Entrevista con la escritora iraquí Haifa Zangana
Las mujeres iraquíes bajo el bloqueo imperialista
Entrevista conducida en Asturias, España, mientras John
Catalinotto, redactor auxiliar de Workers World-Mundo Obrero, y Haifa Zangana
asistían a una conferencia internacional.
WW: ¿Cuál era el papel de la mujer en el
movimiento anticolonial y su participación personal en la política en
Iraq, y cómo se reflejó esto en su escritura? ¿Cómo
afectaron las sanciones impuestas contra Iraq en 1990 a las mujeres en
particular y a la población iraquí en general?
HZ: Las mujeres iraquíes han estado entre las más
liberadas de Oriente Próximo; tienen una larga historia de militancia
política y de participación social desde el siglo XIX. Durante el
siglo XX participaron en la lucha contra la dominación colonial al igual
que en las luchas por la unidad nacional, la justicia social y la igualdad de
la mujer. De hecho, en 1993 la UNICEF declaró que “raramente las
mujeres del mundo árabe disfrutan de tanto poder y apoyo como del que
disfrutan en Iraq”.
Yo no fui una excepción. Fui miembra de la Dirección Central (DC) del
Partido Comunista Iraquí y en 1972 fui encarcelada (primero en Qasr
al-Nihaya y después en Abu Ghraib) debido a mi papel en la lucha armada
mientras aún era estudiante en la Facultad de Farmacia de la Universidad
de Bagdad.
La DC, que surgió a mediados de la década de 1960, era una
facción revolucionaria del Partido Comunista Iraquí [PCI]. Se
oponía a la política de colaboración del PCI con los gobiernos
ligados a las políticas de la Unión Soviética.
A finales de la década de 1960, este grupo se convirtió en un
elemento poderoso dentro del PCI que defendía la lucha armada para
levantar a las masas, inspirándose en la revolución cubana y en la
lucha en Vietnam. La DC luchaba por la autodeterminación del pueblo kurdo
iraquí dentro de un Iraq democrático y exigía el fin de la
ocupación de Palestina.
En 1974 salí de Iraq para trabajar con la OLP en Siria y el Líbano; y
al comienzo de la guerra civil del Líbano (1975) me trasladé a
Londres. Después de yo salir de Iraq, mi familia tenía que
presentarse regularmente a la seguridad del Estado y demostrar que no
tenían contacto conmigo.
A pesar de oponerme al régimen del Baaz, siempre mantuve que el Baaz no
representaba al conjunto del pueblo iraquí por lo que los/as iraquíes
no tenían que ser castigados/as por los crímenes cometidos por el
régimen. Este es el motivo por el que siempre mantuve una oposición
activa contra el brutal régimen de sanciones o el “bloqueo”
— como lo llamábamos — establecido por Naciones Unidas
mediante la resolución 661 del 6 de agosto de 1990 y que duró hasta
la invasión de 2003.
El bloqueo afectó todos los aspectos de la vida iraquí y provocó
muertes, enfermedades, el rápido derrumbe de la economía y
prácticamente el fin del desarrollo humano. El desempleo aumentó y la
gente no podía comprar alimentos ni medicinas. Los sueldos en el sector de
la salud y de la educación cayeron de un promedio de 200 dólares
mensuales antes del bloqueo hasta entre los tres y 10 dólares durante el
período de sanciones. Para sobrevivir, los/as iraquíes tenían
que vender toda cosa de valor que poseyeran.
A mediados de los 90, ya había muerto medio millón de niños/as
iraquíes, un crimen considerado como genocidio por muchos. Cuando
Madeleine Albright, la entonces embajadora de EEUU ante la ONU fue confrontada
con estas cifras, ella respondió que para derrocar al régimen de
Saddam “el precio merecía la pena”.
Las sanciones tuvieron un efecto devastador sobre la salud del pueblo,
especialmente de las mujeres y los niños. Los/as científicos y
médicos iraquíes llevaron a cabo una exhaustiva investigación
sobre las causas del inusual incremento de los casos de cáncer tras el
bombardeo anglo-estadounidense de 1991 con uranio empobrecido y nuevamente tras
su uso reiterado durante la operación “Conmoción y pavor”
de 2003. Sus pruebas concluyentes indican que el uso del uranio empobrecido es
la causa de esta nueva epidemia de cáncer, aunque se han tenido que
enfrentar a la negación de este hecho por parte de oficiales en ambos
países.
El sufrimiento de las mujeres iraquíes fue físico y psicológico.
El 57% de las mujeres iraquíes padecían depresión, insomnio,
pérdida de peso y dolores de cabeza debido al trauma causado por los
bombardeos militares, la muerte de sus hijos, la ansiedad y la incertidumbre
sobre el futuro. (UNIFEM, 2004)
Voy a darle un ejemplo de la brutalidad de las sanciones: el 6 de diciembre de
1995, envié a mis sobrinos en Mosul, un sobre acolchado tamaño A4.
Dentro había una caja de lapiceros, tres gomas de borrar, tres sacapuntas,
seis plumas fuente, dos rotuladores, una barra de pegamento y dos
bolígrafos. En el sobre ponía “regalo para niños”.
Me devolvieron el sobre con una nota que leía: “Debido a las
sanciones internacionales contra Iraq, no se ha podido entregar el
paquete”. Me dijeron que para mayor información me comunicara con el
Ministerio británico de Comercio e Industria.
Invasión y ocupación despiertan resistencia
WW: El gobierno de George W. Bush prometió llevar
democracia y una vida mejor a los iraquíes. ¿Cuál ha sido el
impacto real de la invasión anglo-estadounidense, la larga ocupación
y el gran incremento posterior de tropas?
HZ: La invasión militar de 2003 y la ocupación de
Iraq no ha traído nada al pueblo iraquí salvo pérdida de vidas,
destrucción y falta de esperanza en la democracia. Por siete años ha
sido objeto de castigos colectivos al estilo israelí.
A menudo se los ve como propiciadores del terrorismo. Por lo tanto, si el
régimen marioneta estadounidense-iraquí logra avances en seguridad,
para la gente de la calle eso significa redadas en las viviendas antes del
amanecer, detenciones arbitrarias, secuestros, asesinatos a manos de los
mercenarios — llamados agentes de seguridad — y coches bombas en
mercados atestados de gente. En Bagdad, Saladín, Najaf, al-Anbar y
Nínive hay explosiones a diario. El miedo a morir de manera accidental o
premeditada recorre toda la sociedad hasta el punto de paralizarla.
El tan publicitado “éxito del incremento de tropas” fue
precedido por un cambio poblacional y una limpieza étnica. Los barrios de
Bagdad, otrora mixtos, se han homogeneizado y se han convertido en enclaves
suníes o chiitas. De este modo se allanó el camino para que las
fuerzas de ocupación diseñaran el nuevo mapa de un Bagdad dividido
sectariamente.
Además, el incremento de tropas llenó a Bagdad de barreras, retenes
militares y muros. Actualmente y sólo en Bagdad existen 1400 retenes
militares y alrededor de 50 zonas divididas con muros de hormigón. Cada
muro tiene únicamente un retén militar de entrada y una salida, lo
que deja a las comunidades encerradas en guetos.
En la zona verde a esos muros los denominan “muros de seguridad”.
No obstante, la inmensa mayoría de los iraquíes los conoce como
“muros de la ocupación”, lo que evoca comparaciones con el
muro del apartheid construido por los israelíes para separar a los
palestinos en Cisjordania.
La construcción de muros de segregación y la destrucción de
puentes significa que la existencia de zonas con mezcla religiosa o étnica
es prácticamente imposible, lo que pone en práctica la política
del divide y vencerás. Los muros tienen un tremendo impacto en la vida
diaria de los iraquíes, porque reducen el tejido social de Bagdad y
desmiembran Iraq.
La forma de vaciar las calles y el país han sido los muros en tándem
con el desplazamiento forzado de alrededor una cuarta parte de la
población, los francotiradores que rotan durante meses apostados en los
techos de los edificios en zonas claves, y los coches-bomba en los
mercados.
Las mujeres iraquíes han perdido todo lo que habían logrado como
activistas antes de la invasión y hay miles de mujeres entre las 650.000
bajas producidas desde mediados de 2006 — y el número sigue
aumentando. A mediados de 2007, uno/a de cada ocho iraquíes había
abandonado su hogar para convertirse en refugiado/a, llegando a las 50.000
personas al mes que abandonan sus hogares.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR] ha declarado
que este éxodo era el mayor movimiento de población que se había
producido después del éxodo de los palestinos tras la creación
del Estado de Israel en 1948. La Media Luna Roja Iraquí calcula que dos
tercios de los desplazados son mujeres y niños que a menudo viven en un
hogar cuyo cabeza de familia es también una mujer.
La catástrofe de los/as refugiados iraquíes, que no saltó a los
medios de comunicación hasta principios de 2007, es el último aspecto
visible del fracaso del proyecto estadounidense en Iraq, que incluye las bajas
en el ejército de EEUU, la tortura sistemática de prisioneros y las
atrocidades contra los/as civiles, así como el incremento del coste
económico, político y medioambiental de esas estrategias
estadounidenses en la región.
El desplazamiento forzoso de dos millones de iraquíes dentro del país
y de otros dos millones en países vecinos fue seguido, en 2006, de las
terribles atrocidades cometidas por los escuadrones de la muerte y las
milicias, lo que coincidió con la búsqueda por parte de la
ocupación de una alternativa para asegurarse la dominación de Iraq
tras su fracaso al no poder subyugar el país. La nueva estrategia
estadounidense está basada en la fragmentación de la población
en grupos manipulables para poderlos gobernar o administrar.
En los siete años de ocupación, EEUU ha ido desde la oposición
pública a las fuerzas religiosas en el mundo árabe y a reclamar un
“modelo de democracia” moderno y secular en Iraq, hasta depender
abiertamente de las fuerzas islamistas sectarias, una clara indicación de
que no ha conseguido encontrar ninguna otra base social de apoyo para su nueva
dominación colonial.
Estados Unidos ha intentado justificar este fracaso afirmando que el avance
hacia la democracia que inició ‘la liberación’, puso de
manifiesto profundos conflictos en la sociedad iraquí que las dictaduras
anteriores habían ocultado. Las insólitas formas de violencia, cuyo
resultado es un inmenso sufrimiento de todos/as los iraquíes, son
fácilmente adscritas al sectarismo.
De forma repetida se nos ha dicho que la cuestión principal en Iraq es que
los iraquíes se están matando diariamente por centenares entre ellos
y que la pregunta esencial es si ya se ha iniciado una guerra civil sectaria o
no, y más recientemente la cuestión es ¿por qué se odian?
Culpar a las víctimas se ha convertido en algo ampliamente aceptado por
las tropas extranjeras para justificar su permanencia indefinida en Iraq.
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