Herrera, economista marxista e investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia, que trabaja en el Centre d’Économie de la Sorbonne, París, escribió este artículo el 11 de abril. Traducción por redroja.net.
El “Acto 21” de los chalecos amarillos tuvo lugar, como se viene haciendo desde hace cinco meses cada sábado, el 6 de abril. Pero al mismo tiempo también tuvo lugar en Saint-Nazaire (Loire-Atlantique), un acontecimiento que va a influir sin duda alguna en el curso de las luchas futuras en el país: se trata de la segunda Asamblea de asambleas de los chalecos amarillos.
Es como el núcleo central del movimiento. La primera había tenido lugar en la Meuse (Commercy) a finales de enero y ya entonces reunió a 70 delegaciones. Esta vez 200 delegaciones vinieron a Saint-Nazaire, es decir, unos 800 delegadas y delegados estuvieron allí presentes (dos representantes más dos observadores por delegación). Y eso sin contar a los simpatizantes, periodistas, curiosos… Estos delegados estaban mandatados por unos 10.000 chalecos amarillos movilizados en diferentes puntos de lucha: rotondas, plazas o peajes… pero también, cuando las fuerzas de seguridad los desalojaban de allí, en otros múltiples lugares más afuera del centro y menos visibles (a veces incluso en chiringuitos improvisados). En toda Francia, la resistencia.
Al parecer esta asamblea suponía una “amenaza contra el orden público”, lo que le sirvió de pretexto al alcalde de Saint-Nazaire (David Samzun, “socialista”, como él aún se define) para justificar su negativa a facilitar un local a los organizadores. Los elegidos de las comunas vecinas hicieron lo propio, con lo que no se les facilitó ningún salón público. Entonces, los chalecos amarillos se fueron a reunir todos y todas en “su Casa”, la “Casa del Pueblo”, una antigua Oficina de empleo que ocupan desde el último noviembre junto con camaradas sindicalistas.
Toda una “ocupación ciudadana” al más puro estilo de la tradición histórica de los clubs de los “sans-culottes” de 1789, de las famosas bolsas de trabajo de los obreros de principios del siglo XX y de las fábricas en huelga del Frente Popular de 1936. Unos pequeños trabajos para adecentar el lugar y mucha solidaridad, les permitieron reunirse para reencontrarse y animarse mutuamente. Para debatir y para luchar mejor. Y para organizarse.
El encuentro inicialmente estaba previsto para los últimos días de marzo, pero las dificultades materiales para llegar a fin de mes de la mayoría de los participantes – añadidas a las de la logística – obligaron a retrasarlo unos días; a principios de mes, recibida la paga o el subsidio, la gente que no nada en el oro respira un poquito mejor. Muchos más quisieron asistir pero la afluencia obligó a los organizadores a cerrar las inscripciones.
Otros, aún más numerosos, no pudieron venir por no poder pagarse el desplazamiento, ni contar con la generosidad de los compañeros, con recursos irrisorios, ni contar con sus propias fuerzas. Pero en 1864 ¿acaso no se decía en el primer considerando de los estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos”? Cuando se es chaleco amarillo no se tiene miedo ni del barro ni de la lluvia ni de los bolsillos vacíos.
Las discusiones fueron serias
Durante tres días, las discusiones fueron muy serias. Difíciles incluso, acaloradas, caóticas… A semejanza de la movilización emprendida en noviembre, revelaron la determinación de los chalecos amarillos, su oposición resuelta, tenaz, a esta sociedad de desigualdades e injusticias que simboliza el presidente Macron, su condena unánime de la violencia, de las represiones policiales de que son víctimas, su terca voluntad de poner en el centro del movimiento la democracia directa, de pensar y reinventar sus formas auténticas, desde la base, sin líder autoproclamado o jefe recuperado, de encontrar el “equilibrio entre espontaneidad y organización“.
El colectivo está por encima de todo, en la “horizontalidad”. Y el mantenimiento en la unidad de un movimiento contra todo riesgo de división y fragmentación, que aglutina a un pueblo a pesar de sus diferencias (a veces de sensibilidad política, a veces de origen social), que sigue beneficiándose además de una buena imagen y un fuerte apoyo de la opinión pública, es lo que hace avanzar las luchas.
Los debates, que se pudieron seguir y todavía se pueden ver en la telaraña (aquí), se estructuraron en grupos de trabajo temáticos: los modos de actuación del movimiento, la comunicación interna y externa, la formulación de las reivindicaciones, los puntos de convergencia con los sindicatos y otros colectivos, el futuro de la movilización… Al final, la sesión plenaria presentó las síntesis de las discusiones de comisión (elaboradas por la noche…) y un texto final. Un texto particularmente lúcido y radical. Un texto que se sometería más tarde a votación en las diferentes asambleas locales de los chalecos amarillos. ¿Qué dice este texto?
Cosas esenciales. Dice que las reivindicaciones deben concentrarse en la subida de los salarios, las pensiones y los mínimos sociales, con especial atención a los nueve millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en el país. Dice que hay que reforzar los servicios públicos para todas y todos. Eso ya es fundamental.
El texto dice “No” a la violencia impuesta por una minoría de privilegiados contra todo un pueblo; y “Sí” a la anulación de las condenas de los encarcelados y condenados del movimiento de los chalecos amarillos. “Las violencias policiales son un acto de intimidación política que busca aterrorizarnos para impedirnos actuar. La represión judicial toma el relevo para ahogar el movimiento. (…) Lo que estamos viviendo nosotros hoy, es lo cotidiano en los barrios populares desde hace décadas”.
Habla también de su rechazo a la « superchería del Gran Debate nacional” promovido y manipulado por el presidente Macrón, así como de su rechazo a participar en las elecciones europeas el próximo mes: “la calle nos une, las elecciones nos dividen”. “Es en la lucha donde se construye la Europa de los pueblos (…) Es en una lucha coordinada contra nuestros comunes explotadores donde echaremos las bases de un entendimiento fraterno entre los pueblos de Europa y otras regiones”.
Contra este sistema
Este 7 de abril, el llamamiento de la Asamblea de asambleas de los chalecos amarillos en Saint-Nazaire dice también y sobre todo que “para mejorar nuestras condiciones de vida, (…) para reconstruir nuestros derechos y libertades, (…) para hacer desaparecer la formas de desigualdad, de injusticia, de discriminación”, para que llegue al fin “la solidaridad y la dignidad”, habrá que cambiar de sistema: “conscientes de que tenemos que combatir un sistema global, consideramos que hay que salir del capitalismo”. Y para ello, “Poner al conjunto de ciudadanos y ciudadanas en posición de combate contra este sistema”.
En cuanto al mensaje dirigido a los ecologistas, es de una claridad total, ¡y cuán progresista! ¿Lograrán entenderlo? Sí que deberían entenderlo. Ya que la urgencia medioambiental está ahí, se hace indispensable la convergencia de la lucha por la ecología con las luchas por el progreso social. Es la misma lógica de explotación infinita del capitalismo que destruye a los seres humanos y la vida sobre la Tierra. Con el fin de proteger el medioambiente, hay que cambiar un sistema nocivo para los humanos y para la ecología”. Esto, para los que tenían dudas sobre la orientación hacia la izquierda del movimiento…
Estas orientaciones y formulaciones no han sido fáciles de hacer surgir. Algunos las han tildado de prematuras. Otros temían que el movimiento se dogmatizara, se endoctrinara, se endureciera en demasía. Por supuesto que estamos aún muy lejos de una salida del sistema capitalista. Pero es ya tan importante saber que tenemos que luchar… Porque los chalecos amarillos, reunidos en el jaleo y barahunta de esta Casa del pueblo “por el honor de los trabajadores y por un mundo mejor”, al menos ellos han comprendido claramente y muy claramente expresado, eso que nadie o casi nadie de entre los altos dirigentes partidistas o sindicales, nadie de entre nuestros artistas comprometidos o nuestros grandes intelectuales comprende o expresa.
Sí, para pretender construir “un mundo de libertad, de igualdad y de fraternidad”, tenemos que salir del capitalismo. Sin duda alguna. Sin eso, nada es posible. Por ahí es por donde comienza cualquier programa alternativo verdadero. Porque los chalecos amarillos, alzados contra lo insoportable, nunca más se dejarán hacer. El siglo XXI no será el fin de la historia; será el principio de una nueva civilización. Post-capitalista.
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