Argentina y el anhelado viraje que terminó con cuatro años de capitalismo salvaje

Aznárez es periodista argentino, trabaja en medios de prensa, radio y TV. Director del periódico Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo. Este artículo fue publicado por lapluma.net y tlaxcala-int.org el 1 de enero. 

Hay años cuya duración parece alargarse de tal manera que según el dicho popular se convierten en algo parecido a un siglo. Argentina no ha estado exenta de esta comparación en todo lo que ha sido este difícil 2019 que acaba de concluir.

Los argentinos celebran una victoria electoral a la izquierda, 27 de octubre de 2019.

Ha sido tal el peso de dolores, sufrimientos y manifestaciones de impotencia que ha tenido que soportar la población por culpa del capitalismo salvaje impuesto por el gobierno de Mauricio Macri, que hasta la sonrisa se borró de muchos rostros en este largo período.

No es fácil describir cómo podía estar el talante de sectores mayoritarios de la población cuando las cifras repiqueteaban todos los días en sus oídos, generando una mezcla de angustia pero también de rabia por el hecho de que a ese gobierno que por fin ya no existe, no lo impusieron las botas militares, como en otras épocas, sino el voto de la gente, amañado y manipulado, pero sufragio voluntario al fin.

Repasemos algunos datos para ubicarnos en tema. Macri se fue dejando una última medición de la pobreza estimada en un 35 y medio por ciento. Algo que más allá de los porcentajes nos colocó otra vez en una foto que ya habíamos vivido en 2001, con niños y niñas comiendo de la basura, haciendo interminables colas con sus padres, tan hambrientos como ellos, en la puerta de lujosos restaurantes, cuando a la medianoche arrojan a la calle en grandes toneles los restos de las comidas del día, esas sobras que dejan en los platos quienes aún tienen la posibilidad de hacer tres comidas diarias.

Otra foto similar se repite cotidianamente en los barrios marginados, donde las organizaciones sociales y populares, mantienen solidariamente comedores para alimentar a miles de bocas.

Qué decir de la inflación que como nunca ha arrasado con todo lo que se interpuso a su avance, ya que al final del año los índices son del 54 y medio por ciento. Eso, todos lo saben, tampoco es un dato más, sino que la repercusión golpeó diariamente en los bolsillos de la población, con precios remarcados hasta lo indecible, aumentos de tarifas en servicios esenciales, y una suba constante de los precios de la gasolina y sus derivados, lo que de rebote producía más alzas en los viajes del transporte público.

El desempleo en la era macrista fue otro capítulo atroz. Las cifras de hombres y mujeres que perdieron el trabajo oscila alrededor de los 400 mil, y hay estudios que lo aproximan a medio millón. La deuda externa, ilegítima por donde se la mire,  ya está muy cerca de los 300 mil millones de dólares, lo que significa que cada argentino que nace ya le debe al FMI unos 6.310 dólares.

Desaparición de conquistas históricas 

En cada rubro que se pudiera analizar el paso de estos últimos cuatro años se encuentran retrocesos gigantescos y en algunos casos hasta la desaparición de conquistas históricas de la clase trabajadora, ya sea la de menor alcance económico como la de sectores de la clase media, a los que la crisis hizo descender varios escalones.

Educación, salud, vivienda son los sectores más afectados por estas políticas que no solo se han aplicado en Argentina, sino que hoy están siendo cuestionadas en la calles por millones de personas en todo el mundo. Ejemplo de ello son Chile, Colombia, Perú, Haití, Panamá y hasta la Francia de Macrón y de la derecha capitalista, que ha llegado a este fin de año con todas sus ciudades paralizadas por una huelga anti-neoliberal indefinida. La constante y corajuda pelea semanal de los chalecos amarillos latinoamericanizó la rebeldía gala.

Los pueblos están hartos y salen a poner el cuerpo de mil maneras posibles, y Argentina no fue una excepción. Por eso agosto fue un mes clave para patear el tablero y achicar un año que venía golpeando duro. Esa explosión electoral que significaron las PASO (elecciones primarias) y los 15 puntos de ventaja del Frente de Todos sobre el macrismo, le cambiaron el ánimo a los argentinos y argentinas. De allí a octubre parecía que había un largo recorrido, pero el pueblo fue consciente de que la victoria obtenida no iba a ser mancillada por la derecha cerril y sus titiriteros de Washington.

Claro, que como plantearon muchos luchadores, lo ideal hubiera sido acorralar al macrismo en la calle bajo la consigna “Luche y se van”, como hoy ocurre con Sebastián Piñera e Iván Duque, pero ya tuvimos un 2001 en que parecía que la revuelta iba a terminar en Revolución y no pudo ser.

De allí que en esta ocasión el empeño estuvo puesto en  ratificar el sentir de las mayorías, y lo que parecía imposible un año antes (por temor al fraude y las alianzas de Macri con el imperio norteamericano) se hizo realidad. Ganaron Alberto y Cristina Fernández, no dejando ningún tipo de dudas y este pasado 10 de diciembre, la alegría y el festejo vencieron durante 24 horas a todas las tristezas y dolores acumulados, cuando millones estuvimos palpitando y festejando la asunción del presidente y su vice.

Ahora ha comenzado una nueva etapa sabenis que no va a ser difícil y en alguna manera incierta por las acechanzas de una derecha local e internacional que no se da por vencida y en las primeras horas del nuevo gobierno ya ha mostrado sus dientes.

Pero ya tenemos, una necesaria ley de emergencia económica, aumentos de salarios para trabajadores privados y estatales, incluidos bonos especiales para los jubilados, un plan nacional contra el hambre, aumento de retenciones a los sectores de la oligarquía agrícola-sojera-ganadera, intervención a los servicios de inteligencia, cambios radicales en los mandos de las fuerzas de seguridad y el cese de la penalización por realizar un aborto, como se reclamara sin éxito durante décadas.

Viraje en la política exterior

Y también un viraje en la política exterior, mostrando apoyo y refugio al presidente Evo Morales, derrocado por un golpe de Estado, recibiendo con todos los honores al presidente cubano Miguel Díaz Canel y al Ministro de Comunicación bolivariano, Jorge Rodríguez, y así una larga lista de avances, proyectos y concreciones que el gobierno de Alberto ha puesto en marcha en solo dos semanas de existencia.

Por supuesto que esta no es la panacea y que aún falta mucho camino que recorrer, pero está claro que son medidas que el pueblo anhelaba y va a apoyar decididamente. Más aun sabiendo que la derecha no deja de conspirar, que los favorecidos hasta la saciedad por la política macrista, ya están paralizando el campo y amenazan con más medidas de fuerza. Además, el FMI y Donald Trump intentarán no solo cobrar una deuda que no contrajo el pueblo, y si no lo logran como ellos desean, generarán picos de desestabilización.

Frente a ese probable futuro, es preciso recordar que esta es nuevamente la hora de los pueblos, y cada paso que se logre dar en oposición a la estrategia demencial del capitalismo, se hará peleando y poniendo el cuerpo en la calle. Como lo hicieron los 30 mil desaparecidos y recientemente las feministas y disidencias sexuales. Nadie concede nada si no se presiona y esa es la gran enseñanza que debemos sacar del pasado reciente.

No es con coqueteos ni moderaciones fuera de lugar que se neutraliza a un enemigo al que no le importa otra cosa que acumular ganancias, sino con resistencia,  lucha y unidad. Para defender lo que se vaya conquistando y controlar que la política no vuelva a ser bastardeada por los amantes de la democracia burguesa.

Carlos Aznarez

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