Julio 8 — Este Comentario de Workers World /Mundo Obrero fue escrito el 5 de julio, antes del fallido intento de instalar a Mohammed ElBaradei como Primer Ministro y antes de que los combates para restaurar a Mohammed Morsi como Presidente explotaran. Lo que aparece a continuación incluye adiciones leves pero es esencialmente
el mismo texto.
Un flujo sin precedentes de millones de egipcios/as por todo el país ha demostrado que la revolución egipcia no sólo está viva, sino que va en aumento. Luego de haber realizado el derrocamiento del dictador Hosni Mubarak a través movilizaciones prolongadas, un heroísmo enorme y con gran sacrificio, las masas han venido nuevamente a las calles para exigir la realización de la revolución por la que lucharon en el 2011.
Pero si bien la revolución muestra su poder numérico, hay una confusión sobre el papel de los militares, quienes amenazan con descarrilar la revolución.
Junto a las movilizaciones de las masas, un descarado golpe de estado militar ha tenido lugar en Egipto.
El gobierno de Morsi se había ganado la ira popular por traer su propia marca de reacción social y política. Mientras tanto, no hizo nada para contrarrestar las crecientes dificultades económicas de las masas egipcias.
Sin embargo, cualesquiera que fueran las quejas contra el régimen de Morsi —y hay muchas— sería peor para el pueblo egipcio el resurgimiento de la máquina militar reaccionaria, represiva y corrupta y las fuerzas de seguridad creadas y financiadas por el Pentágono.
El brutal régimen militar ha enviado tanques y tropas para derrocar el gobierno Morsi por la fuerza, arrestando a cientos de dirigentes de su partido político, el Partido Justicia y Libertad y de la Hermandad Musulmana. Esto ha cancelado cualquier semejanza de expresión de democracia burguesa representada por la elección de Morsi. Los generales proponen restaurarla una vez que hayan cambiado las cosas más a su gusto.
El papel del imperialismo estadounidense –la fuerza real dominante en Egipto– en el golpe de estado no está claro. Secciones de la clase dominante de Estados Unidos estaban claramente preocupadas por las consecuencias del golpe. Otras estaban cautelosamente a favor. El diario New York Times se opuso al golpe de estado, mientras que el Washington Post, que es generalmente más severo que el New York Times, fue tan lejos como para exigir un corte de la ayuda militar de EE.UU. al Cairo. Temen futuros levantamientos. El Wall Street Journal sin embargo, favoreció el golpe.
Seguramente este golpe no tomó a Washington por sorpresa. Los generales del Pentágono tuvieron que haber estado plenamente informados y probablemente fueron consultados sobre el “nuevo camino” que el ejército iba a exponer. Sin duda tratarán de influir sobre el desenlace. El ministro de defensa Abdel Fattah Al Sisi, quien anunció el golpe de estado y trazó “la nueva ruta”, fue educado en el Colegio de Guerra del ejército de Estados Unidos en Carlisle, Pennsylvania.
FFAA egipcias, cliente
del imperialismo estadounidense
Sea el caso que sea, el régimen militar egipcio ha sido un cliente del imperialismo estadounidense durante décadas antes del golpe y seguirá siéndolo tras el golpe de estado. Ya Washington aprobara o no este golpe, el imperialismo estadounidense apoyará completamente cualquier régimen egipcio que emerja y seguirá proporcionándole armas debido a la importancia estratégica de Egipto en la dominación de Estados Unidos sobre el Medio Oriente y su petróleo.
Los generales egipcios tienen sus propios intereses urgentes para llevar a cabo el golpe de estado. El alto mando militar corrupto y en decadencia es más que el estado. Son una parte importante de la clase gobernante capitalista egipcia. Poseen enormes propiedades en la industria y el comercio. El cuerpo de oficiales tiene sus propios hospitales, escuelas y clubes y es una élite privilegiada que ha saqueado la economía del país a su voluntad y quiere mantener esta posición.
El ejército se ha movido preventivamente en un intento por disipar la creciente ola de protestas masivas que no tenían ninguna confianza en el gobierno de Morsi y exigían adelantar las elecciones presidenciales. Esto ha permitido a los generales obtener un crédito temporal con las masas y asestar un golpe a sus adversarios históricos, la Hermandad Musulmana.
Esta apertura política fue creada por una alianza oportunista y sin principios entre, por un lado, líderes engañosos del movimiento secular, secciones del movimiento juvenil y fuerzas islámicas en rivalidad con la Hermandad, y por otra parte, el régimen militar. La llamada “hoja de ruta” de los militares hacia la democracia fue elaborada por adelantado con Mohamed El Baradei, el ex director general de Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU —una persona completamente dentro de las filas de los sirvientes de alto nivel del imperialismo mundial.
Régimen de Morsi traicionó revolución democrática de 2011
El régimen de Morsi había honrado el tratado de paz de Egipto con Israel que dejó oprimido al pueblo palestino. Incluso inundó los túneles entre Egipto y Gaza en un intento por destruir una conexión económica vital que eludía al bloqueo israelí. No enjuició a aquellos del régimen de Hosni Mubarak que asesinaron a los jóvenes durante la revolución del 2011. Ignoraba las agresiones contra las mujeres.
El régimen de Morsi accedió a las demandas del Fondo Monetario Internacional de recortar los subsidios para alimentos y electricidad. Se alineó al derrocamiento del gobierno sirio y nunca mostró ni el más mínimo grado de independencia del imperialismo. El régimen desestimó las objeciones seculares sobre el énfasis en la ley islámica y nunca intentó seriamente comunicarse con la juventud.
El régimen de Morsi traicionó la revolución democrática por la cual las masas habían heroicamente luchado en la Plaza Tahrir y por todo Egipto en 2011. En una petición popular, “Tamarrud” (rebelión), que fue firmada por más de 15 millones de personas, los autores denuncian el abandono de los/as pobres, la sumisión a los Estados Unidos y la falta de justicia para los/as mártires de 2011.
Estas quejas están totalmente justificadas. Pero las fuerzas reaccionarias parciales al antiguo régimen adoptaron la campaña de petición y aumentaron así el número de manifestantes, sabiendo muy bien que una vez que Morsi fuera expulsado y el ejército estuviera de nuevo en el liderazgo, ninguna de las demandas progresistas sería cumplida. Fue un crudo cinismo político y una maniobra totalmente enmascarada.
Aunque los generales ya están moviendo fuerzas de la era Mubarak a posiciones de poder en el nuevo aparato del estado, esta precaria estructura podría desintegrarse rápidamente. El apoyo popular a los gobernantes militares no puede durar puesto que otra traición a las masas revolucionarias está en la agenda.
El ejército gozó de mucho prestigio en la sociedad egipcia después de que el Coronel Gamel Abdel Nasser y la Asociación de Oficiales Libres derrocaran al rey Farouk, marioneta feudal de los británicos en 1952, y liberaron políticamente al país de la dominación colonial. Ganó aún más prestigio con sus guerras contra Israel. Pero después de Nasser, Anwar Sadat en 1979 firmó un tratado de paz con Israel que había sido negociado en Camp David, en el estado estadounidense de Maryland, y que hizo que el ejército egipcio se hiciera un instrumento del Pentágono.
La ilusión sobre las fuerzas armadas era prevalente en la etapa del 2011 de la revolución cuando surgió la consigna “el ejército y el pueblo es uno”. Estas ilusiones ahora han resurgido y los generales las han alimentado en todos los sentidos.
El pueblo que quería justicia, liberación nacional, seguridad económica y libertad política en 2011, y que ahora está alabando el golpe de estado, tendrá que ir a las calles de nuevo para reclamar la revolución en una lucha de las masas independiente. La lección de este golpe puede ser que para obtener cualquier democracia burguesa verdadera, el “estado profundo” — los militares, las fuerzas de seguridad, la policía — debe ser destruido. Mientras estén en el poder, harán cuánto que esté a su alcance, abierta o clandestinamente, para impedir que cualquier democracia real de las masas o mejoramiento significativo de la vida del pueblo sea realidad.
Para alcanzar democracia, será necesario destruir el estado egipcio y romper sus conexiones al imperialismo estadounidense y al Pentágono. Eso sentará las bases para derrotar el capitalismo egipcio, el cual es verdaderamente el único camino a la liberación.
¡Viva la revolución egipcia!
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