Un informe presentado por el Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia acerca del uso de tortura por la CIA en Guantánamo y en otros lugares afirma que gran parte de las torturas fueron supervisadas e inspiradas por psicólogos.
La Asociación Americana de Psicología respondió a este informe declarando: “La publicación del documento reconoce el derecho de los ciudadanos estadounidenses a saber sobre acciones previas de su gobierno y es la mejor manera de asegurarse de que de ahora en adelante, Estados Unidos se dedique a programas de seguridad nacional que salvaguarden los derechos humanos y cumplan con el derecho internacional. Los nuevos datos facilitados por el informe sobre el alcance y la barbarie de técnicas de tortura utilizados por la CIA son repugnantes y moralmente reprobables”. (apa.org, 9 de diciembre)
A pesar de esta moralizadora exención de responsabilidades, James Risen, en su libro “Pay Any Price: Greed, Power, and Endless War” [Pagar cualquier precio: codicia, poder, y guerra infinita], revela que la APA ha modificado su código de ética para permitir ese tipo de interrogatorios. A pesar de los muchos esfuerzos realizados por la Coalición por una Psicología Ética y a otras organizaciones para prohibir la participación de psicólogos con la CIA, el liderazgo de la APA se negó a intervenir en los interrogatorios conjuntos de la CIA y sus psicólogos.
Una nota del año 2011 para el libro “Práctica Ética Operacional en Psicología: Militares y Aplicaciones de Inteligencia Nacional”, editado por Carrie H. Kennedy y Thomas J. Williams, ilustra estas prácticas: “El campo de psicología y, en consecuencia, su nivel de práctica, están evolucionando y creciendo a un ritmo rápido. Ahora más que nunca, los conocimientos de psicólogos se emplean diariamente por los miembros de las fuerzas militares, de servicios de inteligencia nacional y de seguridad pública de comunidades”.
Risen informa que dos psicólogos, James Mitchell y Bruce Jessen, idearon una lista de técnicas coercitivas para ser utilizados para cuestionar los prisioneros. Personalmente condujeron interrogatorios torturando detenidos de la CIA y entrenaron a miles de “técnicos” para hacer lo mismo.
En 2005, los dos formaron Mitchell Jessen & Associates para específicamente realizar ese trabajo con la CIA. Entre 2005 y 2009, la firma recaudó 81 millones de dólares de la CIA. La empresa contaba con 120 empleados y trabajó en una serie de instalaciones militares.
Tanto Mitchell y Jessen tenían un doctorado y experiencia en áreas relacionadas con las técnicas de interrogatorio y tortura. Sin embargo, tenían vínculos con la CIA y experiencia militar, y habían sido recomendados por sus asociados. Su premiada recomendación para recabar información de los detenidos fue utilizando el concepto de “indefensión aprendida”, que fue desarrollada por E. P. Seligman en su investigación con perros sobre condicionamiento clásico.
En 2009, Democracy Now entrevistó al corresponsal nacional de Salon, Mark Benjamin y a la periodista Katherine Eban de Vanity Fair, quienes escribieron artículos en 2007 sobre Mitchell y Jessen. Eban dijo, “Los psicólogos prestaron sus nombres y sus credenciales y su doctorado a este tipo de actividad y fundamentalmente fueron utilizados por la administración Bush para proporcionar una especie de “salir libre de la cárcel” a las personas, como ustedes saben, estaban haciendo estos interrogatorios.” (democracynow.org, 21 de abril de 2009)
Benjamin dijo: “no creo que se pueda exagerar el grado en que el Departamento de Justicia se basó en el asesoramiento y el consentimiento y la participación de los psicólogos, no sólo en la elaboración de los programas, sino llevándolos a cabo y argumentando que eran seguros y que no constituían tortura. Quiero decir, que fueron una parte fundamental de este programa, ya sea en la habitación, mientras que estas personas estaban siendo torturadas o viéndolas en una cinta de video. … Mientras haya psicólogos formados en el programa SERE [Supervivencia, Evasión, Resistencia, Escape] durante esos interrogatorios que están diciendo que estos detenidos pueden soportar este tratamiento y que no se perjudican psicológicamente, entonces, no se trata de tortura”.
Benjamin señaló también que “en el último par de días la administración de Obama ha anunciado que nadie, ni la gente que lleva a cabo el programa de tortura, ni las personas que diseñaron el programa, ni las personas que autorizaron el programa, ni la gente que dijeron que era legal aunque sabían que francamente no lo era, ninguna de esas personas nunca enfrentarán cargos. El Fiscal General ha anunciado que no sólo eso, sino que el gobierno pagará los gastos legales de la persona que enfrentara cargos en cualquier parte del mundo o que tenga atestiguar frente al Congreso”.
Mitchell y Jessen recomendaron la imposición de terror y dolor en los sujetos a fin de obtener información y para que fueran obedientes y maleables para lograr su cooperación. Los dos ya se han jubilado, pero su labor continúa, protegidos por la actual administración y la APA a pesar de las declaraciones. ¿Cómo sucede esto?
En la búsqueda de ganancias rápidas que caracteriza al sistema capitalista, cada tecnología y marco teórico está moldeado para ajustarse a los propósitos de quienes están en el poder. Por esa razón, las posiciones más lucrativas en el campo de la investigación científica y la ingeniería, están en el campo militar. El ejército de EUA financia gran parte de la investigación científica y tecnológica tanto dentro como fuera de las paredes de la academia.
Las destrezas de los científicos, técnicos de información e ingenieros también se someten a las necesidades de otras industrias corporativas como la farmacéutica y a las grandes compañías de gas y petróleo. No hay ninguna faceta intelectual, teórica o científica que pueda escapar de las exigencias del régimen de lucro sin el riesgo de perder ingresos y el ostracismo.
Como una ciencia, la psicología es una recién llegada relativamente. Ha tenido que competir por un lugar, con otros campos más poderosos como la medicina. Desde la década de 1940, el ejército ha proporcionado un refugio seguro para los psicólogos, empleándolos en su masivo Departamento de Veteranos así como en el Servicio Selectivo, inteligencia y combate.
Después del 9/11, cuando la “necesidad” para conseguir “buena inteligencia” de los “enemigos” capturados se volvió más urgente, había prisa por encontrar una excusa científica para tanto la extracción eficaz de información como para la responsabilidad ética. La profesión médica, en su mayor parte, se negó a participar, pero el establecimiento psicológico, que tenía una relación más dependiente con los militares, estuvo dispuesta y lista.
Las necesidades humanas bajo el sistema capitalista están superadas por la avaricia corporativa. A pesar de su hipócrita recomendación para la investigación de sus propias prácticas, a la Asociación Americana de Psicología se le debe responsabilizar por su aprobación oficial de la tortura.
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