Empleo, capitalismo y la lucha necesaria
Por Fred Goldstein
Traducido por Eufemiano Iparragoitia, Tlaxcala
En EEUU, cuatro años después del inicio oficial de la crisis actual en diciembre de 2007, los datos del empleo en diciembre de 2011 son un amargo recuerdo de que el capitalismo se halla en un callejón sin salida.
Hasta ahora hemos tenido cuatro años de desempleo masivo; los desahucios por ejecución hipotecaria de millones de afectados/as, la pobreza y el hambre están aumentando hasta niveles hasta ahora desconocidos. Para aquellos/as que tienen un empleo los bajos salarios se están extendiendo como una plaga. Toda una generación de jóvenes está excluida del mercado laboral u obligada a aceptar empleos de miseria. Estudios recientes muestran que EEUU, en vez de ser “tierra de las oportunidades”, es la tierra del descenso a la pobreza para la mayoría.
Por eso es tan indignante que los medios al servicio de las grandes compañías hayan tratado de convertir un grano de arena en una montaña con su entusiasmo ante los datos del empleo en el pasado diciembre. Si usted es uno/a de los/as 25 a 30 millones de trabajadores/as desempleados/as o subempleados/as, los 200 000 empleos que supuestamente se crearon en diciembre y la caída de la tasa oficial de desempleo desde el 8,6 al 8,5 por ciento equivalen a un minúsculo grano de arena.
Estos datos apenas mencionan que, según las propias cifras del gobierno, hay 13,1 millones de desempleados/as, 8,1 millones con empleo a tiempo parcial que necesitarían trabajar a tiempo completo y otros 2,3 millones que han “abandonado” toda esperanza. Esta última cifra está drásticamente subestimada en el informe, ya que excluye a millones de ciudadanos/as que no han buscado empleo en el último año o que nunca formaron parte de la fuerza laboral, porque no hay trabajo.
Los portavoces del capitalismo estadounidense están inmersos en el cínico ejercicio de “hablar bien de la economía”. Sin embargo, todos ellos saben que incluso este pequeño incremento en las cifras de empleo está exagerado por lo menos en 42.000, que corresponden a los efímeros puestos de trabajo de mensajería durante las vacaciones de Navidad, lo cual deja el número neto de puestos de trabajo creados en 160 000.
Si se considera que durante el mes de diciembre se necesitaban entre 125.000 y 150.000 puestos de trabajo adicionales sólo para absorber a los/as jóvenes elegibles para incorporarse a la fuerza laboral, el aumento neto de los datos oficiales del empleo disminuyen a entre 10.000 y 35.000. Si la economía capitalista continuase creando empleos a ese ritmo, se necesitarían muchas décadas para dar trabajo a tiempo completo a los 25 a 30 millones de desempleados/as.
De manera que el grano de arena es todavía más pequeño, si es que existe.
Occupy Wall Street: “¡Basta ya!”
Mes tras mes, año tras año, los/as trabajadores/as han estado a la espera de un repunte en el empleo que ponga a millones de nuevo a trabajar con salarios dignos, beneficios y seguridad laboral. Pero no ha sucedido. De hecho, las cosas han empeorado.
El mérito de que decidieran no esperar más se debe al movimiento Occupy Wall Street (OWS), que desde el 17 de septiembre ha desenmascarado a los ricos y poderosos en todo el país.
Frente a la represión policial, el movimiento ha encontrado la manera de continuar. Su mensaje de lucha está llegando a amplias capas de la población, incluidos el movimiento laboral, las comunidades, los/as estudiantes y los/as trabajadores/as en general.
Los medios de comunicación capitalistas, tras la cobertura inicial del movimiento, han tratado de evitar que el mensaje de resistencia se extienda mediante una censura casi total de los cientos de actividades que se realizan en todo el país. OWSt cuenta con el apoyo pasivo y la simpatía de millones de personas. La clase dominante quiere reducir ese apoyo y evitar su propagación.
La clase dominante teme la propagación del marxismo revolucionario
La clase dominante también teme que sectores del movimiento Occupy Wall Street se orienten hacia la ideología marxista revolucionaria.
En la actualidad Occupy Wall Street dirige sus acciones contra las instituciones capitalistas más poderosas: los bancos y los políticos que los rescatan.
También ha dirigido sus acciones contra las compañías hipotecarias reintegrando a las personas en sus hogares después del desahucio. Se ha manifestado contra las corporaciones industriales tratándolas de explotadoras, contaminadoras y mercaderes de la muerte, ya que forman parte del complejo militar-industrial. Ha acusado al complejo carcelario-industrial y a la policía de utilizar políticas de detenciones y cacheos racistas. Ha expresado su solidaridad con los/as trabajadores/as inmigrantes. Parte de este movimiento ha rechazado a los dos partidos capitalistas, el Demócrata y el Republicano.
El marxismo tiene una visión de conjunto de todas las instituciones y los males contra los que lucha Occupy Wall Street. Su punto de vista científico vincula a todas estas instituciones al sistema de la propiedad privada. El marxismo ha demostrado que la clase capitalista ha creado un sistema global de producción y distribución basado en un complejo proceso de trabajo socializado que implica a cientos de millones de trabajadores/as en cada continente.
El marxismo ilustra cómo un pequeño grupo de multimillonarios es capaz de tratar a las inmensas fuerzas productivas globales como su dominio privado. La obscena desigualdad, la extraordinaria riqueza de ese 1% (nótese que “el 1%” es otra manera de describir a la clase dominante) se reproduce una y otra vez mediante el proceso de explotación capitalista.
Bajo el capitalismo, los/as trabajadores/as están completamente aislados/as de la propiedad o el control de los medios de producción, distribución o servicios. Los/as trabajadores/as de la salud no pueden costearse sus gastos sanitarios, aunque trabajen en instituciones médicas privadas o pertenecientes al Estado capitalista. Los/as trabajadores/as agrícolas no pueden darse el lujo de ofrecer a sus familias una alimentación sana, por mucho que produzcan los alimentos. Los/as trabajadores/as que ganan 14 dólares la hora según los nuevos contratos de dos niveles y bajos salarios en la industria automotriz, no pueden pagar los automóviles que fabrican.
Los servicios hospitalarios, los alimentos y todos los automóviles se venden para obtener ganancias. Mientras tanto, los/as trabajadores/as tienen que vender su trabajo a un patrón y sólo reciben lo suficiente para malvivir como pueden, según sean las condiciones y el grado de la lucha de clases.
Con lo que el patrón se queda es el trabajo no remunerado bajo la forma de lo que Marx denominó plusvalía o ganancias capitalistas. Así es como funciona el sistema capitalista. Eso es lo que genera la desigualdad y los instrumentos e instituciones de represión necesarios para imponer un sistema tan injusto, no sólo en EEUU, sino en todo el sistema mundial de ganancias capitalistas.
Marx demostró que los bancos son el centro neurálgico financiero del capitalismo. El dinero es el inicio de todo bajo el capitalismo: la producción y la explotación comienzan con el capital. Los bancos controlan las arterias financieras del capitalismo. Al actualizar el marxismo en la época del imperialismo, el revolucionario ruso Vladimir Ilich Lenin puso de manifiesto cómo los bancos se unieron a los industriales y a los grandes minoristas para controlar la vida de las grandes y pequeñas empresas.
Los/as marxistas consideran que las corporaciones son el motor que permite la explotación de los/as trabajadores/as. Roban el trabajo de éstos/as, lo convierten en beneficios y utilizan la riqueza para ampliar el capital y para que los/as propietarios/as vivan una vida de obscena extravagancia. A largo plazo, los bancos sacan provecho de los beneficios que los capitalistas obtienen de los/as trabajadores/as, que se depositan en cuentas bancarias corporativas o terminan en las tesorerías de los gobiernos federal, estatal y local, desde las cuales vuelven a los bancos en forma de interés.
El marxismo considera que el Estado es un instrumento para la opresión de una clase por parte de otra con el fin de asegurarse su control; hoy en día, eso significa la explotación capitalista de los/as trabajadores/as. En EEUU, la policía, junto con el Departamento de Seguridad Nacional y otras agencias gubernamentales como el FBI, los tribunales y las cárceles, son el núcleo duro del Estado capitalista. Imponen el cumplimiento de las leyes capitalistas contra los/as trabajadores/as, los/as oprimidos/as y cualquier persona que quiera defender los intereses de las masas. Protegen la propiedad privada capitalista.
La policía rompe las huelgas, amparan a los rompehuelgas, sofocan las rebeliones, protegen el tráfico de drogas e imponen el racismo estatal contra las comunidades afroamericanas, latinas y asiáticas. La policía de la Oficina de Asuntos Indígenas oprime a los pueblos nativos.
El Pentágono es el ejecutor de la dominación imperialista global a favor del capital transnacional, incluidos los bancos, las compañías petroleras y las grandes corporaciones industriales y de servicios, que explotan con bajos salarios a los/as trabajadores/as de los países subdesarrollados –antiguas colonias– y saquean sus recursos.
La revolución socialista es la solución
Muchos/as miembros del movimiento Occupy ya se consideran revolucionarios/as y anticapitalistas. Es una transición natural desde la lucha contra todas las instituciones esenciales del capitalismo hasta el desarrollo de un análisis de la naturaleza fundamental del sistema y de una perspectiva revolucionaria para acabar con él.
El marxismo ha demostrado que la contradicción fundamental en la sociedad capitalista moderna es la contradicción que existe entre el sistema social organizado de producción y la propiedad privada de las fuerzas productivas de la sociedad.
Los capitalistas tratan este sistema global como algo propio. Si les proporciona ganancias, lo mantienen en marcha. Para obtener más ganancias, cada grupo capitalista trata de lograr que sus trabajadores/as sean más productivos/as por medio de la tecnología. Eso aumenta la producción, mientras que los salarios se mantienen en un estrecho límite. En las últimas décadas los salarios han disminuido a causa de la tecnología y la eliminación de puestos de trabajo.
El resultado es una crisis cada vez mayor de sobreproducción capitalista, con una masa de bienes que no se puede vender para obtener beneficios. Es entonces cuando empiezan los despidos. Las empresas se cierran. Se acortan las horas de trabajo de los/as obreros/as. Los salarios y beneficios se reducen. Unos pocos multimillonarios en los consejos de administración deciden el destino de cientos de millones de personas.
La actual “recesión” es la más larga desde la Segunda Guerra Mundial. El capitalismo, todavía en fase de “recuperación” del empleo, se enfrenta a una nueva recesión. El sistema se ha vuelto tan productivo que no puede revivir. Ha llegado a un callejón sin salida.
El marxismo ha demostrado que la única alternativa histórica a la propiedad privada del sistema de producción consiste en eliminarla y socializar la propiedad. Eso significa que la clase obrera y los/as oprimidos/as tienen que organizarse para tomar el poder político y arrancar los medios de producción y distribución al 1% de multimillonarios que son los explotadores capitalistas, con el fin de que la economía esté en manos del pueblo para las necesidades humanas, no para el lucro y la codicia.
Esta transformación de las relaciones de propiedad necesitará una revolución proletaria exhaustiva y profunda de los/as trabajadores/as y todos los/as oprimidos/as, que en última instancia implicará la movilización de millones de personas y conducirá a la liberación de la raza humana.
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