Libia y la época de la reconquista imperialista
Por Fred Goldstein
De cualquiera de las formas en que hubiera comenzado la rebelión en Libia,
era inevitable y totalmente previsible que pronto se convertiría en una
apertura para la intervención imperialista y la contrarrevolución en
este país rico en petróleo del norte de África.
El hecho de que la “rebelión” recibió grandes titulares
positivos y ferozmente hostiles al gobierno de Muamar Gadafi desde el
principio, debió haber sido suficiente para poner a todo el movimiento
anti-imperialista en guardia. La propaganda estándar de las
“masacres” sin la más mínima prueba, se repitió como
si fuera la verdad del evangelio. Eso debió haber sido una evidencia
más de los planes de intervención del “gran poder”
(“grande” en su opresión, como Vladimir Lenin señaló
hace tiempo.)
Las condenas eran particularmente hipócritas viniendo de la boca de las
mismas potencias imperialistas que han estado masacrando a los pueblos
oprimidos en todos los continentes desde los albores del colonialismo —
desde el comercio de esclavos/as en África, la crueldad de los
conquistadores en América del Sur, del genocidio de los pueblos
indígenas en los EE.UU., la colonización de la India, hasta las
campañas actuales contra el pueblo palestino en Gaza, las masacres de
civiles en Afganistán y Pakistán por los aviones no tripulados tipo
‘Predator’, y ni hablar de la total destrucción de la sociedad
iraquí y el asesinato en masa de civiles.
Ha habido numerosas rebeliones y muchas masacres documentadas de civiles
desarmados en los últimos meses que no han incitado la acción militar
de las potencias imperialistas. ¿Es acaso concebible que Washington
hubiera cabildeado o le hubiera torcido el brazo a la Liga Árabe para que
proporcionara una cubierta para la intervención de EE.UU. en apoyo a los
manifestantes en Yemen, Bahréin, Arabia Saudí o Jordania? No, porque
estas han sido genuinas rebeliones contra los regímenes autocráticos
que han sido respaldados por la Casa Blanca y el Pentágono.
No se hicieron campañas para conseguir resoluciones del Consejo de
Seguridad de la ONU que autorizaran una acción militar en ninguno de estos
países. Ni portaaviones, ni submarinos nucleares, ni buques de misiles, ni
aviones AWACS ó satélites espías, etc. se colocaron en
posición para apoyar estos verdaderos levantamientos populares contra las
apolilladas monarquías reaccionarias que protegen los intereses de EE.UU.
y las compañías petroleras occidentales, así como a la
posición estratégica del Pentágono en la región del Golfo
Pérsico.
Bush, Obama y el ‘cambio de régimen’
El hecho es que la administración Obama, los británicos y los
franceses han puesto a Libia en la lista del “eje del mal” iniciada
por George W. Bush en su infame declaración del Estado de la Unión
del 2002, donde destacó que Irak, Irán y la República Popular
Democrática de Corea son objetivos de “cambio de
régimen.” Eso es lo que significa “Gadafi debe
irse”.
Lo que estos tres países tienen en común es que todos ellos
expulsaron al imperialismo de su país durante el surgimiento del campo
socialista y los movimientos de liberación nacional después de la
Segunda Guerra Mundial. Eran parte de un movimiento mundial que luchó por
establecer la independencia económica y política fuera de los bancos
transnacionales, las corporaciones y el Pentágono.
Libia cae directamente en esa categoría después de haber derrocado el
títere rey Idris y botado el imperialismo en 1969 bajo la dirección
del coronel Muamar Gadafi. La revolución de Libia, al igual que las
revoluciones en Irak en 1958 e Irán en 1979, nacionalizó las
compañías petroleras occidentales y cerró las bases militares
imperialistas. El hecho de que después Gadafi se acercara más al
Oeste, abriendo su país a las compañías petroleras e imponiendo
programas de austeridad dictados por el Fondo Monetario Internacional, no es lo
suficiente para satisfacer el apetito voraz por ganancias de las corporaciones.
Ellos quieren tener absolutamente todo el país.
Libia y la época de la reconquista
La invasión de Libia es parte de una tendencia a largo plazo por parte de
los países imperialistas que comenzó con el colapso de la URSS y la
Europa Oriental en 1989-1991. Esa tendencia es la reconquista de territorios y
riquezas perdidas durante el auge del campo socialista y los movimientos de
liberación nacional del siglo XX.
De eso se trata la intervención en Libia. Eso es lo que explica las dos
guerras en Irak. Y eso es lo que también explica las permanentes amenazas
a Irán y Corea del norte, por no mencionar el bloqueo permanente de Cuba,
el cerco militar de China y el intento de destruir el gobierno de Robert Mugabe
en Zimbabwe.
En otras palabras, el derecho a la soberanía nacional, la
autodeterminación y la autodefensa de los países anteriormente
oprimidos es obsoleto, de acuerdo con la doctrina del Nuevo Orden Mundial.
La disparatada aventura en Libia, dirigida por Washington y apoyada por Gran
Bretaña y Francia, demuestra una vez más que la guerra y el
militarismo son una característica integral del imperialismo y del sistema
de capitalismo monopólico sobre el cual está fundamentado.
Durante la primera mitad del siglo XX, la guerra imperialista estaba impulsada
por la rivalidad inter-imperialista y la lucha sobre cuál país
sería el que saquearía los pueblos coloniales. Durante la segunda
parte del siglo XX, la guerra y las amenazas de guerra estaban dirigidas por la
lucha del imperialismo contra el campo socialista y los movimientos de
liberación nacional — la Guerra Fría.
Ahora, la tendencia permanente del imperialismo hacia la guerra y el
militarismo está conducida por el impulso de reconquistar los territorios
perdidos en ese período.
El imperialismo y la guerra permanente
El imperialismo estadounidense tiene ahora dos guerras y una enorme
ocupación pos-guerra simultáneamente — en Afganistán,
Libia e Irak. Ha hecho del noreste de Pakistán una zona libre para los
aviones teledirigidos tipo Predator. Desde el colapso de la Unión
Soviética y Europa del Este en 1989-1991, ha lanzado cinco guerras de
conquista — dos veces en Irak, en Yugoslavia en 1999, en Afganistán
en 2001, y ahora en Libia.
Ha amenazado con otras dos guerras — una contra Irán y la otra
contra la República Popular Democrática de Corea. Tropas
estadounidenses han estado en guerra continuamente durante la última
década.
Washington tiene cinco portaaviones, cada uno acompañado por una flotilla
de 10 destructores, fragatas y otros buques de guerra en el Mediterráneo y
en el Mar Rojo alrededor de Libia. Los imperialistas franceses e italianos
también tienen cada uno un portaaviones en la zona.
El mundo imperialista completo, con un producto nacional bruto combinado de
más de $20 millones de millones, una población combinada de casi mil
millones de personas, y una maquinaria militar combinada por valor de al menos
$2 millones de millones, se ha abalanzado sobre Libia — un país en
vías de desarrollo con 6 millones de personas, que fue una colonia, con
una economía de alrededor de $40 mil millones, y que no tiene la capacidad
de defenderse militarmente contra la fuerza devastadora que está
arremetiéndole.
Los gobiernos capitalistas francés y británico estaban clamoreando
por una zona de exclusión como pretexto para intervenir y proteger sus
intereses de petróleo. Pero no fue hasta que Washington se involucró,
forzando a la Liga Árabe y al Consejo de Seguridad de la ONU a acceder, y
hasta que movió su flotilla militar y su fuerza aérea en
posición, que el ataque pudo comenzar.
La clase trabajadora entra en el movimiento anti-guerra
Estas guerras han costado millones de millones de dólares. Están
desgastando la fundación económica de la sociedad capitalista
estadounidense e imponiendo un costo enorme a los/as trabajadores/as, a los/as
pobres y a los/as oprimidos/as, que pagan por las guerras con sus impuestos y
también con la pérdida de vitales servicios sociales.
Este lanzamiento de una nueva guerra viene en medio de una crisis
económica profunda, una recuperación sin empleos, un desempleo masivo
creciente, y una rebelión incipiente de la clase trabajadora, la cual se
ha manifestado en la lucha en Wisconsin contra los ataques a los sindicatos y
contra los presupuestos de austeridad.
El 19 de marzo una masiva manifestación contra la guerra tuvo lugar en
Madison, Wisconsin, a la que acudieron miles de miembros/as de sindicatos y sus
seguidores en un esfuerzo unitario con el movimiento anti-guerra. Éste es
un paso hacia adelante en los Estados Unidos en la dirección de dar al
movimiento anti-guerra un carácter de clase trabajadora.
Al multiplicarse las guerras y los ataques contra los/as trabajadores/as se
hacen más severos, una rebelión genuina de la clase trabajadora
entrará en la agenda. La clase trabajadora es la única clase que
puede acabar con las guerras imperialistas.
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