Lecciones de Wisconsin: Sólo la lucha de clases funciona
Por Fred Goldstein
La lucha vanguardista en Wisconsin frente a la ofensiva capitalista que se
quiere imponer contra los/as trabajadores/as y a favor de las medidas de
austeridad, sufrió un duro revés legal el 14 de junio. La Corte
Suprema revocó una orden judicial permanente contra el proyecto de ley
antisindical que fue convertido en ley el 11 de marzo por el reaccionario
gobernador racista, Scott Walker.
El tribunal del Condado de Dane, después de una gran presión popular,
había emitido una orden de medidas cautelares contra el proyecto de ley el
26 de mayo. Sin embargo Walker, el arquitecto del llamado “proyecto de
ley de reparación del presupuesto”, tenía el apoyo de la clase
capitalista y se impuso en el tribunal superior.
El problema no es sólo la decisión judicial. La pregunta básica
que se deben preguntar sindicalistas, líderes de las comunidades oprimidas
y estudiantes y jóvenes militantes, todos/as quienes impulsaron esta gran
lucha hacia adelante, es la siguiente:
¿Cómo puede el movimiento obrero organizado y sus aliados permitir
que una decisión por un pequeño grupo de jueces en una corte
capitalista anule las acciones y exigencias de cientos de miles de
trabajadores/as de Wisconsin — organizados/as o no, empleados/as y
desempleados/as, inmigrantes, agricultores/as, jóvenes y estudiantes,
organizaciones comunitarias — que han estado en un alto estado de
movilización desde la ocupación del Capitolio el 14 de febrero?
Esta ley draconiana acaba con la negociación colectiva de los/as
trabajadores/as del sector público. Establece las mismas disposiciones
[antisindicales] que prevalecen en los llamados “estados con derecho al
trabajo” del sur de los EE.UU. Bajo las disposiciones del presupuesto
asociado, se tomarán $800 millones o más de los servicios para el
pueblo — incluyendo de la educación, salud, alimentación y
asistencia de vivienda. Cientos de millones de dólares se les darán a
los ricos en recortes de impuestos y en contratos.
La movilización de los/as trabajadores/as de Wisconsin durante cuatro
meses, fue uno de los mayores actos de fuerza y organización continua de
los sindicatos en las últimas décadas. Inspiró solidaridad
nacional e internacional, y un aumento en el apoyo público hacia los
sindicatos.
Los 18 días de ocupación del Capitolio y de concentraciones de masas
alcanzaron su punto máximo el 12 de marzo, cuando se estima que 185.000
personas rodearon al Capitolio en Madison.
¿Cómo puede un conjunto de leyes impopulares imponerse a millones de
personas frente a esto?
Esto no ha terminado
No es muy tarde para hacerse estas preguntas. Un capítulo en la lucha de
Wisconsin puede haber concluido, pero los ataques todavía persisten. La
posibilidad de reabrir la batalla puede volver a aparecer pronto.
La respuesta corta es que la lucha tenía que pasar de la presión
puramente política de las manifestaciones de masas, a la lucha de clases
directa, donde el gobierno, los empresarios y los banqueros tendrían que
detenerse en seco o hacerles pagar un alto precio.
Gran entusiasmo y esperanza se produjo cuando la Federación Sindical
Centro-Sur de Winsconsin, que representa 45.000 trabajadores/as, votó a
favor de las medidas adoptadas por los sindicatos afiliados para prepararse
hacia una huelga general si la ley fuese aprobada. Este voto se dio
después de una manifestación de 100.000 personas dos días antes
en el Capitolio.
La mención de una huelga general en Wisconsin afectó al movimiento
obrero del país. A menudo, grupos radicales exigen al movimiento sindical
que convoque a una huelga general sin consideración alguna hacia las
condiciones reales. Pero por primera vez en muchos años, parecían
estarse dando estas condiciones e incluso una federación sindical
importante la discutió.
La próxima semana, el 26 de febrero, las manifestaciones en Madison
aumentaron en tamaño alcanzando las 150.000 personas. Se celebraron
manifestaciones solidarias en los todos los 50 estados. Llegaron delegaciones a
Madison desde lejos, incluyendo un avión lleno de sindicalistas desde Los
Ángeles.
Con una maniobra parlamentaria ilegal, los republicanos aprobaron la ley
antisindical y el 11 de marzo el gobernador Walker la aprobó
firmándola. Al día siguiente se dio la manifestación más
grande hasta la fecha, en la cual el AFL-CIO estimó que 185.000 personas
habían participado, incluyendo una gran delegación de agricultores/as
de Wisconsin en sus tractores.
En ese momento se vio muy claro que ningún tipo de presión
política iba a mover a Walker, los republicanos o la clase dominante que
está detrás de ellos.
Las manifestaciones alcanzaron intensidad máxima. La ley fue aprobada. Las
bases y los/as dirigentes sindicales de nivel inferior esperaban a ver, ahora
que se había aprobado el proyecto de ley, cuál sería el
siguiente paso.
Una opción era volver a ocupar el Capitolio con concentraciones masivas.
La ocupación había terminado antes por una combinación de
mentiras y engaños por funcionarios estatales y sindicales, quienes
ayudaron a convencer a los/as estudiantes y trabajadores/as a salir del
edificio.
¿Habría ánimo o una propuesta para una huelga general? El
proyecto de ley no se detuvo. Ni se anuló. La lucha debía
intensificarse.
El sitio web de la Federación Sindical Centro-Sur de Wisconsin
publicó una explicación detallada de cómo el movimiento obrero
en Ontario, Canadá, había llevado a cabo entre 1995 y 1998, once
días de acciones. Estas huelgas generales habían derrotado un duro
programa de austeridad y de medidas antisindicales. (scfl.org)
Líderes de la lucha de Ontario describieron en detalle cosas como la forma
de superar las divisiones entre los sindicatos y la creación de alianzas
con organizaciones comunitarias y movimientos sociales. Mostró cómo
establecer comités de huelga con dirigencia conjunta de los sindicatos y
la comunidad. Esto es muy importante en Wisconsin porque, mientras que el
centro de la lucha era en Madison, los/as negros/as, latinos/as y las
comunidades de inmigrantes documentadas/os e indocumentados, serán
fundamentales para el éxito de cualquier lucha estatal contra el
gobierno.
Educar a los/as trabajadores/as blancos/as sobre la solidaridad con las
comunidades oprimidas será clave. Los/as dirigentes sindicales de Ontario
mostraron cómo llevar a cabo una prolongada campaña para educar a
los/as miembros del sindicato en salones, casas, bares y cafeterías
locales. Explicaban cómo superar los diferentes estilos de
organización entre los grupos comunitarios y los sindicatos, cómo
tratar con el gobierno, la policía, los patronos, los medios de
comunicación, etc.
Describían cómo arreglar servicios de transporte, de emergencia y
servicios médicos; cómo entrenar para líneas de piquete; dividir
la ciudad en zonas; crear planes de corto y largo alcance y cómo
establecer un cuerpo de administración para organizar y dirigir la
huelga.
Más importante fueron los ejemplos de cómo el movimiento canadiense
rehusó reconocer que la violación de los derechos de los/as
trabajadores/as era “legal” y en vez de eso declaró que la
lucha sí era legal.
Así, mientras que el liderazgo sindical en este país básicamente
no tenía experiencia en convocar a una huelga general, una abundancia de
información sobre cómo hacerla estaba disponible.
Sin embargo, en el sitio web de Wisconsin, al lado del documento sobre la
huelga general, había un memorándum sobre los derechos legales que
virtualmente declaraba que cualquier acción en favor de una huelga general
o cualquier otra huelga contra el estado, era ilegal y pudiera poner al
sindicato y a sus miembros en riesgo de multas y detenciones.
El liderazgo sindical en Wisconsin, en esta situación difícil,
mantuvo silencio sobre la huelga general. En cambio, volteó la
atención hacia el movimiento para revocar a los/as legisladores
republicanos/as y a la posibilidad de que las cortes anularan la ley.
Todo el peso de la decisión para llamar a una huelga general no puede ser
dejado solamente en los hombros de los/as líderes estatales. Para tomar
una decisión tan importante, el liderazgo estatal y local debe saber que
están desafiando a la clase dominante entera. Era obligatorio para el
liderazgo sindical nacional el declarar abiertamente que apoyaba
fehacientemente una lucha tan crucial en la cual la suerte de los/as
empleados/as públicos/as estaba en juego. Mientras que el presidente del
AFL-CIO Richard Trumka apareció en asambleas para apoyar a los/as
trabajadores/as, nunca señaló hacia la dirección de la lucha de
clases, manteniendo en vez, la línea de apoyo para el Partido
Demócrata.
Los/as trabajadores/as no fueron derrotados/as en ninguna gran batalla de
clases con el estado capitalista. El revés fue resultado de la falta por
los líderes sindicales de usar la fuerza, energía y
determinación mostradas por los/as trabajadores/as, para vencer los falsos
reclamos de “legalidad” capitalista decididos por los/as
legisladores/as y las cortes. En su lugar, los líderes aceptaron las
decisiones capitalistas.
En principio, no hay nada malo con el uso de las medidas de revocación
para eliminar a legisladores reaccionarios/as, ni usar las cortes en ciertas
ocasiones para hacer valer los derechos de la clase trabajadora.
Lo que sí es un error, sin embargo, es depender solo de estas medidas. Los
métodos parlamentarios y judiciales no pueden ser más que secundarios
cuando la lucha es con la clase capitalista y su estado. Solamente la lucha de
clases, la cual desafía el poder de clase de los patronos y su estado,
puede resultar en una victoria significativa y de larga duración.
La única manera de lograr esta victoria es que los/as miembros de base del
movimiento sindical organicen desde abajo hacia arriba, construyendo
comités para promover la lucha de clases contra la patronal y su estado y
forzar a los/as líderes sindicales a luchar o de lo contrario, empujarlos
al lado y hacerse cargo de los sindicatos desde abajo.
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