Liberación agridulce de Oscar López
En una acción sorpresiva, el pasado jueves 9 de febrero, regresó el prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera a su tierra natal, Puerto Rico, luego de que la pasada Administración Obama le conmutara su sentencia a mediados de enero. Pero lo que tantas personas ansiaban, recibirlo entre abrazos, banderas boricuas y consignas libertarias, dejándole saber su amor y agradecimiento, fue impedido por las órdenes crueles y vengativas del imperio estadounidense.
López Rivera llegó al Aeropuerto de San Juan acompañado de su hija Clarisa López, su hermano José López, su abogada Jan Susler, y las/el funcionarios electos Carmen Yulín Cruz alcaldesa de San Juan, la presidenta del consejo municipal de la ciudad de Nueva York Melisa Viverito y el congresista Luis Gutiérrez, representante demócrata por Chicago.
Las personas que se habían congregado para recibirlo en el terminal donde llegaría Oscar, quedaron asombradas por la rapidez de los eventos y la absoluta imposibilidad de saludarlo. Quienes acompañaban a Oscar en su viaje desde Carolina del Norte a donde fue trasladado de la prisión Terre Haute en Indiana, caminaban rápidamente tratando de ocultarlo rodeándolo y poniéndole una gorra para taparle el rostro.
Esta escritora pudo ver a través de las cámaras de un programa televisivo que pudo captar – no sin objeciones de los acompañantes de Oscar quienes intentaban tapar el lente – parte de la caminata por las galerías del edificio del aeropuerto. Esas tomas, que lograron un acercamiento al rostro de Oscar, despertaron una inmensa alegría a la vez que una enorme indignación, sentimientos que fueron compartidos por muchas personas a juzgar por los múltiples comentarios en las redes sociales.
Rafael Cancel Miranda, héroe boricua y ex prisionero político, al ser entrevistado por los medios sobre el arribo de Oscar, comentó sobre la importancia que tuvo ser recibido por miles de boricuas en el aeropuerto en 1979 a su arribo a PR junto a Lolita Lebrón, Irving Flores y Andrés Collazo luego del indulto por el presidente Jimmy Carter. Habló de la extraordinaria alegría – euforia aclaró – que fue ver a miles de personas congregadas con la bandera boricua al llegar a suelo boricua luego de 26 años en mazmorras yanquis.
Esta bienvenida sin embargo, le fue prohibida a Oscar. Su abogada Jan Susler dijo: “Está bajo una supervisión estricta … Está bajo custodia del Negociado de Prisiones. Él, si quiere estar en Puerto Rico, tiene que ser en confinamiento domiciliario. Él tiene que cumplir con las condiciones. Cuando me hablaron de las condiciones, la mayor, aparte además de cumplir con la ley, es mantener un perfil bajísimo”. (endi.com)
Este “perfil bajo” incluye arresto domiciliario en casa de su hija Clarisa, de la cual sólo podrá salir para visitas médicas y al Negociado de Prisiones; no puede hablar con personas con antecedentes en prisión, estar en ninguna vista pública, ni ser entrevistado por los medios; además de llevar un grillete electrónico hasta el 17 de mayo que al cumplir 36 años prisionero, le será finalmente finalizada su sentencia.
Contexto político
No hay razón alguna dentro de los parámetros de la “justicia legal” estadounidense para que la conmutación de su sentencia en enero pasado no estuviera acompañada de su inmediata liberación. No sólo ha sido una crueldad manifiesta, sino un acto sumamente político donde se previene que Oscar sea sujeto activo en la lucha independentista y elemento cohesivo de la lucha boricua.
La lucha por su liberación ha tenido el aval de las más diversas fuerzas puertorriqueñas, desde el ahora gobernador pro-estadidad Ricardo Roselló, hasta todas las tendencias independentistas y socialistas, pasando incluso por la comunidad religiosa de todas las creencias y todos los movimientos sociales. Oscar significa la voluntad de unión de un pueblo para luchar por lo que considera justo. Tal y como lo fue la victoriosa lucha de Vieques para sacar a la Marina de Guerra de EUA.
Ahora es un tiempo crítico para el archipiélago borincano donde acontecen peligrosos sucesos. Primero está la imposición de una avasalladora y dictatorial Junta de Control Fiscal que busca sangrar a la clase trabajadora para pagar a los bonistas de Wall Street, entre los cuales se encuentra la firma de fondos buitres del ya famoso John Paulson, uno de los principales consejeros del presidente Donald Trump. Acompañando esta imposición, se ha establecido otra administración perjudicial a la clase trabajadora puertorriqueña, la de Roselló que avanza imponiendo reformas precarizadoras que buscan complacer a la JCF. Encima, hay otra fútil propuesta para un plebiscito de estatus a celebrarse el 11 de junio.
Nunca antes la lucha por la verdadera soberanía boricua ha sido tan crucial. Una encrucijada que se encuentra enmarcada dentro de esta fase terminal del capitalismo que busca sus ganancias a merced de la misma vida de la clase trabajadora eliminando todos los logros obtenidos a través de decenas de años de lucha.