Ahmed Mohamed es un estudiante de noveno grado de ascendencia sudanesa que asistió a la escuela superior MacArthur en la ciudad de Irving-Texas. Cuando el 14 de septiembre él trajo a su salón de clases un reloj digital que había hecho, la policía lo interrogó, lo detuvo y se lo llevaron esposado, tomándole también las huellas digitales. La administración de la escuela lo suspendió por tres días.
¿Por qué este traumático evento ocurrió a un joven considerado por muchos como un brillante inventor? Según los informes iniciales, funcionarios escolares, incluyendo su profesor de inglés, dijeron que el reloj parecía una “bomba”. Decirle a los maestros que no era una bomba, no impidió la detención del joven estudiante. Sin embargo, la verdad empezó a salir en cuestión de días – este muchacho de 14 años fue atacado debido a su nacionalidad y su fe musulmana.
Mohamed Elhassan Mohamed, el padre del joven, dijo que su hijo fue víctima de islamofobia. “Él sólo quiere inventar cosas buenas para la humanidad. Pero debido a que su nombre es Mohamed y por los eventos del 11 de septiembre, es que creo que mi hijo ha sido maltratado”. (Washington Post, 16 de septiembre).
La policía de Irving, que continuamente le preguntó por su nombre durante el interrogatorio, declaró que Ahmed no sería acusado de delito alguno. Sin embargo, no han ofrecido una disculpa pública; lo que tampoco han hecho los funcionarios de la escuela.
En una declaración justificando la detención de Mohamed, Lesley Weaver, portavoz del Distrito Escolar Independiente de Irving, escribió: “Siempre pedimos a nuestros estudiantes y al personal informar inmediatamente si observan cualquier elemento y/o comportamiento sospechoso. Si algo está fuera de lo común, la información debe ser reportada inmediatamente a un administrador de la escuela y/o a la policía para que pueda ser abordado de inmediato. Siempre vamos a tomar las precauciones necesarias para proteger a nuestros estudiantes y mantener nuestra comunidad escolar lo más segura posible”. (Washington Post).
Es vergonzoso que un estudiante que trae un invento a la escuela, se le considere una “amenaza”.
Sin embargo, ha habido un gran apoyo y solidaridad en Twitter con el hashtag #IstandwithAhmed, incluso del presidente Barack Hussein Obama quien se ha enfrentado al racismo debido a su nombre.
Jóvenes indígenas en la mira
Ahmed Mohamed no es el único joven de color que ha sido demonizado recientemente por el racismo. Jakobe Sanden, un joven indígena de 7 años de edad, fue enviado a la oficina del director de su escuela en Santa Clara-Utah, durante la semana del 14 de septiembre por tener un Mohawk, corte de pelo tradicional usado por su pueblo, la nación Séneca. Rex Wilkey, el asistente al superintendente de educación primaria, escribió que el corte de pelo de Sanden era “posiblemente una violación de las regulaciones sobre acicalamiento estudiantil del distrito escolar”. (Washington Post, 19 de septiembre).
Irónicamente, el nombre de la escuela de Sanden es “Arrowhead” (punta de flecha), otro ejemplo del uso estereotípico racista de nombres e imágenes de personas indígenas utilizadas principalmente por los equipos deportivos profesionales en Washington-DC y Cleveland.
Lo qué pasó con Jakobe es un recordatorio de lo que les ha sucedido a tantas/os niños nativos a partir de finales del siglo 19, que fueron obligadas/os a asistir a escuelas racistas, de cultura occidental en un intento por robarles su cultura y patrimonio. Estas escuelas eran una extensión de la política genocida de EUA basada en el robo de tierras indígenas para expandir el capitalismo al oeste.
El Consejero de la nación Séneca William Canella, escribió una carta al superintendente del distrito escolar que dice en parte: “Es común que los chicos Séneca usen el corte Mohawk porque después de años de discriminación y opresión, están orgullosos de exhibir lo que son. Es decepcionante que su escuela no vea la diversidad de una manera positiva, y es nuestra esperanza que Jakobe no sufra ningún tipo de discriminación por la administración o la facultad de la escuela como resultado de su corte de pelo”. (Washington Post, 19 de septiembre).
Ese abuso sufrido por Jakobe y Ahmed a sus cortas edades puede causar daño psicológico a largo plazo.
Jakobe debe ser defendido y apoyado por exhibir su derecho a expresar orgullo por sus raíces indígenas, al igual que Ahmed por su derecho a ser musulmán sin temor a represalias.
La guerra racista contra niñas/os, sin importar su nacionalidad, religión, condición o edad, puede tomar muchas formas. Tomemos el ejemplo de Tamir Rice, el joven afroamericano de 12 años que el pasado noviembre fue baleado fatalmente por agentes de policía blancos en Cleveland. ¿Su delito? Tener una pistola de juguete. Tamir se ha convertido en un emblema para el movimiento Vidas Negras Importan.
Lo que une a millones de jóvenes como Ahmed, Jakobe y Tamir es que este sistema capitalista no ofrece ningún futuro viable para ellos. Por esta razón por sí sola, no puede ser reformado.
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