Mundo Obrero
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EDITORIAL

Comprando elecciones

Una decisión votada 5 a 4 por la Corte Suprema estadounidense el 21 de enero eliminó las restricciones de financiamiento corporativo para los anuncios de las campañas electorales a nivel federal, entregándoles a los capitalistas el derecho ilimitado de comprar elecciones. La decisión era en defensa del derecho a la “libertad de palabra” de capitalistas como Exxon-Mobil, AT&T, Goldman Sachs, Citigroup y las industrias de seguros, farmacéuticas, mega-médicas, militar-aeroespacial, de comunicaciones y otras industrias cuyos puntos de vista predominan totalmente los medios de difusión.

Al abrir las puertas a la propaganda corporativa y a los candidatos políticos auspiciados por las corporaciones, la Corte Suprema también decidió eliminar los límites de gastos de los sindicatos para las campañas electorales. ¡Vaya igualdad! Según el sitio opensecrets.org, las contribuciones a favor de las corporaciones por parte de individuos y del Comité de Acción Política para los candidatos de 2007/2008 sobrepasaron las contribuciones de los Comités de Acción Política de los sindicatos 15 a 1. Esa cifra no incluye el dinero para anuncios sobre cuestiones específicas y otros gastos.

La diferencia entre el enorme dispendio de las corporaciones y las contribuciones de los sindicatos no debe sorprender a nadie, al tomar en cuenta cómo los capitalistas acumulan cifras inigualables de dinero al explotar la labor de los/as trabajadores/as tanto organizados/as como no organizados/as en los Estados Unidos y alrededor del mundo. La Corte Suprema aumentó aún más esta desigualdad.

El movimiento sindical tiene el derecho de abogar por cuestiones que tienen que ver con los/as trabajadores/as, dentro y fuera de la arena electoral — y anhelamos también que tengan sus propios/as candidatos/as. Gastos record de los sindicatos ayudaron a ganar la histórica elección del primer presidente africano americano y también las aplastantes mayorías demócratas en las dos casas del congreso. Pero estos éxitos electorales no han servido de nada para fortalecer la posición del sector obrero.

Al Acta de Elecciones Libres de Empleados/as (EFCA por las siglas en inglés) le fue removida la provisión vital de optar por representación sindical al firmar una tarjeta, y ahora está moribunda en el congreso. La iniciativa para reformar el sistema de salud negó desde el principio cualquier posibilidad de pasar un plan de “pagador único “, es decir, Medicare para todos/as. Más tarde aceptó establecer un plan de seguro administrado por el gobierno para competir con las compañías de seguros; de hecho, si pasa a ser ley, será un subsidio para las compañías de seguros y para la industria de la salud. No se ha pasado ningún programa real de empleos. La guerra y la ocupación de Irak y Afganistán continúan. La agenda de las corporaciones sigue predominando.

La decisión de la Corte Suprema obstaculiza aún más cualquier apariencia de “democracia” en los Estados Unidos. ¿Recibirán otros/as candidatos/as aparte de los republicanos y demócratas fondos sin restricciones? ¿Qué clase de oportunidad tendrán los/as candidatos/as progresistas, independientes o de la clase trabajadora para diseminar su mensaje? El poder aparecer en el padrón electoral es ya un asunto prohibitivo y costoso para los/as candidatos/as que representan a los/as trabajadores/as y oprimidos/as.

El himno del movimiento sindical “Por siempre solidaridad” nos recuerda que en las manos de los/as trabajadores/as está un poder más grande que todo el oro acumulado por las corporaciones. Al utilizar los grandes aunque limitados recursos de los sindicatos para movilizar a la clase trabajadora multinacional para luchar por sí misma — incluyendo a los/as trabajadores/as documentados/as e indocumentados/as, los/as desempleados/as y subempleados/as; los/as jóvenes; y las comunidades amenazadas con ejecuciones hipotecarias, desalojos y cierres de servicios utilitarios — se puede romper el poderío de las campañas compradas por las corporaciones y su cabildeo. Así la clase capitalista perderá su dominio no solamente sobre el congreso y las elecciones, sino también sobre la clase trabajadora.


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