EDITORIAL
Estados Unidos sigue perpetuando el racismo
El reciente anuncio de la administración del presidente Obama de que
Washington va a boicotear la Conferencia Mundial contra el Racismo,
Discriminación Racial, Xenofobia e Intolerancias Relacionadas, debe poner
a recapacitar a cualquier persona que piensa que EEUU ha cambiado
fundamentalmente su política doméstica y del exterior para
proporcionar ayuda a los pueblos o naciones oprimidas. La administración
ha dicho que va a boicotear la reunión en Ginebra si l@s participantes no
cambian el documento final para borrar todas las referencias a Israel como un
estado racista, al igual que cualquier demanda de reparaciones por la
esclavitud.
Una cantidad de activistas y grupos, particularmente organizaciones de gente
negra están pidiendo a la administración de Obama que reconsidere su
boicot de la conferencia de la ONU, que tendrá lugar en Ginebra desde el
20 hasta el 25 de abril de este año. La conferencia en Ginebra es una
actividad que le sigue a la histórica conferencia celebrada en Durban,
Sudáfrica en el 2001. Esa conferencia adoptó la Declaración y
Programa de Acción de Durban (DPAD) que reconoce que “la esclavitud
y el comercio de esclav@s son crímenes contra la humanidad...
especialmente el comercio transatlántico de esclav@s”. Este fue el
primer reconocimiento internacional y promovió el desarrollo de un
movimiento para reparaciones que incluyó procesos legales contra varias
corporaciones que se beneficiaron del comercio esclavista, así como la
demostración en Washington, D.C. en 2002 “Millones para
Reparaciones”.
La DPAD afirmó además “el derecho inalienable del pueblo
palestino a su autodeterminación.” (www.un.org) Los representantes
de los gobiernos estadounidense e israelí se salieron de la conferencia,
ostensiblemente para protestar una resolución que condenaba el sionismo
por perpetuar el racismo — en nuestra opinión, una resolución muy correcta.
Ambos gobiernos, acostumbrados a reescribir la historia a favor de los
intereses de Wall Street, quedaron sumamente avergonzados de que la
oposición masiva protestara su política racista en sus países y
en el exterior durante la reunión del 2001. Ahora, a pesar de la
elección del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos,
ni Washington ni Tel Aviv desean correr el riesgo de enfrentarse con el mismo
tipo de escrutinio en la conferencia de Ginebra.
En los Estados Unidos, el racismo y la opresión nacional se han
intensificado desde 2001 – expuesto por los números
desproporcionados de mujeres de color victimizadas por los préstamos
hipotecarios abusivos, la brutalidad policíaca y el encarcelamiento
acrecentados de gente negra y latina, y del nivel astronómico de desempleo
en las comunidades de color. Aunque el pueblo negro sufre desproporcionadamente
como resultado de la crisis financiera y económica, tal como fue descrito
en el reporte de “El Estado del Sueño (Americano) 2009”,
publicado por Unidos por una Economía Justa, el llamado a reparaciones es
algo que la clase dominante no puede soportar.
Según el Washington Post, “oficiales de la ONU han exhortado a la
administración de Obama a participar en la conferencia de revisión,
diciendo que la elección del primer presidente afro-americano presenta a
los Estados Unidos una oportunidad para inspirar a otras minorías del
mundo y poner al relieve el progreso estadounidense.” (20 de febrero)
Pero es el miedo a exponer el hecho de que en realidad muy poco progreso ha
habido, lo que ha frenado a la administración.
Mientras tanto, Israel acaba de sufrir una gran derrota política,
resultado de su ataque brutal en Gaza. Luego de semanas de manifestaciones
masivas por todo el mundo condenando a Israel; la inhabilidad de Israel de
destruir a Hamas después de 22 días de ataque genocida contra el
pueblo palestino; y un movimiento creciente pidiendo el boicot,
desinversión y sanciones — lo último que desea Israel es llamar
más la atención a la naturaleza de apartheid de la ocupación
israelí. Y Estados Unidos no puede desafiar el racismo de Israel, su
estado cliente, a la misma vez que perpetúa ese racismo con financiamiento
militar y apoyo político.
Lo fundamental es que una política extranjera estadounidense hacia Israel
y Palestina — y hacia el resto del Oriente Medio, motivada por las
ganancias — y su política doméstica hacia el pueblo negro y
otra gente de color, no solamente ha mantenido el mismo racismo institucional a
pesar de la nueva administración. Este racismo se ha intensificado como
respuesta a la crisis de capitalismo.
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