Mientras millones lamentan y prometen dar fin a la racista pena de muerte
Georgia ejecuta a Troy Davis, rechazando la prueba de su inocencia
Por Dianne Mathiowetz Atlanta
22 de septiembre – Es la mañana después del asesinato premeditado y a sangre fría de Troy Anthony Davis por el estado de Georgia.
El Internet y otras formas de medios de comunicación social, así como periódicos, radio y televisión, están llenas de imágenes de los miles de personas que se reunieron en varias ciudades de los EE.UU., en todo el mundo y frente a los muros de la cárcel de Jackson en Georgia que alberga la cámara de la muerte.
Millones de personas hicieron llamadas telefónicas y enviaron cartas, mensajes en Twitter y mensajes de correo electrónico, unidas en la demanda de que la ejecución de Davis se detuviera. Se hicieron llamamientos a todas y cada una para que intervinieran, desde el director y los guardias de la prisión hasta al presidente Barack Obama. La Corte Suprema detuvo la ejecución por casi cuatro horas, pero luego selló la muerte de Davis sin ningún comentario.
Los hechos de este caso son bien conocidos
Davis fue juzgado en 1991 por el asesinato dos años antes, del oficial de policía de Savannah, Mark MacPhail quien a la sazón estaba fuera de servicio.
No se pudo producir ninguna evidencia física o forense que vinculara a Davis con el tiroteo. El arma homicida nunca se encontró. No se encontraron huellas dactilares, evidencia de sangre o residuos de pólvora.
El juicio se celebró en Savannah, una ciudad del sur, donde el lugar de un antiguo mercado masivo de esclavos es una zona turística llena de boutiques y bares, y donde sobresalen marcadamente las diferencias entre las áreas donde vive la gente negra y el área de parques cubiertos de musgo español y mansiones de la élite de la ciudad.
La fiscalía se basó en el testimonio de testigos presenciales. Más tarde, siete de los nueve testigos retractaron o alteraron sus declaraciones, alegando coerción policial, amenazas o intimidación. Sin embargo Davis, un joven negro, fue encontrado culpable de matar al oficial de policía blanco.
Davis siempre mantuvo su inocencia. Lo declaró nuevamente mientras se encontraba atado a una camilla en espera de la letal inyección.
En todos los lugares donde se llevaron a cabo las protestas ayer por la noche, las propias palabras de Davis a sus partidarios/as fueron repetidas y reforzadas.
En estas últimas oportunidades para hablar de su pendiente muerte, mientras mantenía esperanza, dejó claro que ha habido otros Troy Davis en el pasado – gente inocente condenada y ejecutada por un sistema judicial totalmente racista e injusto. Dirigió sus palabras a los otros Troy Davis en corredores de la muerte. Y habló de las más de 2 millones de personas que se encuentran hoy en cárceles y prisiones estadounidenses, muchas igual que él – jóvenes, procedentes de las comunidades de color, trabajadores/as, a menudo pobres.
El mensaje de Davis a todas aquellas personas que firmaron peticiones, escribieron cartas, protestaron y trabajaron sin descanso para salvar su vida, es que deben transferir esa pasión y ese compromiso para acabar con la pena de muerte en los EE.UU. y luchar siempre por la justicia.
La historia brutal y racista de Georgia
Georgia tiene una historia larga y sangrienta. Se inicia con la importación y venta de esclavos/as africanos/as y continúa con la brutal eliminación forzada del pueblo Cherokee y otros pueblos indígenas por el Sendero de Lágrimas.
Se extiende desde el Motín Racial de Atlanta en 1906, cuando 10.000 hombres y niños blancos arrasaron el centro de Atlanta en un frenesí asesino, matando y golpeando gente negra y quemando sus negocios, hasta el linchamiento de Leo Frank en 1915 por una turba anti-judía formada por prominentes líderes de Marietta.
Los días de la segregación Jim Crow generaron el asesinato por el Ku Klux Klan de dos parejas negras en Ford Bridge en Moore en el 1946. Fue el uso caprichoso y arbitrario de la pena de muerte en Georgia, como se reveló en el caso Furman en 1972, lo que ocasionó que la Corte Suprema declarara una moratoria sobre la pena capital. Posteriores casos de Georgia ante el máximo tribunal permitieron la reanudación de la pena de muerte y negaron la admisión de los patrones históricos de discriminación racial como evidencia.
Sin duda, el suelo de arcilla roja de Georgia está manchado con la sangre de muchas víctimas del racismo, la pobreza y la intolerancia.
Estadísticas recientes muestran que Georgia tiene la tercera tasa de pobreza más alta en Estados Unidos. Se encuentra entre los principales estados con ejecuciones hipotecarias. Sus cifras de desempleo son siempre superiores al promedio nacional. En cada índice de bienestar social — desde la salud hasta la calidad de la educación — Georgia está cerca del final de la lista.
La pena de muerte en Georgia se remonta a los primeros días coloniales, cuando la pena capital estaba dirigida a sofocar la resistencia de los/as esclavos/as así como en contra del organizar para lograr la abolición.
La pena de muerte es la herramienta suprema de una clase dominante explotadora empeñada en mantener su autoridad sobre todos/as aquellos/as cuyo trabajo proporciona sus ganancias.
Esta flagrante injusticia después de los 22 años de lucha que llevó Davis para reivindicar su inocencia ante numerosos tribunales, ha desgarrado el velo del debido proceso y la legalidad y reveló la monstruosidad de este sistema judicial basado en la clase y en la raza.
¡En nombre de Troy Davis, la hora de la lucha de masas, la organización y la resistencia es ahora!
PostScript: En la mañana del 22 de septiembre, el estado de Georgia emitió una orden de ejecución para Marcus Roy Johnson, a ser cumplida entre el 5 y el 12 de octubre.
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