ashanti, es el país moderno de Ghana.)

De principio a fin, su vida era de resistencia y lucha por la causa de la libertad.

Ejecutó entre 10 y 15 redadas al Sur para liberar a los cautivos negros. En estas redadas liberó entre 300 y 500 personas.

Reclutada para asistir a las fuerzas norteñas durante la guerra civil de Estados Unidos, Tubman organizó la redada del Río Combahee en Carolina del Sur, rescatando a unos 800 esclavos y ocasionando miles de dólares de daño a las instalaciones sureñas. Con regocijo, observó la salida de tantas personas del cautiverio. 

Años después, Tubman recordó la escena: “Nunca jamás había visto algo así. Nos reímos y reímos y reímos. Por un lado podrías ver una mujer cargando una cubeta colocada en la cabeza llena del arroz humeante como si acabara de quitarla de la fogata. Un niño se colgó detrás de ella… Una mujer llevó dos cerdos; subimos a todos. Al cerdo blanco le pusimos Beauregard (un general sureño) y al negro, Jeff Davis (el presidente de la Confederación de estados sureños). A veces llegaron las mujeres con gemelos colgados de sus cuellos. En mi vida no he visto tantos gemelos. Bolsas colgadas de los hombros, niños tras ellas, todos cargados…**

Harriet Tubman nos dejó en el año 1913, en sus noventa años de vida. El abolicionista armado John Brown habló de ella con tremenda admiración como “La Generala”. Harriet Tubman. Luchadora por la libertad”. Es un nombre sagrado, que queda alto en el altar de la libertad.

Fuentes:

*Petry, Ann. Harriet Tubman, Conductor on the Underground Railroad. NY: Harper Collins, 1955 [1983].

*Lee, Butch. Jailbreak Out of History: The Re-Biography of Harriet Tubman. Brooklyn, NY: Stoopsale Bks., 2000, p. 78.

 

Derechos reservados 2007 MAJ

8 de febrero de 2007

El texto completo en inglés se difundió originalmente por Sis Fatirah y ahora se encuentra aquí: https://podbay.fm/p/mumia-abu-jamals-radio-essays/e/1171838400

Traducción: kalo

 

Credit:  WW Foto: Joe Piette

 

Mumia Abu-Jamal (guest author)

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