Las industrias privadas de los países imperialistas de Norteamérica y Europa han superexplotado la crisis del COVID-19. Y los gobiernos la han gestionado tan mal que el desastre creó una apertura para que los grupos ultraderechistas se movilizaran.
La llamada revuelta de los camioneros en Canadá ilustra el peligro.
En Estados Unidos, la pandilla pro-Trump saltó a la apertura, condenando a cualquier gobierno que restrinja a las personas no vacunadas o desenmascaradas. El mal manejo de los regímenes capitalistas ha dividido a las masas.
El gobierno federal presionó para que las vacunas se fabricaran rápidamente, con la esperanza de que esto permitiera la rápida reanudación de la actividad económica, es decir, la continua acumulación de beneficios capitalistas. Luego saboteó la distribución de las vacunas.
A esto se sumaron las políticas en zigzag de las administraciones de Trump y Biden. Los Estados Unidos primero restringieron la disponibilidad de la vacuna. Más tarde, cuando las vacunas estuvieron disponibles, algunos gobiernos o jefes despidieron o amenazaron con despedir a los trabajadores que se resistieron a la vacunación. Se produjeron zigzags similares en relación con los equipos de protección personal y las mascarillas. Y las pruebas eran difíciles de obtener y/o caras, incluso a finales de 2021.
Para unir a la clase obrera y a todos los sectores especialmente oprimidos de la población, los movimientos revolucionarios y anticapitalistas deben plantear demandas que satisfagan las necesidades de todos los sectores de las masas. El objetivo debe ser construir la solidaridad para una lucha unida. Pensemos en lo siguiente: Todos los trabajadores y los pobres necesitan una asistencia sanitaria universal y gratuita. Los trabajadores de la salud necesitan un salario adecuado, una amplia dotación de personal y tiempo libre garantizado, incluso durante la pandemia. Esta demanda debe incluir más puestos de trabajo para las enfermeras y otros cuidadores. Los sindicatos de enfermeras han planteado esta cuestión; debemos apoyar sus huelgas y luchas.
Sin embargo, todos los gobiernos capitalistas, incluso aquellos en los que existe la sanidad universal, han ido reduciendo los presupuestos de la sanidad pública en las últimas tres décadas. Cuando estalló el COVID-19, los sistemas de salud y los trabajadores estaban al borde del colapso.
Los monopolios farmacéuticos se beneficiaron de la financiación gubernamental para desarrollar vacunas, que luego patentaron. Utilizaron sus monopolios de patentes para exprimir hasta el último dólar y euro de la población mundial en los países más ricos, y abandonaron a los países más pobres.
La gente sospecha, con razón, de un juego sucio por parte de las empresas farmacéuticas. Las grandes farmacéuticas operan para obtener beneficios, no para salvar vidas. Salvar vidas es, en el mejor de los casos, un afortunado efecto secundario de su afán de lucro. Esta es la naturaleza del afán de lucro capitalista.
Debemos exigir que liberen sus patentes, permitiendo que otros en todo el mundo fabriquen vacunas y aseguren la distribución mundial. Esta es la única manera en que las vacunas pueden ser utilizadas para limitar o eliminar una enfermedad. De lo contrario, seguirán apareciendo nuevas variantes.
La investigación y las pruebas de seguridad y eficacia de las vacunas deben ser completamente transparentes, para que la población entienda cómo las vacunas reducen la transmisión y/o los síntomas. Todas las decisiones comerciales, precios, distribución, etc., deben ser reveladas al público.
Debemos exigir que se eduque a la población sobre el funcionamiento de las vacunas. El acceso debe ser 100% gratuito y sencillo, y hay que animar a todo el mundo a participar desde la solidaridad. El mayor obstáculo para la solidaridad es que el capitalismo se basa en la competencia feroz.
En la Cuba socialista, la población cooperaba con la vacunación -una vez que las vacunas y las jeringuillas estaban disponibles- por solidaridad con sus conciudadanos y por confianza en su sistema sanitario. No hubo necesidad de utilizar medidas coercitivas especiales para lograrlo.
COVID-19 ha revelado un desastroso fracaso del sistema capitalista. Debemos construir la solidaridad entre la clase trabajadora para luchar contra la pandemia planteando demandas que satisfagan las necesidades de la clase trabajadora, demandas en torno a las cuales podamos unirnos y luchar.
Es una cuestión de vida o muerte.
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