La estrategia de Washington para cimentar una alianza militar de Estados Unidos, Japón y Corea del sur se deshizo el 29 de junio en el último minuto cuando la presión popular obligó al régimen de Seúl a desvincularse y no firmar un pacto de intercambio de inteligencia militar con Tokio.
El Pentágono había confiado en el presidente derechista surcoreano Lee Myung-bak, para que entregase la mitad sureña de Corea en una alianza dirigida contra la República Democrática Popular de Corea en el norte y su gigantesco vecino, la República Popular China.
La clase dominante imperialista estadounidense le teme al rápido desarrollo económico de China. En el núcleo de la economía china está un sistema de propiedad y planificación estatal establecido después de la revolución socialista de 1949, aunque China ahora permite un creciente mercado capitalista. Al momento de la revolución, China tenía muy poca industria moderna; la gran mayoría del pueblo era campesino que apenas sobrevivía de cosecha en cosecha. Unos/as 600 millones de chinos/as han salido de la pobreza desde 1981, según el Banco Mundial, y la economía china ya es la segunda más grande del mundo. Mientras tanto, la pobreza y la inestabilidad están creciendo en los países capitalistas occidentales.
Bajo la administración de Obama un cambio en la estrategia militar ha hecho que se comience a construir más bases estadounidenses en Asia y se mueva la mayor parte de la flota estadounidense al Pacífico.
El año pasado, Estados Unidos llevó a cabo maniobras militares conjuntas con Japón y Corea del sur frente a las costas de la RDPC y no muy lejos de China.
Sin embargo, con lo que los imperialistas no habían contado era el fuerte impacto que esto tendría en el pueblo coreano tanto del sur como del norte, quienes han sufrido terriblemente por la guerra y la dominación extranjera.
En el norte, después de la prematura muerte de Kim Jong-Il en diciembre pasado, el nuevo gobierno de Kim Jong Un procedió a fortalecer aún más las defensas militares de la RDPC.
En el sur, las manifestaciones contra la colaboración militar con Japón y Estados Unidos han crecido cada vez más militantes, a pesar de las constantes advertencias del régimen de Lee sobre la “amenaza comunista” del norte.
Alboroto sobre pacto propuesto con Japón
La perspectiva de un pacto militar con Japón causó un alboroto incluso dentro de la legislatura, que fue formalmente notificada del acuerdo sólo un día antes de que fuera firmado.
Fue sólo después de que el asistente principal de “seguridad nacional” surcoreano Kim Tae-hyo, considerado el arquitecto del plan, fuera obligado a renunciar el 5 de julio que el New York Times decidió informar a sus lectores/as lo que realmente estaba pasando en Corea del sur:
“El gobierno del Sr. Lee consideraba el acuerdo como un paso limitado para aumentar los lazos militares con Japón, en consonancia con el deseo de Washington de poner los dos países asiáticos bajo una alianza trilateral que podría enfrentar más eficazmente las crecientes amenazas nucleares y de misiles de la RDPC, así como la expansión del poderío militar chino.
“Pronto se hizo evidente, sin embargo, que el gobierno había subestimado las vacilaciones de los surcoreanos sobre una cooperación militar con Japón. Los opositores del Sr. Lee rápidamente se valieron de esa inquietud para comenzar una ofensiva en un año de elecciones, acusando al Sr. Lee de doblegarse ante Washington, y con diversos grupos cívicos, compararon el campo gobernante conservador a los ‘traidores’ coreanos del pasado que secretamente cooperaron con la anexión japonesa de la península de Corea en 1910”. (New York Times, 5 de julio)
Toda Corea fue sometida al brutal dominio colonial japonés desde 1910 hasta 1945. Se estima que unas 200.000 mujeres coreanas fueron forzadas a la esclavitud sexual para “servir” a las tropas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. El odio a los opresores coloniales es muy profundo en Corea.
Las tropas estadounidenses que entraron en Corea del sur al final de la Segunda Guerra Mundial efectivamente dividieron al sur del norte. Una fuerza guerrillera liderada por Kim Il Sung, comunista coreano, ayudado por la Unión Soviética, liberó el norte de Japón. En el sur, muchos coreanos que habían colaborado con Japón se convirtieron en marionetas de los Estados Unidos, que también rearmó algunas tropas japonesas para prevenir que los trabajadores y los campesinos allí derrocaran a sus explotadores y se unieran a las fuerzas socialistas en el norte.
Hoy, junto al sentimiento masivo en el sur contra ser arrastrado hacia un pacto militar con Japón, hay un movimiento fuerte para reunir pacíficamente a Corea.
Resurgimiento del movimiento en el sur
El mismo día en que Kim Tae-hyo fuera obligado a renunciar del gobierno de Lee debido a su papel en el proyectado pacto militar con Japón, otro surcoreano, Ro Su-hui, caminó valientemente a través de la frontera fuertemente militarizada que divide el norte del sur. Inmediatamente fue arrestado por funcionarios de Corea del sur por haber visitado el norte.
Ro había pasado más de tres meses en la RDPC después de haber entrado el 24 de marzo desde China. Mientras estaba allí, había públicamente “llamado a la reunificación de las dos Coreas y criticado al presidente Lee Myung-bak de Corea del sur por su política intransigente relacionada a la RDPC”. (New York Times, 5 de julio)
Ro, que tiene 68 años, enfrenta una posible condena de 10 años de prisión por violar la ley anticomunista de seguridad nacional de Corea del Sur. (Lim Su-kyung, un activista pro reunificación que fue encarcelado bajo esta ley después de cruzar la frontera en 1989, ganó un escaño en el Parlamento de Corea del sur este abril — otra derrota para la derecha.)
Antes de que Ro cruzara hacia el sur, cientos de norcoreanos/as le dieron flores y agitaron “banderas de unidad”. Dos grupos le esperaban en el lado sur de la frontera: uno, de intransigentes de línea dura que lo llamaban “comunista” y quemaron una efigie suya, y el otro de partidarios que le dieron la bienvenida mientras pedían la derogación de la Ley de Seguridad Nacional.
Al día siguiente, un surcoreano condujo su furgoneta al portón de la embajada japonesa en Seúl.
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