Toda la estructura del sistema financiero mundial, donde cada día, billones de dólares, euros y yuanes se desplazan de un banco a otro, de particulares a empresas, y de todo tipo de instituciones, aún refleja la dominación del dólar estadounidense.
Según el Banco Mundial, el 50 por ciento de todos los bonos y préstamos emitidos en todo el mundo están valorados en dólares estadounidenses, y la proporción del comercio mundial valorada en dólares es cuatro veces la cantidad de comercio mundial proveniente de los EE.UU. Además, el 60 por ciento de los países del mundo, que producen el 70 por ciento de la producción mundial, dependen del dólar estadounidense para valorar su moneda.
Dicho de otra manera, la mayor parte del comercio mundial es en dólares estadounidenses, incluso entre entidades fuera de los EE.UU.
Los 32 regímenes sancionados aplicados activamente por los EE.UU., que incluyen no solo países y organizaciones sancionados como las “Organizaciones criminales transnacionales”, sino también países que hacen negocios con estas entidades sancionadas, cambian con frecuencia. Algunos, como las sanciones contra Cuba, han permanecido en vigor durante décadas. Otros países con un número significativo de neocolonias, como Francia, tienen sus propias políticas de sanciones.
Sin embargo, Alemania, cuya economía produce mucho más por trabajador que la economía de EE.UU., ha tenido que seguir el decreto de sanciones estrictas contra Irán. Los bancos alemanes, los mercados bursátiles y las compañías comerciales necesitan acceso al capital que está bloqueado detrás del dólar estadounidense.
Después de que la poderosa Alemania cedió ante el poder del dólar, las potencias europeas más débiles como Bélgica, Francia e Italia se alinearon en las sanciones, a pesar de que sus gobiernos se quejaron.
No fue la primera vez que el imperialismo alemán sintió el poder del dólar estadounidense y las sanciones. Después de que el armisticio de noviembre de 1918 terminó la lucha en la Primera Guerra Mundial, pasaron ocho meses antes de que se firmara el tratado de paz en junio de 1919. Los Aliados mantuvieron sus sanciones en los puertos alemanes durante esos ocho meses, mientras que 100.000 alemanes murieron de hambre y enfermedades prevenibles.
Sanciones permiten que EE.UU. oculte su papel
Tanques, bombas, explosivos, balas y napalm dejan un rastro claro. Los niños a los que les faltan extremidades porque jugaron con las minas y las bombas que el Pentágono ha dejado caer en gran abundancia pueden ser fotografiados y entrevistados. Cuando las Fuerzas Armadas de los EE.UU. disparan a las personas y ocupan un país, las personas a menudo responden.
Esta resistencia popular puede despertar oposición en los Estados Unidos para apoyar tales medidas militares.
Por otro lado, si los niños mueren por falta de vacunas o sus padres mueren por falta de dinero para medicamentos para la presión arterial, el impacto político es menor. Y se puede culpar a los gobiernos de los países sancionados, en lugar del país que impone las sanciones. Un ejemplo es la cobertura mediática de Zimbabwe.
Los países utilizan relaciones estrechamente conectadas en red para realizar intercambios, y muchos intercambios son monitoreados por servidores informáticos ubicados en la ciudad de Nueva York. Esto dificulta que los países que enfrentan sanciones oculten sus intercambios.
Remesas
Los gobiernos de EE.UU. y Francia imponen sanciones a Mali, una nación pobre de 20 millones de personas en África occidental sin litoral, que tiene una gran comunidad de migrantes en Francia. Las sanciones evitan que los migrantes simplemente transfieran dinero a sus hogares. Según un estudio de 2015 realizado por el Banco Mundial, la forma en que la mayoría de los malienses en Francia envían dinero a casa es por mensajería: alguien pone el dinero en un cinturón y toma un avión.
Las sanciones no son la única arma financiera que Washington tiene en su arsenal. Para cinco países, Kirguistán y Tayikistán en Asia Central, Haití, Liberia y Nepal, las remesas del exterior equivalen a una cuarta parte o más de la producción económica de cada país, que tradicionalmente se mide como producto interno bruto.
En 2018, las remesas a Haití superaron ligeramente el 30 por ciento del PIB. En 2016 y 2017, el porcentaje de remesas también fue muy cercano al 30 por ciento. En términos absolutos, esto equivale a aproximadamente a $60 millones a la semana.
En los últimos tres años, cientos de miles de haitianos han salido a las calles para exigir cambios significativos en las políticas gubernamentales: precios de combustible más bajos, salarios mínimos más altos, apoyo a los agricultores. Si el gobierno haitiano intentara hacer cambios políticos a los que Washington se opone, Estados Unidos podría ralentizar el flujo de dinero o incluso detener las remesas. Este castigo significaría un daño inmediato y sustancial a la economía de Haití.
El gobierno de Trump ha tratado de poner fin al estado de protección temporal para 50.000 haitianos que actualmente viven y trabajan en EE.UU. Poner fin al TPS no solo sería un desastre para las personas protegidas por él, sino también un gran golpe para la economía de Haití.
Los días internacionales de acción contra las sanciones y la guerra económica se llevarán a cabo del 13 al 15 de marzo. Los organizadores dicen: “¡Las sanciones matan! ¡Las sanciones son guerra! ¡Termine las sanciones ahora!”
Para más información: sanctionskill.org.
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