La dispersión de los seres humanos a todos los continentes de nuestro planeta ha ido acompañada de grandes retos e innovaciones. El Homo Sapiens se convirtió en la forma de vida dominante en todo el mundo debido a nuestra capacidad no sólo de adaptarse al entorno – todas las especies se han adaptado, desarrollado o perecido – sino también para cambiar el propio medio ambiente para satisfacer nuestras necesidades.
Tan exitosos nos hemos vuelto en alterar el entorno, que ahora parece que se ha convertido en lo contrario. El calentamiento global y el cambio climático, resultante principalmente del crecimiento industrial y la quema de combustibles fósiles, plantean enormes peligros no sólo para los humanos sino para una amplia gama de especies animales y vegetales.
La gente de algunos de los países más desarrollados constataron estos peligros a finales de diciembre y principios de enero cuando las inundaciones en el valle del Misisipi y en toda Irlanda, Gales, Inglaterra y Escocia alcanzaron proporciones históricas.
Estas inundaciones no fueron las peores que afectaron a grandes poblaciones en los últimos años – se han producido desastres mucho más grandes en Asia, África, América Central y América del Sur – pero estas muestran que el clima extremo, mencionado durante décadas por los científicos climatológicos, está indiscutiblemente en marcha, y ningún país se verá librado.
En EUA, el río Misisipi y sus tributarias, después de fuertes lluvias en lugar de las nevadas estacionales habituales, alcanzaron niveles récord de inundaciones en algunas áreas a finales de diciembre, lo que llevó a una devastación generalizada en Illinois, Misuri, Oklahoma y Arkansas. Más de dos docenas de muertes se han reportado hasta el momento.
Se esperan más inundaciones en las próximas semanas, ya que la cresta del río se mueve aguas abajo hacia Tenesí, Misisipi y Luisiana.
Comenzando el 30 de diciembre, la tormenta, a la que los meteorólogos británicos le han llamado Frank, golpearon las costas y la parte norte de Irlanda, Gales, Inglaterra y Escocia durante varios días con fuertes vientos y lluvias torrenciales, antes de girar hacia el norte, en dirección a Groenlandia. Mientras que el daño fue generalizado, las muertes parecen haberse mantenido en un solo dígito. La contabilidad final no estaba disponible al tiempo de escribir este artículo.
Conforme se dirigía hacia el norte, Frank también trajo lluvia y temperaturas de deshielo a las áreas arriba del Círculo Polar Ártico – un insólito escenario durante el invierno del Polo Norte. Las/os científicos sostienen que la gravedad de los desastres, tanto en EUA como en Europa se puede trazar al calentamiento global, que ha bombeado humedad a la atmósfera. El año pasado, 2015, fue el año más cálido registrado.
Criminal sabotaje de los acuerdos climáticos
Las/os jóvenes que ahora están en la universidad ni siquiera habían nacido cuando las/os científicos climatológicos comenzaron a presentar las alarmantes noticias sobre los gases de efecto invernadero y el calentamiento global en el mundo. Esto finalmente condujo en 1997, al Protocolo de Kioto para la Convención sobre el Cambio Climático de la ONU, que fue acordado por 36 países industrializados, incluyendo a EUA. Ese protocolo los comprometía a que redujeran sus emisiones de gases a un 7 por ciento más bajo que los niveles del año 1990 para los años 2008-2012.
El gobierno de EUA firmó el protocolo en 1998 – pero nunca lo ratificó, a diferencia de los otros 35 países signatarios. Luego, George W. Bush lo repudió abiertamente en marzo de 2001, el primer año de su presidencia. Sin EUA, en el momento el mayor contaminador del mundo, el protocolo tendría poco efecto. Para EUA, el Protocolo de Kioto había llegado muerto.
La manta de dióxido de carbono en la atmósfera siguió aumentando vertiginosamente.
La historia de la creciente amenaza que representa el calentamiento global, aunque ciertamente no ha sido ignorada por los medios de comunicación capitalistas, rara vez se relaciona con las guerras del último cuarto de siglo: la guerra contra Irak, iniciada en 1991 durante la presidencia de George W Bush; la invasión de Afganistán en noviembre de 2001 (una guerra que aún continúa) después de la denuncia del Protocolo de Kioto por Bush; la segunda guerra de Irak iniciada en marzo de 2003, de nuevo por el joven Bush; y la actual guerra contra el gobierno de Siria, iniciada a finales de 2011 bajo Barack Obama por las fuerzas de la oposición con el apoyo de EUA y Arabia Saudita.
Tampoco se menciona en relación con la amenaza climática, la guerra para destruir el gobierno de Libia. Ese país del norte de África había elevado su nivel de vida al más alto del continente.
En todos estos conflictos y otros en África y Asia, el control del petróleo del mundo ha sido un factor importante. Y el petróleo, después del carbón, es la principal fuente de gases de efecto invernadero.
Estas guerras han matado a cientos de miles, desplazado a millones de personas, y han costado billones de dólares – dinero que podría haber sido utilizado durante este período crítico, cuando los científicos ya sabían lo que estaba pasando, para reestructurar la producción de energía, el transporte y la vivienda para reducir la quema de combustibles fósiles.
Nada inevitable sobre el cambio climático
Los desastres enfrentados por gran parte del mundo no eran inevitables. No son el castigo por “la codicia y los pecados del hombre”. No surgen de la sobrepoblación o de la “avaricia” de la humanidad. Son el producto del crecimiento de las fuerzas productivas bajo un sistema político y económico en particular: el capitalismo, que echó raíces sólo hace pocos siglos.
Sociedades anteriores tenían sus problemas ambientales también. Pero aunque la tecnología de entonces estaba en un nivel mucho más bajo, la gente encontraba maneras de hacer lo que se necesitaba para asegurar las fuentes de alimento y resguardo.
Uno de los esfuerzos más notables – comenzó hace 2.250 años en China durante la dinastía Qin. Fue un gran proyecto de recuperación de tierras y control de inundaciones que implicó el desvío de agua desde el río Min, que se inundaba periódicamente sin control, hacia el otro lado de una cordillera, donde la tierra era buena pero demasiado árida para cultivar.
Para romper la montaña, durante 7 años, los trabajadores quemaron montones de heno en la superficie de las rocas para que se calentaran y luego vertían agua fría para enfriarlas rápidamente, “dejando que la contracción casi instantánea abriera grietas. El corte finalmente llevó a una hendidura de 70 pies de ancho, y las aguas del río Min … comenzaron a pasar a través de ella en el momento en que la pared final se rompió”. (De “El hombre que amaba a China”, un libro sobre Simon Winchester, un científico británico simpatizante de la Revolución China, que pasó los primeros años de los 1940 acumulando datos masivos sobre los primeros descubrimientos científicos de China.)
El aniversario de este evento aún se celebra en China, ya que trajo estabilidad a un área que había conocido devastadoras catástrofes naturales y hambrunas resultantes.
El proyecto del río Min mostró que la gente, cuando está movilizada y motivada para resolver un grave problema, tiene la persistencia y el ingenio para hacer lo que sea necesario para vencer.
La pregunta que nos tenemos que preguntar a la luz de los desastres de hoy y el aumento de las amenazas es la siguiente: Sabiendo lo que sabemos ahora, ¿cuál es el obstáculo en el camino de tomar las medidas necesarias para evitar que ocurra lo peor?
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