Ya se ha oído todo antes
Ya lo hemos oído todo antes. El gobierno de Estados Unidos reclama un complot, una agresión o una crisis humanitaria en otro país. Luego, Washington utiliza el reclamo para justificar la invasión militar, la ocupación con “botas en el terreno” y/o la guerra por sanciones – guerras que se prolongan durante décadas.
Y siempre -¡sorpresa! – contra países que se atreven a hacer valer su derecho a la independencia nacional, económica o política, de los “intereses” de Estados Unidos.
Volvamos a 1898: El imperialismo estadounidense en expansión necesitaba un pretexto para invadir Cuba, Puerto Rico y Filipinas, todos ellos bajo control colonial española en aquella época. Cuando el acorazado estadounidense Maine estalló en el puerto de La Habana -sin pruebas de que España hubiera tocado el barco- los titulares de los periódicos estadounidenses gritaron: “¡Recuerden el Maine! Al diablo con España”.
Y entonces la caballería Rough Rider de Teddy Roosevelt comenzó a tronar y matar por toda Cuba.
Avancemos hasta 2003: El general estadounidense Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, juró que Irak tenía armas de destrucción masiva para justificar la destrucción casi total del país por parte de Estados Unidos, mediante bombardeos, invasiones y sanciones. Levantó algunos puntales -unos tubos de aluminio- y dijo: “Colegas, todas las declaraciones que hago hoy están respaldadas por fuentes, fuentes sólidas. No son afirmaciones. Lo que les estamos dando son hechos y conclusiones basados en inteligencia sólida”. (“Lo que Colin Powell sabía”, The Intercept, 6 de febrero de 2018)
La declaración “objetiva” de Powell quedó expuesta como la Gran Mentira en 2004 gracias a la información recopilada por miles de inspectores de la ONU y de Estados Unidos sobre el terreno en Iraq. No encontraron “armas de destrucción masiva” en Irak, ni planes concretos para crear armas de destrucción masiva, ni capacidad para construirlas, ni estímulos verbales de funcionarios iraquíes para construirlas.
En 2001, el gobierno de Estados Unidos enarboló la bandera de los “derechos humanos” -la opresión de las mujeres en Afganistán por los talibanes- para justificar una guerra para controlar la tierra, el trabajo, la riqueza, los recursos minerales y el camino hacia el petróleo y el gas de ese país.
En 2021, Estados Unidos se retirará de Afganistán. Las mujeres y las niñas de ese país estarán bajo el dominio reaccionario de los talibanes. Hay una preocupación legítima al respecto.
No se está produciendo ninguna revolución progresista. Eso ocurrió en 1978, cuando los socialistas y comunistas afganos tomaron el poder y empezaron a derrocar siglos de dominio patriarcal en el país. Pero la intervención de Estados Unidos y las conspiraciones de la CIA acabaron con esa evolución positiva, y pusieron en marcha los acontecimientos que pusieron a los talibanes en el poder. (”Cuidado con el canto de la sirena: las mujeres y Afganistán”, workers.org)
No podemos dejarnos engañar por las lágrimas de cocodrilo capitalistas que ahora se derraman sobre el destino de las mujeres en Afganistán. ¿Cómo respondieron las mujeres de Madison Avenue a la difícil situación de las mujeres y niñas afganas cuando Estados Unidos empezó a bombardearlas en 2001? Anna Wintour, editora de la revista Vogue, organizó un envío gratuito de pinta labios a ese país, supuestamente para elevar la “moral” de las mujeres, pero en realidad para probar un nuevo mercado para la industria de los cosméticos. (London Telegraph, 17 de noviembre de 2002)
Estamos a favor de la liberación de la mujer y, al mismo tiempo, en contra del imperialismo. Sabemos que las mujeres y las personas oprimidas por su género nunca encontrarán un camino de liberación a través del pantano del capitalismo y el imperialismo.
Hay una lista interminable de guerras en las que los imperialistas hicieron sus juegos de manos para cubrir el hecho de que ellos son los opresores y el capitalismo el sistema opresor.
El gobierno de Estados Unidos, ya sea encabezado por demócratas o republicanos, fabrica pruebas, engaña por omisión, socava los movimientos progresistas y nos enfrenta unos a otros, para tratar de engañar a los trabajadores y a los oprimidos y obligarnos a trabajar y matar para el capitalismo que nos explota.
Para trabajar por la liberación de las mujeres y de los oprimidos de género – por la liberación de los trabajadores y de todos los oprimidos – debemos mantenernos firmes en el camino hacia el socialismo, organizándonos de todas las formas creativas posibles contra el capitalismo.