Aunque la administración Obama sigue aduciendo que proporciona sólo ayuda “no letal” a la oposición Siria, su papel en alimentar la sangrienta guerra queda cada vez más claro.
Tras dos años de conflicto, más de 70.000 personas han muerto y más de 1 millón han sido desplazadas en lo que se está describiendo en los medios corporativos como una guerra civil. Más de 2 millones de niños/as sirios/as continúan lidiando con enfermedades, desnutrición y severo trauma psicológico.
Hasta el 28 de febrero el secretario de estado John Kerry anunció que Estados Unidos por primera vez estaba enviando ayuda “no letal” a la oposición Siria, afirmando que no está proporcionando armas porque “es difícil evitar que caigan en manos de militantes que podrían utilizarlas contra objetivos occidentales”.
Se ha reportado ampliamente que Jabhat al-Nusra, un grupo designado por Estados Unidos como terrorista, ha surgido como la fuerza militar líder de la oposición. “El único grupo rebelde sirio con un sello explícito de aprobación por Al Qaeda se ha convertido en una de las fuerzas de combate más efectivas del levantamiento, poniendo en una situación difícil a Estados Unidos y otros países que quieren apoyar a los rebeldes pero no a islámicos extremistas”, escribió el New York Times el 9 de diciembre del 2012.
El indicio de que la posición pública de la administración Obama proporcionando sólo ayuda no letal a Siria era falsa, apareció primero en junio del 2012, cuando el The New York Times descubrió “un pequeño número de agentes de la CIA” secretamente trabajando con “una oscura red de intermediarios”, incluyendo a la Hermandad Musulmana de Siria, Turquía, Arabia Saudita y Qatar, para enviar armas a la oposición. (New York Times, 21 de junio de 2012)
Ahora se ha confirmado que la CIA ha estado enviando grandes cargamentos de armas a Siria a través de representantes regionales desde por lo menos a comienzos del 2012. El puente aéreo secreto en los últimos meses aumentó dramáticamente incluyendo más de 160 vuelos de carga militar a través de aeropuertos turcos y jordanos.
Las implicaciones de esta política son asombrosas. Los datos sobre el costo humano de la guerra en Siria muestran cómo desde comienzos del año 2012—cuando los envíos de armas para los rebeldes aumentaron—las muertes semanales estaban disminuyendo, sólo para elevarse bruscamente a niveles sin precedentes a sólo unos meses del programa.
Las preocupaciones que Kerry planteó públicamente sobre las armas que son canalizadas a los terroristas, también parecen reflejar la realidad en el terreno. Se reporta que los representantes de Estados Unidos en Arabia Saudita parecen estar “involucrados en armar a los rebeldes sirios, los más ultra conservadores, ultra religiosos, como al-Nusra y… cientos de sauditas están infiltrándose a través de las fronteras de Jordania y Turquía para luchar con estos grupos extremistas en Siria”. (democracynow.org, 3 de marzo)
La naturaleza evidentemente criminal de estos grupos para lograr objetivos geoestratégicos no está sin precedentes en la política exterior estadounidense. El papel de Estados Unidos en Libia fue idéntico, llevando eventualmente a un conflicto transfronterizo que se desarrolló con consecuencias fatales para Mali. Otro reciente episodio fue la revelación de que el comando conjunto de operaciones especiales, JSOC por las siglas en inglés, de Estados Unidos estuvo durante años armando y financiando al grupo muyahidín e-Khalq, incluyendo el entrenamiento de sus miembros en Estados Unidos bajo una guerra encubierta contra Irán a través de asesinatos dirigidos y conspiraciones con explosivos.
Estos hechos por otra parte, ocurren en medio de crecientes señales de que la violenta oposición siria está luchando entre sí misma. El Presidente de la Coalición Nacional de Oposición Siria, Mouaz al-Khatib, anunció su renuncia el 24 de marzo, “citando su frustración con las potencias extranjeras no especificadas, a las que acusó de intercambiar financiación por el control del grupo”. (McClatchy Newspapers, 25 de marzo)
La intensificación de la militarización del conflicto sólo agravará la urgente crisis humanitaria. A pesar de todo, la clase dirigente imperialista estadounidense continúa alimentando la violencia, con la esperanza de que su política repetidamente fracasada de intervencionismo militar pueda servir a sus intereses en las llamas de Siria.
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