Crisis económica en desarrollo: ¿política, sistémica o ambas?

No hay duda de que el caos político en los EUA está contribuyendo al aumento del pánico en la bolsa de valores.

El cierre del gobierno por la exigencia de Trump de que el Congreso asigne $5 mil millones para construir un muro en la frontera con México, no sólo es obsceno desde el punto de vista político, sino que también afecta a toda la economía.

Lo mismo ocurre con la creciente hostilidad hacia China, como se ve con la imposición de aranceles por parte de la administración Trump a cientos de miles de millones de dólares en productos chinos, que comenzó en abril pasado. Luego, China impuso una cantidad igual de aranceles a los productos estadounidenses, afectando particularmente a los agricultores en los Estados Unidos que producen soja y carne de cerdo. Los precios de la soja y la carne de cerdo estadounidense ya han bajado.

Pero estos choques a la economía que se han originado a partir de los edictos políticos de la administración de Trump no son toda la historia. Hay muchos indicios de que el caos en los mercados de valores refleja tendencias mucho más profundas en la economía capitalista.

Mercados bursátiles y precios de mercancías

Las acciones estadounidenses acaban de terminar su peor semana desde agosto de 2011, cayendo un 17 por ciento desde sus máximos históricos.

Sin embargo, debajo de los altibajos de la bolsa de valores, se esconde una creciente evidencia de que la economía capitalista va camino a una “corrección”, un desplome, del tipo que ocurrió en 2008 o algo aún peor.

El sitio web tradingeconomics.com proporciona tablas detalladas sobre los precios actuales y proyectados de las monedas, acciones, mercancías y bonos. Como se puede imaginar, reflejan los descensos en los precios que han ocurrido en muchas áreas de la economía en los últimos días, especialmente en el precio del petróleo.

Pero ¿qué pasa con la perspectiva a largo plazo?

Las proyecciones de precios para la mayoría de los productos generalmente no son más que suposiciones fundamentadas. Los giros de la bolsa de valores, que se basan en la dirección anticipada de la economía, muestran cuán volátiles pueden ser tales conjeturas.

Sin embargo, hay un indicador basado en algo más importante: el Baltic Dry Index (BDI). El precio de las acciones en el BDI se basa en el volumen de bienes que se enviarán durante el próximo año. Este es un punto de referencia que indica la dirección de la economía global.

“Debido a que la mayor parte de los productos secos a granel se compone de materiales que funcionan como insumos de materias primas para la producción de productos intermedios o terminados, como el concreto, la electricidad, el acero y los alimentos, el índice también se considera un indicador económico eficiente del futuro crecimiento y producción económica. El BDI es considerado por algunas personas como un indicador económico importante porque predice la actividad económica futura”. (Tradingeconomics.com)

Las acciones en el BDI cayeron un 3 por ciento el viernes 21 de diciembre. Se espera que disminuyan cada trimestre durante el próximo año, de los actuales $1.279 por acción a $939 en el tercer trimestre de 2019.

Esta disminución anticipada en el envío global es un indicador mucho más confiable de hacia dónde se dirige la economía que el precio de otras acciones.

Caen precios de productos básicos

Al mismo tiempo, los precios de los productos básicos como el petróleo también se han desplomado. El petróleo es particularmente sensible a las demandas generales de la actividad económica, ya que alimenta las necesidades comerciales e individuales.

Cuando la administración de los Estados Unidos impuso sanciones a Irán de manera unilateral, los productores de petróleo en los EUA estaban encantados. Steve Austin, de oil-price.net, escribió en agosto que “la pérdida de 2,7 millones de barriles diarios de Irán es un agujero enorme para los suministros mundiales de petróleo”. Predijo que el precio del petróleo se elevaría a 150 dólares por barril.

Más recientemente, otros analistas predijeron que el crudo Brent, que se vendió a 85 dólares por barril en octubre, podría llegar a los 100 dólares. Todos deben estar mordiéndose las uñas ahora. ¡El crudo Brent se está vendiendo a $54 por barril! El WTI, otro índice de los precios del petróleo, ha caído de $75 por barril a poco más de $45.

Además, se espera que China compre poco o nada de petróleo crudo de los EUA en 2019, citando la “incertidumbre política” en sus relaciones con Washington. Los EUA ya mantienen un déficit récord de $43 mil millones en su comercio con China, el cual ahora se espera que crezca aún más.

Los bajos precios del petróleo pueden acabar con el negocio del fracking en Estados Unidos. El petróleo fracturado, en el que la roca se fractura por medio de un líquido presurizado, cuesta casi $50 por barril el producirlo, por lo que no es rentable a los precios actuales. Esta podría ser una buena noticia para los ambientalistas y los pueblos indígenas, ya que el fracking es también el método de extracción de petróleo más destructivo para el medio ambiente.

La gran lucha por el Dakota Access Pipeline hace dos años involucró el suministro de petróleo hacia el este desde los campos de fracking de Dakota del Norte. Cientos de manifestantes, invitadas/os por naciones indígenas a venir a proteger sus amenazadas fuentes de agua, fueron arrestadas/os y heridas/os cuando el gobierno federal envió a la Guardia Nacional y la policía local para reprimir brutalmente a las/os manifestantes y destruir su campamento. Esta operación militar comenzó durante la administración de Obama y fue continuada por la pandilla Trump.

Además, se espera que las ventas de automóviles en los EUA el próximo año no lleguen a los 17 millones por primera vez en cuatro años. Todas estas cifras y proyecciones apuntan a tiempos más difíciles para las/os trabajadores y pequeñas empresas en los Estados Unidos.

Crisis capitalistas y sobreproducción

¿Qué es una crisis económica capitalista? ¿De dónde viene? ¿Pueden las medidas paliativas evitar que estos colapsos periódicos ocurran?

Tales preguntas han sido debatidas por generaciones. Los analistas burgueses liberales, a menudo llamados “keynesianos” por el economista británico John Maynard Keynes, insisten en que la política del gobierno puede prevenir tales crisis.

Su visión, llamada “teoría del subconsumo”, sostiene que cuando a las/os trabajadores no se les paga lo suficiente para comprar los productos que producen, ocurre una crisis. Abogan por salarios y beneficios más altos como una forma de evitar estos colapsos periódicos del sistema.

Esto parece ser un punto de vista pro trabajador/a, pero en realidad oculta un punto de vista pro capitalista, ya que argumenta que el capitalismo puede ser domesticado y reformado.

Karl Marx y sus colaboradores rechazaron esta opinión. Marx mostró que las crisis del capitalismo están integradas en el sistema. No provienen del subconsumo sino de la sobreproducción, y se repetirán mientras exista el capitalismo.

Marx argumentó que el subconsumo existía en anteriores sociedades de clases. Tanto bajo la esclavitud como en el feudalismo, las masas vivían en extrema pobreza, mientras que los ricos vivían en la opulencia. Las masas nunca ganaron lo suficiente para comprar todo lo que producían y necesitaban. Sin embargo, estas dos formas anteriores de opresión de clase, por brutales que fueran, no produjeron crisis recurrentes de producción.

Las crisis de sobreproducción son una característica únicamente capitalista.

Entonces, ¿qué es la sobreproducción? ¿Es solo producir más de lo que la gente necesita? De ningún modo. Y si bien significa producir más de lo que el público puede comprar, también significa mucho más que eso.

El sistema capitalista está impulsado por la necesidad de los propietarios de capital de capturar más mercado y, por lo tanto, ampliar su capacidad de producción. “Expandir o morir” se encuentra en el corazón de este sistema.

Los capitalistas deben aumentar sus ganancias, no solo para tener un estilo de vida más rico para ellos mismos, sino también para volver a incorporar en sus negocios los medios para expandir la producción y así desplazar a sus rivales. Es esta competencia por el mercado la que impulsa continuamente la expansión hasta el punto en que se llega a la sobreproducción. Los capitalistas que pueden expandir su campo de explotación sobreviven; los que no pueden, deben morir.

Todos los capitalistas deben intentar hacerlo. Si bien pueden parecer un club de multimillonarios, en realidad son una manada de lobos que se atacan mutuamente incluso cuando se unen para degradar a las/os trabajadores.

La Gran Depresión de la década de 1930 fue el resultado de una sobreproducción capitalista mundial. Esto llevó al colapso de los mercados de valores en todos los países capitalistas desarrollados. Eso significó el colapso de literalmente millones de empresas, corporaciones y bancos, que a su vez despidieron trabajadoras/es, produciendo desempleo y sufrimiento masivo. Los precios también cayeron, pero sin un ingreso, ¿quién podría disfrutar de los precios más bajos?

Cabe señalar que, de todos los países más grandes del mundo, solo la Unión Soviética, que había derrocado al capitalismo, escapó del caos de la Depresión. Con su economía planificada de propiedad estatal, el desarrollo industrial de la URSS de hecho se aceleró en la década de 1930.

¿Qué acabó con ese colapso general del capitalismo? La Segunda Guerra Mundial. La guerra más destructiva que el mundo ha visto. Y con ella llegó la destrucción de muchos de los medios de producción más antiguos, abriendo espacio para una nueva ronda de desarrollo capitalista, a costa de cientos de millones de vidas.

La lucha venidera

Ya sea que llegue tarde o temprano, otra crisis capitalista es inevitable. El dolor y el sufrimiento que causará a la clase trabajadora, especialmente a los sectores más oprimidos, por necesidad abrirá muchas luchas nuevas y agregará ímpetu a los movimientos progresistas existentes.

El establecimiento político capitalista, particularmente el Partido Demócrata, intentará capturar y limitar estos movimientos, argumentando que las reformas pueden resolver el problema.

Por supuesto, las/os trabajadores deben luchar por reformas importantes. Necesitan salarios más altos e ingresos garantizados ahora, no en un futuro. Necesitan atención médica asequible y escuelas eficaces. Se debe poner fin a la ofensiva racista que amenaza las vidas de las personas de color. Las/os inmigrantes necesitan encontrar un hogar seguro. Las mujeres y las personas LGBTQ2S necesitan que se supere la misoginia, la dominación machista y la violencia sexual.

Pero todas estas luchas reformistas no terminarán el problema básico.

Para eso, estos movimientos populares pueden y deberán convertirse en parte de la lucha para acabar con el capitalismo, que instiga y propaga todo tipo de discriminación y opresión. Solo la revolución social para acabar con el capitalismo puede erradicar las crisis económicas y, al hacerlo, redirigir nuestras energías para satisfacer las necesidades de la humanidad y el planeta.

Deirdre Griswold

Deirdre.Griswold@workers.org

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