Que vivan los héroes de la Plaza de la Liberación
Por Fred Goldstein
4 de febrero — La batalla en la masiva plaza central del Cairo para
derrocar al dictador y títere de EEUU Hosni Mubarak, pasará a la
historia como un momento crucial, cualquiera que sea su resultado.
Las masas en la Plaza Tahrir (Liberación) — ahora conocida entre los
combatientes como Plaza de los Mártires — dieron a los matones
contrarrevolucionarios de un régimen moribundo un golpe tras otro,
deteniéndoles y manteniendo así el control de la plaza, logrando de
este modo una victoria militar y política. Estaban conscientes plenamente
de la importancia política crucial de mantener la plaza para el pueblo.
Esta fue una victoria para las masas del pueblo egipcio, el pueblo del Oriente
Medio en su conjunto, y para los/as trabajadores/as y oprimidos/as del
mundo.
El régimen de Mubarak hizo un intento brutal por revertir el gran impulso
de la insurrección después de que millones de personas salieran a
participar en la “marcha del millón” alrededor del país
el martes pasado. Lo que pretendía ser la manifestación más
grande en la historia del Cairo se hizo realidad en la Plaza Tahrir.
Clave para el desesperado intento del régimen de Mubarak de recuperar su
posición, era el poder echar a los/as manifestantes por la fuerza y la
violencia y tomar la plaza para la contrarrevolución. Además de tener
como objetivo el simbolismo político de retomar la plaza en manos de las
fuerzas populares en contra del gobierno, el objetivo era sembrar el terror y
el miedo entre la población.
Gracias a los miles de defensores que arriesgaron su vida y su integridad
física durante dos días, el régimen fracasó en ambos casos.
La defensa de la plaza el miércoles y el jueves, 2 y 3 de febrero, condujo
a la enorme manifestación del viernes, “Día de la
Salida”, y permitió que la lucha recuperara su impulso.
Sin lugar a dudas, la Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado
y Wall Street vieron la heroica defensa en los alrededores de la plaza con gran
aprensión al ver derrotados a los matones de Mubarak. Esto debe haber
acelerado los esfuerzos de la clase dominante imperialista de presionar a
Mubarak para que se retire.
La defensa de la plaza fue un glorioso ejemplo de rápida
auto-organización del pueblo. Miles de manifestantes se comprometieron a
permanecer en la plaza hasta que Mubarak y su régimen desaparezcan. De
repente se vieron enfrentados por miles de policías vestidos de civil,
espías y empleados del Ministerio del Interior, miembros del partido
oficialista y varios matones a sueldo. Hay 1,5 millones de policías y 3
millones de miembros del partido oficialista.
Esta escoria de la sociedad egipcia fue transportada en autobuses y furgonetas
por el régimen a una zona de concentración cerca de la plaza. A las
2:15 pm se les dio la señal de ataque. Los militares, que al principio les
detuvo, les dejaron entrar arrasando. Armados con tubos, cadenas, mangueras de
goma, cuchillos, palos con clavos, y armas de fuego y lanzando piedras y
cócteles molotov, se lanzaron contra los manifestantes desarmados.
En poco tiempo, los manifestantes levantaron barricadas de defensa con
láminas de metal, vallas de hierro, autos volcados, tablas y cualquier
cosa que pudiera servir como un escudo y una barrera. Se organizaron grupos
para defender diferentes puntos y crearon puestos de control alrededor de las
vías que conducían a la plaza.
Picaron las aceras para tener piedras para lanzar. Se trajeron botellas de
todas partes para hacer cócteles molotov. Un productor de Al Jazeera no
identificado que estaba en la escena informó desde un puesto de control en
la plaza: “Se amontonaron piedras alrededor de las calles y había
botellas de cóctel molotov juntas, una al lado de otra cerca de un
árbol — un arsenal revolucionario”. Se trajeron y
distribuyeron alimentos y otros suministros. Un tamborileo constante mantuvo la
moral.
El periodista habló con Hossan Eid al-Sharqawy, el líder en el puesto
de control. “Hosni Mubarak, mata a su propio pueblo”, dijo.
“Si muero esta noche, Ud. contará mi historia”.
Eso explica cómo el estado de ánimo y las consignas cambiaron en la
plaza, de “Vamos a permanecer en la plaza” a “Vamos a morir
en la plaza”.
Al arreciar la batalla, se aumentaron las víctimas en ambos lados. Cientos
de manifestantes recibieron heridas en la cabeza, puñaladas y fracturas
óseas. Muchos sufrieron heridas por arma de fuego. Antes del amanecer del
jueves, los matones del gobierno abrieron fuego. Se reportó que el
número de muertes en la plaza era de 10 a 15, pero probablemente fue mucho
mayor.
Se improvisaron hospitales de campaña en los callejones. Una mezquita fue
convertida en hospital. Muchos voluntarios médicos llegaron a la plaza
para ayudar a los heridos mientras los manifestantes les asistían.
“Mubarak les dijo que nos mataran”, dijo Osama Hilal, un
médico que trataba a los heridos en un centro improvisado de
clasificación de heridas. “Él cree que tendrá éxito
en hacer que todas las personas salgan de la plaza. Pero no vamos a
salir”. (Washington Post, 2 de febrero)
Los defensores capturaron 350 fuerzas contrarrevolucionarias. La oficina de una
agencia de viajes se transformó en un centro de detención para los
matones capturados. Fueron esposados con tiras de plástico. Se confiscaron
tarjetas de identificación de la policía y del Ministerio del
Interior, así como tarjetas del Partido Nacional Democrático, las
cuales fueron mostradas a la prensa. Luego se las entregaron al
ejército.
La valentía, la determinación, la creatividad y el ingenio de las
masas desarmadas organizándose militarmente espontáneamente para
hacer retroceder este vicioso ataque por sorpresa, muestra el potencial que
existe para esfuerzos de masa mayores y más amplios. Estos serán
necesarios para sacar al gobierno actual, que está respaldado por el
imperialismo estadounidense y todas las potencias imperialistas que quieren
llevar las riendas de la sociedad egipcia, por las buenas o por las malas.
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