31 de agosto de 2017
Después de que unos 8 millones de venezolanas/os ejercieran su derecho a votar por una Asamblea Constituyente el 30 de julio, Estados Unidos respondió imponiendo las sanciones económicas más duras contra el país sudamericano.
Sí, así es — sólo porque el pueblo venezolano votó de una manera que desagrada al imperio estadounidense, Washington ejerció su “derecho” a intentar someterlos por medio del hambre.
Esto de un gobierno que consiguió su puesto con elecciones el año pasado que costaron $6.8 miles de millones, según el Centro para Política Responsiva. En otras palabras, el precio para comprar las elecciones en EUA, que dio lugar a que Trump se convirtiera en presidente –incluyendo todo el dinero gastado por candidatos, partidos políticos y grupos de intereses independientes– fue de $6.800 millones. Se aseguró de que los elegidos paguen muy bien a sus patrocinadores reduciendo impuestos a los ricos, permitiendo a las empresas contaminantes a salirse con la suya, y recortando los servicios sociales y muchos otros regalos a los súper-ricos.
Fue un tipo diferente de elección la que se llevó a cabo en Venezuela. Las/os candidatos no tenían mucho dinero detrás de ellos. Las 545 personas elegidas para la Asamblea Constituyente incluyen 364 escogidos en base regional y 181 cuyos escaños se asignan para representar a diferentes grupos sociales: 79 de asociaciones de trabajadoras/es, 28 jubiladas/os, 24 miembros de consejos comunales, 24 estudiantes, 8 agricultoras/es, 8 pescadoras/es, 5 con discapacidades y 5 de negocios.
Las/os miembros de la Asamblea Constituyente están encargados de redactar una nueva Constitución para el país. Los grandes empresarios estadounidenses temen que esto fortalezca aún más a las/os trabajadores, campesinos y jóvenes que han sido el pilar de la Revolución Bolivariana, iniciada bajo el presidente Hugo Chávez y continuada desde su muerte por el presidente Nicolás Maduro.
Rockefeller quiere ‘su’ petróleo
Las sanciones de EUA contra Venezuela están dirigidas a su industria petrolera, la principal exportación del país. Durante décadas, la riqueza petrolera de Venezuela fue una bonanza para el imperio Standard Oil de Rockefeller. Es interesante que hoy, la política exterior estadounidense está en manos de Rex Tillerson, ex jefe de ExxonMobil — el descendiente directo de Standard, que se transformó en Esso y luego en Exxon.
Mientras que la mayor parte de las ganancias de petróleo de Venezuela fueron sustraídas por los Rockefeller, había suficiente para enriquecer a una clase alta de venezolanos leales al imperio. Fueron los antecesores de la “oposición” de hoy, que ha utilizado tácticas cada vez más violentas para intentar derribar al gobierno bolivariano. Llamada así en honor a Simón Bolívar, que luchó para liberar a América Latina del colonialismo español.
Pero mientras que Venezuela, antes de Chávez, era controlada por una clase burguesa acomodada, tenía, a pesar de su riqueza petrolera, una mayoría del pueblo terriblemente pobre, tan empobrecido y hambriento que en 1989 decenas de miles se rebelaron por los altos precios de los alimentos en lo que llegó a ser llamado el Caracazo.
Fue ese levantamiento lo que hizo que Chávez, entonces oficial del Ejército venezolano, dirigiera un intento de golpe de estado contra el gobierno corrupto. Fue encarcelado pero se hizo tan popular que después de su liberación fue elegido presidente.
Los imperialistas estadounidenses están usando la comida como un arma en sus esfuerzos por devolver a Venezuela al estatus neocolonial que la mayoría de su gente una vez sufrió. Mientras el presidente Trump amenaza al gobierno bolivariano con la intervención militar, sus colaboradores, la burguesía dentro de Venezuela, que anteriormente intentaron pero no lograron cerrar la industria petrolera, ahora están saboteando la distribución de alimentos.
Las nuevas sanciones estadounidenses han cortado el acceso de Venezuela a fondos en un momento en que la caída de los precios mundiales del petróleo ha afectado profundamente al país, que obtiene el 95 por ciento de sus ingresos de la exportación del petróleo.
El presidente Maduro califica estas sanciones de guerra económica contra Venezuela y promete que no tendrán éxito. La nueva Asamblea Constituyente tendrá sus manos llenas al frenar a aquellos que intentan someter al pueblo mediante el hambre.
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