De los dos partidos políticos del gran capital en Estados Unidos, los demócratas han sido considerados durante más de medio siglo como los más “liberales”, y los republicanos como los más reaccionarios. Pero cuando se trata de su actitud hacia la China Popular, ambos irradian hostilidad.
El gobierno de Biden está ampliando lo que hizo Trump para azuzar el sentimiento antichino, no con un vil discurso de odio sino con una política exterior antichina. Biden ha impuesto ahora sanciones a 24 funcionarios chinos, acusándolos de “coerción y agresión” en relación con Hong Kong, que Washington parece considerar como parte de su propio territorio.
Con toda esta actividad antichina al más alto nivel, ¿es de extrañar que se desborde hacia la violencia antiasiática dentro de Estados Unidos? Eso es lo que ha ocurrido en una confluencia de ataques anti-mujeres y anti-asiáticos en las últimas semanas.
El grupo Stop AAPI Hate ha hecho un seguimiento de casi 3.800 incidentes de odio, discriminación o ataques a asiáticos en Estados Unidos desde marzo de 2020 hasta febrero de este año. Esa cifra está aumentando considerablemente. En Atlanta (Georgia), seis de las ocho personas asesinadas en un reciente tiroteo eran mujeres asiáticas que trabajaban en salones de masaje.
Se está culpando a China de la pandemia, ya que el virus parece haber saltado primero de los animales a los humanos allí. Lo que no se menciona es que China ha hecho un trabajo increíble para derrotar al virus y proteger a su enorme población.
El sitio web Coronavirus Update informa de que, hasta el 21 de marzo, China había registrado 90.099 casos y 4.636 muertes, con una población de poco más de 1.400 mil millones de habitantes. En cambio, en Estados Unidos se registraron 30,5 millones de casos y 555.300 muertes, con una población oficial de 332 millones de habitantes. Dicho de otro modo, con una población más de cuatro veces superior a la de EE.UU., China ha experimentado menos de 1/100 o el 1% de las muertes de EE.UU. por COVID-19.
Esta enorme diferencia dice mucho sobre estos dos sistemas que compiten entre sí, uno basado en la propiedad privada capitalista y el otro en la propiedad social de los medios de producción. En China, la atención sanitaria es un derecho humano; aquí, es una necesidad por la que debemos luchar y pagar continuamente.
Ahora es el momento, más que nunca, de solidarizarnos con nuestras hermanas y hermanos asiáticos que están siendo atacados. Son el objetivo no sólo de individuos odiosos, sino de un sistema que valora la riqueza y la propiedad por encima de las vidas humanas.
Este sistema lucrativo necesita crear chivos expiatorios para la miseria que provoca. La solidaridad de la clase trabajadora es el único antídoto real contra el odio engendrado por este sistema perro come perro.
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