Hace cuarenta años, el 5 de junio de 1981, se informó del primer caso de lo que llegó a conocerse como VIH/SIDA en un comunicado de prensa semanal de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
El 3 de julio de 1981, el primer reconocimiento del VIH/SIDA en las noticias principales fue hecho por el New York Times, que informó en este titular: “Raro cáncer visto en 41 homosexuales”. En el momento de esa publicación, al menos 8 de las 41 personas ya habían muerto. Estos casos se habían registrado en California y Nueva York. (nyti.ms/3vZTInK)
A finales de 1981, 121 personas habían muerto a causa de esta enfermedad hasta entonces desconocida. En los siguientes 14 años, la enfermedad mataría a cientos de miles de personas en todo el mundo, afectando principalmente a personas negras y morenas, discapacitadas y LGBTQ+ y a quienes se encontraban en la intersección de estas identidades.
Denominada inicialmente GRID (Gay-Related Immune Deficiency) en junio de 1982 — debido a la creencia errónea de que sólo afectaba a los hombres homosexuales — la enfermedad fue rebautizada como Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en septiembre de 1982.
En 1984, se anunció que un retrovirus conocido como HTLV-III (Virus Linfotrópico T Humano III) era el virus que causaba el SIDA, y era idéntico al Virus Asociado a la Linfadenopatía, que antes se creía que era la única infección causante del SIDA. En 1985, el HTLV-III/LAV pasó a llamarse oficialmente Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). El VIH es la infección que, si no se trata, da lugar a la enfermedad tardía del sida.
Entre 1981 y 1995, cuando la FDA aprobó la primera terapia antirretroviral, al menos 300.000 personas murieron de SIDA en todo el mundo. (tinyurl.com/c8w8m5x6)
La cifra de muertos es sin duda mayor. Millones de personas de la clase trabajadora no tuvieron acceso a las pruebas ni a la atención sanitaria, sufrieron en secreto o murieron antes de que se contabilizaran las estadísticas oficiales, ya que ahora se ha revelado que el VIH/SIDA existía antes de 1981.
¿A quién hay que culpar? Los culpables de siempre: los capitalistas, las farmacéuticas codiciosas, los directores generales de la sanidad y las empresas en el ámbito económico. En la esfera social, los villanos siguen siendo la homofobia, la misoginia y la transmisoginia, el racismo, el capacitismo y otras opresiones sociales que intensifican lo que sólo puede describirse como una plaga.
Para comprender adecuadamente la calamidad de la crisis del SIDA, debemos examinar a fondo las condiciones que condujeron a tal desastre.
¿Cómo es posible que, en 14 años, una enfermedad matara a más de un cuarto de millón de personas, la mayoría de las cuales estaban oprimidas a nivel nacional y/o social? ¿Cómo fue que el “país más avanzado y desarrollado” del mundo, Estados Unidos, se mostró totalmente inútil en los primeros años de esta plaga, y más tarde apenas fue de ayuda? Esta serie pretende responder a estas preguntas y explicar esas respuestas.
La crisis del sida fue sin duda una crisis médica, pero también fue un ejemplo dramático de la economía capitalista en crisis. Ahora, 40 años después del primer reconocimiento del SIDA, la economía capitalista ha vuelto a ser sacudida por una nueva epidemia: COVID-19.
Hasta el 1 de julio, más de 3.964.766 personas en todo el mundo habían muerto a causa de este virus, con el mayor número de víctimas en Estados Unidos: más de 604.000. (worldometer.com)
Países socialistas como China, Cuba y la RPDC han movilizado sistemas de atención sanitaria basados en principios socialistas para disminuir el número de casos y, sobre todo, el número de muertes, y han conseguido contener el virus. Pero la estructura capitalista de Estados Unidos, dedicada a los beneficios y a la privatización de la sanidad, ha devastado el bienestar de la gente y ha permitido que mueran cientos de miles de personas.
Muchos observan ahora el paralelismo de COVID-19 con los primeros años de la epidemia de SIDA, y la similar falta de respuesta del gobierno estadounidense al sufrimiento de la clase trabajadora y los oprimidos. Las conexiones son evidentes y se reducen a esto: El capitalismo-imperialismo es un sistema decadente y podrido que ni siquiera es capaz de mantener vivos a sus trabajadores para impulsar el sistema.
Plenamente conscientes de las grietas de esta estructura, sus defensores siguen invirtiendo miles de millones en tácticas de “division y conquista”, teorías de la conspiración y cualquier estratagema que pueda agrandar las divisiones entre la clase trabajadora y los oprimidos y bloquear la solidaridad y la organización de masas para acabar con el sistema.
Cada vez más gente es consciente de que debemos organizarnos juntos para asestar un golpe mortal al capitalismo. Con ello, y sólo con ello, podremos establecer una dictadura del proletariado y construir un sistema socialista.
Sólo entonces epidemias como el SIDA y el COVID serán manejables y, eventualmente, tratables.
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