Rebelión popular en Kirguistán sacude al Pentágono
Por Deirdre Griswold
Durante ocho años y medio, el ejército de los EEUU ha estado librando
una guerra en Afganistán — la guerra más larga en la historia
de EEUU contra uno de los países más pobres del mundo. El
Pentágono ha enviado allí una fuerza cada vez mayor — el
número de efectivos se triplicó después de que el Partido
Demócrata ganara la presidencia — y construyó bases militares
en la región con el fin de mantener el flujo de efectivos y materiales
desde los EEUU a Afganistán.
La base de tránsito más grande en los últimos años ha
estado en la vecina Kirguistán, una nación del Asia Central con 5
millones de personas que antes era la República Soviética de
Kirguiza. Sólo en el mes pasado, cerca de 50.000 militares estadounidenses
transitaron por la Base Aérea de Manas en Kirguistán yendo y viniendo
de Afganistán. Independientemente de quién esté en la Casa
Blanca, quien dirija el Departamento de Estado o el Departamento de Defensa, o
lo que las encuestas muestren sobre la actitud del pueblo de EEUU en
relación a la guerra, los planes elaborados en el Pentágono para
trasladar tropas y suministros a Afganistán han continuado según lo
previsto.
Hasta el 7 de abril. Entonces, una reacción casi de pánico reinaba en
Washington — lo suficiente para que el Pentágono anunciara que iba a
parar los vuelos hacia y desde Manas durante 12 horas. Luego se reanudaron,
pero el 9 de abril el mayor John Redfield, un portavoz del Comando Central de
EEUU, anunció que los militares de EEUU en Kirguistán habían
decidido “desviar temporalmente los vuelos de transporte de pasajeros
militares” fuera de la base de Manas. (Reuters, 10 de abril)
Este suceso ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del imperialismo
estadounidense y sus planes de guerra en un momento cuando se han desencadenado
luchas de las masas en varios países contra el grave impacto de la crisis
económica capitalista mundial.
¿Qué ocurrió en Kirguistán para sacudir al Pentágono?
Decenas de miles de personas arriesgaron sus vidas en un levantamiento popular
militante. Tumbaron a un gobierno corrupto que había disfrutado de una
relación de proximidad con los militares de EEUU, mientras cortaba a nivel
de inanición el estándar de vida de la población.
Éstos son algunos de los hechos que han salido a la luz:
* El ahora depuesto presidente Kurmanbek Bakiyev, que llegó a la
presidencia a través de una “Revolución de Tulipanes”
confeccionada en el occidente en 2005, amenazó a principios de su mandato
con rescindir el contrato de la base. Pero EEUU acordó subir el precio del
alquiler, de US$20 millones a $60 millones. Y en un acuerdo paralelo no hecho
público hasta ahora, llegaron a un acuerdo mediante el cual el hermano del
presidente vendía combustible para aviones a los ocupantes estadounidenses
con una ganancia de $10 millones al mes — lo que es el doble del dinero
que se pagó al gobierno de Kirguistán. Un ex teniente coronel del
Ejército estadounidense, Chuck Squires, fue contratado para ejecutar el
contrato. (The New York Times, 12 de abril)
* Mientras se enriquecía él y su familia, Bakiyev subió el
precio de la calefacción, la luz y el agua caliente, utilidades
suministradas por el estado, de 170 a 400 por ciento este enero. En un
país donde casi la mitad de la población vive por debajo de la
línea de pobreza y las temperaturas caen por debajo de 0 grados F en el
invierno, estas subidas fueron como una pena de muerte para muchos/as que
tenían que escoger entre la comida o la calefacción. Este gran
aumento dejó a algunos/as teniendo que gastar un 80 por ciento de sus
ingresos para luz y calefacción.
Cuando Kirguizia era parte de la Unión Soviética, recibía
petróleo y otras necesidades fundamentales a precios subvencionados por el
gobierno central. De hecho, Kirguizia y otras repúblicas del sur se
beneficiaron de un programa de acción afirmativa que intentaba levantar su
nivel de desarrollo económico a uno más cerca del nacional.
Una vez que la URSS fue fragmentada en pequeños países que
competían entre sí y el capitalismo fuera restaurado, disminuyó
el nivel de vida del pueblo trabajador en estas regiones. Los privilegiados,
sin embargo, ahora estaban libres para hacerse “empresarios” lo
cual generalmente significaba conectarse de alguna manera a los intereses
rapaces de las corporaciones imperialistas que pagaban sobornos a oficiales
para que abrieran sus puertas a la explotación desenfrenada de una
región rica en recursos naturales. Ésta es la fuente principal de la
actual corrupción en los gobiernos de estos pequeños países.
El pueblo de Kirguistán no podía aguantar más esta
situación. El 7 de abril rodearon los edificios gubernamentales en la
capital Biskek, y se negaron a dispersarse. Por órdenes del Presidente
Bakiyev, las tropas dispararon a la multitud, matando por lo menos a 75
personas e hiriendo a cientos más. Sin embargo, la gente no se retiró
y terminaron por ocupar los edificios gubernamentales mientras el ejército
y la policía rompían filas.
El levantamiento se esparció por casi todo el país, derrocando a los
oficiales del viejo régimen.
Un gobierno interino ha sido formado, encabezado por Roza Otunbayeva,
ex-ministro de relaciones exteriores. Bakiyev ha huido al sur de
Kirguistán y se niega a dejar su puesto.
El nuevo gobierno envió una delegación a Moscú para buscar
asistencia económica de Rusia. Dice que su primera prioridad es aliviar
las penurias económicas que enfrenta el pueblo y que no tiene planes
inmediatos de cancelar el contrato que arrienda la Base Aérea de Manas al
Pentágono.
Pero el mandato del pueblo está muy claro — y Washington está
muy preocupado.
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