El Partido Workers World-Mundo Obrero expone que no miremos a las elecciones capitalistas para propiciar los cambios que los/as trabajadores/as, los pueblos oprimidos, las mujeres, la comunidad LGBT, jóvenes, ancianos/as e inmigrantes necesitamos tan desesperadamente en este país.
Las elecciones presidenciales intentan obliterar el hecho de que esta es una sociedad de clases altamente estratificada, con la mayor brecha en riquezas de cualquier país desarrollado. A pesar de tanta habladuría sobre la “clase media”, es la clase capitalista — un minúsculo porcentaje de la población — quien posee y controla la enorme riqueza. En el otro polo está la clase trabajadora, la gran mayoría de la población, cuyas destrezas y esfuerzos construyeron la economía pero quienes están bajo ataque en todos los frentes.
El proceso electoral, tan dominado por el dinero de la clase dirigente, no permite ni un susurro de esta monumental verdad entrar en los llamados debates. La discusión sobre el capitalismo está “fuera de la mesa” con ambos republicanos y demócratas, aún cuando el desastre social causado por la crisis económica capitalista tritura las vidas de decenas de millones. Las elecciones en Estados Unidos son altamente antidemocráticas, incluso comparadas con las de otros países capitalistas donde los partidos ganan escaños en parlamentos según una base proporcional. Aquí en EE.UU. el “ganador lo toma todo”, lo que significa que los partidos políticos progresistas que no reciben financiamiento corporativo no tienen ninguna posibilidad de tener candidatos electos.
Con menos de un mes hasta el día de las elecciones, una campaña de propaganda enormemente cara y omnipresente está en marcha para convencer al pueblo de que la forma en que vote determinará el curso de los acontecimientos en los años venideros. Se trata de responsabilizar a las masas de los ataques que vendrán sobre cada beneficio social ganado durante años de lucha.
Aunque no proveen soluciones concretas a las cuestiones vitales de puestos de trabajo, cuidado universal de la salud, educación, encarcelamiento masivo y brutalidad policial, y la influencia del complejo militar-industrial-financiero sobre la política exterior y el presupuesto, los candidatos de los dos partidos capitalistas hacen parecer que todo depende de quién sea elegido. Nunca mencionan el papel central que han tenido los movimientos de lucha de masas en cambiar la historia.
Al mismo tiempo, mucha gente creyó genuinamente que dieron un paso progresista cuando eligieron a Barack Obama como presidente en 2008. Para los/as blancos/as que votaron para él, fue una medida sin precedentes no solo de apoyar la igualdad en general, sino de aceptar el liderazgo afroamericano en el país. Para los/as afroamericanos/as, la esperanza se elevó sobre lo que aparentemente era la culminación de la larga lucha contra el racismo y la opresión nacional con una votación histórica por el primer presidente afroamericano — a pesar de la supresión siempre presente del derecho a votar.
Desafortunadamente, las elecciones del 2008 no cumplieron con ninguna de estas cosas. Continúa el mismo establecimiento racista. Las cárceles aún están llenas con 2,5 millones de reclusos, casi todos/as gente de color y blancos/as pobres. Los jóvenes negros y latinos en barrios empobrecidos son detenidos, arrestados y cada vez más son ejecutados donde viven por la policía. Los/as inmigrantes indocumentados/as son deportados/as a un nivel sin precedentes. Las mujeres pierden terreno por la reducción de puestos de trabajo en el sector público, otro efecto del declive capitalista — y aumentan los ataques contra la anticoncepción y el derecho al aborto. Y la guerra contra los sindicatos se hace cada vez más fea, ya que tanto las empresas privadas como los organismos gubernamentales trituran los contratos en los que los/as trabajadores/as y sus familias han dependido.
Fue la esperanza y el deseo de unidad lo que impulsó a Obama a la Casa Blanca. Los líderes del Partido Demócrata despertaron esta esperanza y luego la destruyeron al llevar a cabo los dictados de los grandes bancos y corporaciones. Pero el sentimiento progresista de las masas no está muerto. Ocupar Wall Street es un reflejo de eso. Puede ser renovado con una verdadera lucha fuera de la arena electoral.
No importa quién salga electo; serán los/as trabajadores/as construyendo alianzas con sus comunidades, tal como hicieron los sindicatos en Wisconsin y más recientemente los/as maestros/as en Chicago – no siguiendo como de costumbre, que se moverán hacia adelante nuestras luchas. Para llegar allí debemos romper con los dirigentes capitalistas y sus partidos políticos y tratar de construir órganos de poder popular independientes.
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