Editorial Workers World-Mundo Obrero del 26 de enero
El “Estado de la Unión” es el discurso presidencial anual que supuestamente informa sobre cómo van las cosas para la gente de este país.
En miles de manifestaciones y marchas de protesta en los últimos meses, sobre todo desde los acontecimientos en Ferguson, Misuri, la gente ha ventilado su ira y su dolor sobre los asesinatos policiales de jóvenes de color y los encubrimientos oficiales que han seguido. Las principales carreteras han sido cerradas y un sinnúmero de protestas simulando cuerpos muertos han sido convocadas en lugares públicos. Asombrosamente, un gran número de transeúntes, incluyendo a las personas directamente afectadas por los inconvenientes causados por los atascos del tráfico, han vitoreado las protestas dando su aprobación.
Un historiador de este período sin duda esperaría que de todas las promesas hechas por el presidente, traer justicia a las víctimas del terrorismo policial, sería lo primero en su discurso sobre el estado de la Unión.
Además, en las últimas dos elecciones presidenciales, una mayoría de las/os votantes emitió su voto por un presidente negro, lo que indica que quieren ver el fin de la brutal historia racista de este país. Ser partidario de la justicia racial y frenar la brutalidad policial es popular aquí en Estados Unidos.
Entonces, ¿cómo explicar que Obama mencionara Ferguson y la policía sólo una vez en su discurso de 28 minutos, y eso al final? He aquí lo que dijo:
“Podemos tener diferentes perspectivas sobre los acontecimientos de Ferguson y Nueva York. Pero ciertamente podemos entender a un padre que teme que su hijo no pueda caminar a su casa sin ser acosado. Y ciertamente podemos entender a la esposa que no descansará hasta que el policía con quien se casó llegue a su casa al final de su turno”.
Él ni siquiera mencionó los asesinatos brutales de tantos jóvenes negros por la policía. Sólo el “acoso”. Pero en cuanto a la propia policía, el mensaje es que las vidas de éstos están en grave peligro.
Hay que recordar que, según las propias cifras del gobierno recopiladas por la Oficina de Estadísticas Laborales, ser policía ni siquiera aparece en las 10 ocupaciones más peligrosas.
Si la Casa Blanca está realmente preocupada por proteger la vida de las personas con más probabilidades de morir en el trabajo, entonces Obama debió haber mencionado a los pescadores, leñadores, obreros de la construcción, colectores de basura, mineros, trabajadores agrícolas, pilotos, techadores, trabajadores del hierro y conductores de camiones quienes llevan sus vidas en sus manos cada vez que van a trabajar – y generalmente ganan mucho menos dinero que la policía.
Todos debemos saber que los discursos presidenciales son cuidadosamente analizados por las personas que ejercen el poder político real. La decisión de tratar el tema de la violencia racista de la policía de esta manera minimalista revela mucho sobre el verdadero carácter del gobierno de EUA. En muchos sentidos, los funcionarios electos, tanto la presidencia como el Congreso, son sólo una fachada para el Estado y su brutal papel de supresión.
Debido a las muchas batallas libradas por las/os trabajadores y los pueblos oprimidos durante siglos, el gobierno realiza una serie de servicios útiles: Medicare y Medicaid, servicio postal, inspección de carne y productos alimentarios y creación de parques y escuelas, por nombrar sólo algunos. Pero los fondos de estas cosas útiles constantemente son socavados y subvertidos con el fin de poner más recursos en lo que la clase dominante – la décima parte del 1% – considera que es la función real del estado: la represión.
La policía, la Guardia Nacional y el complejo industrial de prisiones son una parte vital de la represión interna, así como el Pentágono, la CIA y otros organismos — algunos de cuyos presupuestos son totalmente secretos — llevan a cabo la represión externa. La mayor parte de nuestros impuestos se gasta en la violencia estatal contra quienes tienen más razones para rebelarse porque son explotadas/os y oprimidas/os por el capitalismo dentro del país y por el imperialismo en el exterior.
Ni siquiera a un presidente se le permite criticar a estos cuerpos, no importa cuán descaradamente realizan terror sistemático – ya sea en los calabozos de Abu Ghraib y Guantánamo, en la isla de Rikers y en las prisiones “supermax” de EUA o en las calles de Ferguson y Oakland, California.
Eso deja en manos de las/os trabajadores y oprimidas/os el organizar y realizar los cambios revolucionarios que nunca serán realizados por la maquinaria política de la clase multimillonaria.
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