El 13 de diciembre, la General Motors anunció con gran fanfarria que iba a invertir $1,3 mil millones de dólares, en su mayoría en Flint, Michigan, para “crear o preservar ” 1.000 puestos de trabajo. La compañía no dijo cuántos de los puestos de trabajo se conservarían —cuántas trabajadoras/es se salvarían de los despidos— y cuántos puestos serían nuevos.
Dándole a GM un margen de confianza, vamos a decir que todos los 1.000 son puestos de trabajo nuevos. Si calculamos, encontraremos que cada trabajo agregado toma una inversión de $1,3 millones. Si sólo resultaran 500 puestos nuevos, eso requeriría una inversión de $2,6 millones por cada uno.
De hecho, la GM dice que ha invertido $10.1 mil millones en operaciones desde que salió de la bancarrota en el 2009 y que esto ha “creado o mantenido” 26.500 puestos de trabajo — o $380.000 por puesto de trabajo.
A este ritmo de contratación, los cientos de miles de trabajadoras/es de la industria automotriz y otras/os trabajadores despedidos durante la crisis económica en Michigan tienen poco que celebrar. La masa de trabajadoras/es de Detroit, que se enfrentan a la destrucción de su ciudad y a severas tasas de pobreza y desempleo, puede tener poco consuelo con el anuncio de los multimillonarios de la GM que afirman que “se han creado o conservado” 1.000 puestos de trabajo.
Con el gobernador Rick “derecho a trabajar por menos” Snyder en la tarima junto a funcionarios del sindicato de Trabajadores Automotrices Unidos (USW), la GM anunció que invertiría $600 millones en un nuevo taller de pintura en la planta de montaje de Flint. También destinó $493 millones para una nueva transmisión de 10 velocidades en la planta de Romulus Powertrain. Y también $121 millones para un nuevo “centro de optimización de la logística” en la planta de Detroit-Hamtramck.
Los talleres de pintura en la industria automotriz están altamente automatizados. La GM sin duda, va a poner el equipo más moderno en la planta de transmisión. Y el centro de optimización de la logística se centra en la reducción de puestos de trabajo en la cadena de suministro. Esto en cuanto a la creación de empleos.
Esta situación con la GM ilustra que la nueva era de la alta tecnología ha hecho que la inversión sea tan costosa que la creación de nuevos puestos de trabajo se ha convertido en una tarea monumentalmente difícil bajo el sistema de ganancias capitalista.
Desempleo masivo irreversible
Esto es algo que Karl Marx señaló hace más de 150 años, cuando analizó el sistema capitalista y sus leyes de desarrollo. Marx explicó que a medida que se desarrolla el sistema capitalista, la lucha por ganancias entre los capitalistas les hace competir unos contra otros. En esta competencia, cada uno trata de introducir una tecnología que reduce el número de trabajadoras/es para producir más productos y servicios en menos tiempo.
Esta ley ha sido confirmada por los acontecimientos de los últimos 60 años. La revista Business Week Bloomberg, la voz de los multimillonarios, publicó un artículo en su edición del 27 de enero crudamente titulado “Los empleos de fábrica se han ido. Sobrepónganse”. El artículo mostró que la producción manufacturera en los EE.UU. se ha más que triplicado desde 1953. En ese tiempo había 16 millones de trabajadores de manufactura. En el 2012, sólo había 12 millones. Así que la producción aumentó en un 300 por ciento mientras que el empleo se redujo en un 25 por ciento. La productividad en la fabricación o la producción por trabajador por hora, subió un 189 por ciento sólo entre 1980 y 2012.
La carrera científico-tecnológica de los patrones — que obliga a un menor número de trabajadoras/es a ser más productivos y aumenta la producción para que la empresa pueda captar más parte del mercado de sus rivales — ha llegado a la etapa en la que el desempleo masivo y el subempleo permanente se han hecho irreversibles.
Lo que sucede en la GM sucede en toda la industria automotriz, en la industria manufacturera y en toda la economía capitalista en general.
Tanto la GM, como la Ford, la Chrysler, la General Electric, Caterpillar, IBM, Walmart, McDonald’s y otros gigantes corporativos que dominan el sistema, no pueden invertir lo suficiente para emplear a las decenas de millones de desempleadas/os y subempleadas/os.
Esta es la era del capitalismo de bajos salarios. Los bajos salarios se están imponiendo a través de todo el sistema capitalista. Las trabajadoras/es de las compañías de comida chatarra, de las gigantescas tiendas por departamentos, de los aeropuertos, las/os conserjes, trabajadoras/es de hogares de la tercera edad, del cuidado de salud en el hogar, guardias de seguridad y decenas de millones de otras/os, trabajan por un salario de supervivencia. Incluso las/os nuevos trabajadores que serán contratados en la GM, van a ganar $13,50 ó $14,50 por hora— menos de $30.000 al año.
Las necesidades del capital son obtener ganancias. Los patronos van a contratar solo la cantidad suficiente de trabajadoras/es es para satisfacer sus necesidades de ganancia. El capital es tan productivo ahora que si se ampliara su producción, rápidamente crearía muchos más bienes que lo que las masas de la clase obrera podrían comprar. Así que los patronos retienen la inversión, lo que significa abstenerse en la contratación de trabajadoras/es o recurrir al despido de trabajadoras/es donde se vea que eso va a “crear o conservar” sus ganancias.
En su obra fundamental “El trabajo asalariado y el capital”, Marx escribió acerca de este proceso de usar la tecnología en contra de las/os trabajadores en la guerra por ganancias.
“Esta guerra tiene la particularidad de que sus batallas se ganan menos por el reclutamiento que por el despido del ejército laboral. Los generales, los capitalistas, compiten entre sí en cuanto a quién puede licenciar la mayor cantidad de soldados de la industria”.
Así que cuando los patronos tratan de presumir sobre “la creación o la preservación” de unos pocos puestos de trabajo aquí o allá, las/os trabajadores deben recordarse de la cantidad de puestos de trabajo que los patronos han destruido y cuántas/os trabajadores han sido sumidos a la pobreza y al empleo de bajos salarios que les consignan a una vida de sufrimiento e inseguridad permanente.
Goldstein es el autor del libro, “El capitalismo en un callejón sin salida”.
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