Editorial Workers World/Mundo Obrero
12 de agosto — La penosa noticia de que la policía ha matado a otro joven afroamericano desarmado viene esta vez de Ferguson, Misuri, un suburbio de San Louis. Michael Brown, de solo 18 años, esperaba entrar a la universidad en pocas semanas. La policía aún no ha explicado el por qué los oficiales acribillaron el cuerpo de Brown con 10 balas después de detenerlo mientras caminaba con un amigo a la casa de su abuela. Tampoco el Departamento Policial de Ferguson ha dado el nombre del policía asesino quien ha sido puesto en “licencia administrativa”.
¿Hubiera sido noticia nacional sin la efusión de ira de la comunidad negra luego de la muerte del joven? Un memorial improvisado la noche siguiente se convirtió en una manifestación de protesta, rodeada por cientos de policías antidisturbios armados con gases lacrimógenos, escopetas y perros de ataque. Jóvenes repetidamente enfrentaban a la policía gritando ¡”No me disparen”!, mientras le daban la espalda y alzaban las manos.
Ferguson es parte de la ciudad de San Louis, la cual ha perdido población al reducirse la industria. Ferguson es una ciudad de 22.000 habitantes que es dos terceras partes negra; la policía es casi toda blanca. San Louis se convirtió en una metrópoli en la época de la esclavitud. Su riqueza provino de la explotación y la opresión de los pueblos indígena y negro.
Tomó una guerra civil hace más de siglo y medio para poner fin a la esclavitud, pero esa revolución nunca terminó. Un compromiso entre los industrialistas/banqueros del norte y los terratenientes del sur terminó la Reconstrucción de la década de 1870 y permitió que los blancos ricos mantuvieran sus enormes plantaciones. Una nueva ola de terror racista, encabezada por el Ku Klux Klan, arrancó los derechos políticos y sociales recién ganados por las/os negros en el sur forzándoles a retroceder a la semi-esclavitud del sistema de aparcería y segregación racial.
Incluso con el movimiento masivo de derechos civiles de la década de 1950 y 1960, la segregación todavía existe en muchas partes del norte y del sur, junto con precios más altos y salarios más bajos, o ningún salario, a que se enfrentan tantas comunidades negras de la clase trabajadora.
La juventud de Ferguson tiene todo el derecho a rebelarse y dudar de los pronunciamientos oficiales del FBI de que “investigará” si la policía cometió abusos contra los derechos civiles en Ferguson. Estas investigaciones raramente prosperan porque no llegan a abordar las causas fundamentales del problema.
La brutalidad policial es epidémica no por unas pocas “manzanas podridas” o porque no consiguieron mejor “adiestramiento de sensibilidad”, sino debido a que el trabajo de la policía es impedir a la gente rebelarse contra un sistema económico que es injusto y cada vez más incapaz de atender las necesidades básicas de la vida. El sistema capitalista explota a todas/os los trabajadores, pero sobre todo es letal a los pueblos negro, latino, indígena, asiático, medio oriental y de otras de naciones oprimidas. La policía se encuentra en sus comunidades para sembrar el terror y mantenerles alejados de sublevarse contra sus insoportables condiciones.
¡Justicia para Michael Brown! ¡Sin justicia, no hay paz!
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