El 8 de diciembre, las protestas en varias ciudades del país contra los asesinatos de personas negras por la policía entraron en el sexto día consecutivo. Ya fuera en Tampa, Miami y Atlanta o Berkeley, Los Ángeles, Sacramento y Seattle; Austin, Houston y Tucson o Minneapolis, Chicago, Boston, Nueva York, Filadelfia y decenas de otras ciudades – los gobernantes estadounidenses fueron testigo de las manifestaciones más extendidas y sostenidas en décadas.
En el pasado ha habido innumerables manifestaciones locales contra asesinatos particulares por la policía en este país. El asesinato de Michael Brown, Oscar Grant, Sean Bell, Amadou Diallo y Trayvon Martin y el estrangulamiento letal de Eric Garner han llevado a muchas protestas, pero la lista nos lleva al pasado, cuando Michael Stewart fue asesinado en 1983, Eleanor Bumpurs en 1984 y muchos más.
Desde que el Partido de Panteras Negras señaló a la policía como una amenaza nacional en 1966 haciendo un llamado al derecho a la auto defensa, no se ha visto una condena tan masiva contra la policía calificándola como institución racista, agregando más de 100.000 manifestantes que han participado en las protestas.
Las Panteras Negras en ese entonces enviaron un poderoso mensaje de energía política y resistencia militante a un gobierno racista con su histórico programa de 10 puntos, que fue respaldado en la acción por patrullas callejeras armadas y con servicios como el programa de desayuno para niñas/os. Sin embargo, su heroica lucha no tuvo la clase de respuesta unitaria que hemos visto desde la rebelión en Ferguson, Misuri en agosto.
Consignas de lucha y tácticas militantes
Hoy el pueblo negro, especialmente las/os jóvenes, han salido por decenas de miles a las calles decidido a poner fin a la brutalidad policial y al asesinato de las/os negros bajo el lema “La vida de los negros importa”. Siguiendo su ejemplo, gente de todas las nacionalidades, incluyendo decenas de miles de blancas, principalmente jóvenes, junto a latinas/os e inmigrantes han salido a las calles en una muestra de unidad contra los asesinatos policiales racistas. Y toman su señal del del liderazgo negro.
Este nuevo movimiento ha intensificado el ataque político contra todo el sistema policial, los grandes jurados, los tribunales y las autoridades políticas que los apoyan. Ha habido muchas consignas de lucha. Pero la consigna popular ¡”Eric Garner, Michael Brown, cerremos todo el sistema”! es un lema amenazante para la clase gobernante, sobre todo cuando se grita al unísono de un extremo al otro del país.
Lo que empresarios y autoridades temen es que la consigna pueda evolucionar hacia la exigencia de que el mismo sistema capitalista sea derrocado.
No son sólo las consignas, sino el espíritu y las tácticas preocupan a las autoridades. Puentes, carreteras y túneles han sido bloqueados. Trenes locales han sido retrasados. Ha habido manifestaciones alterando centros comerciales y centros de ciudades. El tráfico en calles concurridas y vías públicas ha sido detenido. Ceremonias sacras por los días festivos han sido interrumpidas. Y esto se ha hecho en una ciudad tras otra, día tras día.
Solidaridad y unidad
Los estrategas de la clase gobernante han visto sin duda la diferencia entre hoy y la década de los 1960, cuando las Panteras Negras y otras organizaciones afroamericanas militantes y organizaciones de las/os oprimidos, como los Young Lords, los Brown Berets y otras, estaban luchando contra la represión policial.
Durante ese período, el movimiento contra la guerra fue masivo, con por lo menos un millón de activistas. Sin embargo, las grandes masas del movimiento político y antiguerra, en su mayoría blanca, se mantuvieron al margen mientras la represión policial desataba su furia.
La sede de las Panteras en Oakland, California, fue allanada. Huey Newton, el fundador del partido, fue perseguido y buscó asilo en Cuba. Al tesorero del partido, Bobby Hutton, lo mataron disparándole 12 balas mientras se rendía a la policía. El presidente del partido, Bobby Seale, y la líder Ericka Huggins fueron falsamente incriminados de asesinato en New Haven, Connecticut. Los líderes Fred Hampton y Mark Clark fueron ejecutados mientras dormían en Chicago. El FBI y J. Edgar Hoover, a través de COINTELPRO — una operación secreta de sabotajes, engaños y asesinatos — dirigieron el asesinato de Bunchy Carter y John Huggins. En Nueva York, 21 miembros de las Panteras de la costa este fueron encarceladas/os durante nueve meses y juzgados con acusaciones falsas. George Jackson fue asesinado en la cárcel.
Al mismo tiempo, la Nación del Islam fue acosada, mezquitas invadidas, y Malcolm X asesinado en 1965.
Trabajadores negros organizados en el Movimiento Sindical Revolucionario en las plantas de automóviles fueron perseguidos. Muchas otras organizaciones de resistencia afroamericana, como la República de Nueva Afrika, fueron atacadas.
A diferencia de hoy, el apoyo blanco para estas organizaciones negras de lucha durante ese período se limitaba a una sección de la izquierda militante que estaba ideológicamente comprometida con la solidaridad.
Pero ahora, decenas de miles de jóvenes blancas/os y adultos se han unido a la lucha negra contra el racismo en las calles. Las/os afroamericanos, al menos por ahora, no tendrán que soportar los asesinatos y palizas por la policía en aislamiento. Las/os jóvenes, tanto negros como blancos, han salido a las calles con indignación ante las atrocidades racistas de la policía. Esto va más allá del movimiento político tradicional, negro o blanco. Forma la base de un movimiento futuro de resistencia unida cuyo carácter aún está por determinarse.
Militarización de la policía: red de represión
La militarización de las fuerzas policiales de Estados Unidos en las últimas dos décadas debe verse a la luz de las rebeliones presentes y futuras. Desde el comienzo de la llamada “guerra contra las drogas” en la década de 1970, la policía comenzó su programa de militarización, vinculándose con la Administración para el Control de Drogas [DEA por las siglas en inglés]. Washington hizo disponibles equipos SWAT (tácticas y armas especiales) y armas de asalto de alto poder a la policía.
Después del 11 de septiembre de 2001, bajo la cubierta de la llamada “guerra contra el terrorismo”, el Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional aumentaron enormemente el poder militar de la policía con miles de millones de dólares en armas de asalto de alto poder y entrenamiento en tácticas militares — tanto para control de multitudes como para operaciones especiales de asaltos.
Desde que Barack Obama asumió el cargo la primera vez, su administración, a través del Pentágono ha dado a la policía para junio de este año, “decenas de miles de ametralladoras; casi 200.000 barriletes de municiones; miles de piezas de camuflaje y equipos de visión nocturna; y cientos de aviones, carros blindados y silenciadores. Los equipos SWAT de la policía son ahora desplegados decenas de miles de veces cada año, cada vez más para trabajos de rutina”. Los vídeos de reclutamiento “muestran clips de oficiales asaltando casas con granadas de humo y disparando armas automáticas”. (New York Times, 8 de junio)
La Seguridad Nacional [DHS], a través de FEMA [Agencia Federal para el Manejo de Emergencias], reparte mucho más dinero a los departamentos de policía que el Pentágono — más de $34 miles de millones desde el 11 de septiembre. Lo hace a través de dos agencias, una que equipa a los estados (Programa Estatal de Seguridad Nacional) y otra que equipa a las ciudades (Iniciativa de Seguridad para Áreas Urbanas). Por ejemplo, el estado de Misuri recibió $ 3,98 millones de DHS, mientras St Louis recibió $3 millones. (The Guardian, 20 de agosto)
Esto tiene importancia tanto militar como política. El DHS entrena a policías estatales y locales en operaciones, tácticas, estrategias, tecnología y uso de armas. El Pentágono les entrena en el uso de otros equipos.
Esto significa que la policía está ligada al DHS y al Pentágono. Los Departamentos de policía y sus dirigentes están absorbidos en las redes de las fuerzas armadas. Son parte de un aparato nacional de represión y espionaje. Como tal, la policía se ha elevado por encima de su antiguo estatus de ser una banda puramente local de opresores y ahora coordina con Washington a través de DHS especialmente.
Rebelión de Ferguson hizo temblar autoridades
A pesar de toda la supuesta preocupación en el establecimiento capitalista sobre la militarización de la policía, ésta no va a cambiar fundamentalmente. Si por el momento se han retirado las medidas abiertas de terror militar vistas por primera vez en las calles de Ferguson, están siendo mantenidas en reserva en previsión de una necesidad de intimidación y represión futura.
Lo que las autoridades temen es que las masas en las comunidades se envuelvan en el movimiento contra la policía, la pobreza, el hambre y el desempleo, contra los sistemas abandonados de educación, la falta de vivienda y asistencia médica y la opresión general. Esta es una receta para una rebelión mucho más poderosa y más profunda.
Otra pesadilla para los patronos es que la clase trabajadora como tal — la cual ha sido golpeada por despidos, ejecuciones hipotecarias, bajos salarios y la austeridad en general — siga el ejemplo de la juventud y entre en acción.
El movimiento sindical a todos los niveles debería entrar en la lucha contra el racismo. Es de profundo interés a las/os trabajadores y la clase obrera en su conjunto mostrar solidaridad contra el estado racista porque este estado es también el enemigo de las/os trabajadores en todos los conflictos laborales, de cada esfuerzo organizativo y de todas las comunidades de la clase trabajadora.
Comisión Kerner
Después de las rebeliones en Harlem, Watts, Newark, Detroit y otras ciudades que habían empezado en 1964, el Presidente Lyndon Johnson, nombró una comisión especial con carácter de emergencia en 1967 para investigar los levantamientos.
La comisión de 11 miembros que representaba ambas cámaras del Congreso, al sector empresarial y todas las facciones de la clase dominante a excepción de la ultraderecha, se llamó la Comisión Kerner. Se publicó un informe muy anunciado que concluía que: “Nuestra nación va hacia dos sociedades, una negra, una blanca — separadas y desiguales”.
La comisión recomendó una serie de reformas en todo, desde empleos a la educación, viviendas, salud y beneficios sociales. De implementarse con el fin de corregir la opresión nacional y lograr la igualdad económica y social, hubiera costado cientos de miles de millones de dólares.
Huelga decir que las recomendaciones no fueron sino solo palabras. Treinta años más tarde, después de la rebelión en Los Ángeles por la puesta en libertad de los policías que golpearon a Rodney King — visto en vídeo por todo el mundo — otra comisión fue nombrada, la cual mostró que nada había cambiado desde 1968.
Hoy, el sistema capitalista está en una crisis mucho más profunda que en la década del 60. La clase dominante está menos inclinada a hacer concesiones que no sean cosméticas, lo que no va a cambiar el sufrimiento de las masas. El marxismo expone que el estado es un instrumento de la clase capitalista y los gobernantes con ansias de ganancias no harán nada para debilitar ese estado.
El establecimiento capitalista está a la defensiva en este momento. Se hace pasar por simpatizantes de las protestas contra los asesinatos policiales. Pero el movimiento no debe olvidar lo que pasó a Ocupar Wall Street. La juventud de OWS tomó el establecimiento por sorpresa. Los medios de comunicación capitalistas tenían que fingir tener simpatía porque la población en gran parte se oponía a la obscena desigualdad económica. Al elevar la consigna del 1% frente al 99%, OWS se hizo popular inmediatamente. Pero pronto la clase dominante mostró sus verdaderos colores y comenzó a reprimir por todo el país.
El movimiento actual está más extendido y será más difícil de desviar y reprimir. Pero nadie debe bajar la guardia ni un momento y confundir la simpatía hipócrita de las/os presentadores de noticias y columnistas como otra cosa que una falsa fachada, la cual será echada a un lado si el establecimiento capitalista se siente cada vez más amenazado por el movimiento de masas en las calles.
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