Caos en las Bolsas de Valores
Wall Street y los bancos buscan regalos del gobierno
Por Deirdre Griswold
Como dice la vieja rima inglesa infantil, ¿podrán los caballos y los
hombres del rey rearmar a Humpty-Dumpty?
Wall Street está buscando la ayuda de Washington para que le rescate del
desastre. Pero todo lo que el gobierno ha hecho hasta ahora ha fracasado en
revertir la suerte del capitalismo estadounidense.
Y ahora, el declive del mercado a escala global ha comenzado.
Todo comenzó en Wall Street el 18 de enero. El valor de las acciones
cayó un 3%, aunque el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke,
acababa de decir en una audiencia congresional que él apoyaba la idea de
un “paquete estimulante” por parte del gobierno después de que
unas míseras ganancias fueran reportadas por los grandes bancos y
corporaciones.
Para el lunes 21 de enero, mientras los mercados estadounidenses estaban
cerrados por el Día de Martin Luther King Jr., los mercados de acciones en
Asia y Europa comenzaron a caer, algunos decayendo hasta un 10% en un solo
día. Las bajas siguen aún mientras se escribe este artículo.
Todavía no hay un recuento, pero sí es cierto que el valor de
trillones de dólares, en papel o electrónicamente, han
“desaparecido”.
Según todos los reportes, el pánico en el exterior fue causado por el
reconocimiento de que Estados Unidos está en una recesión que
recortaría grandemente sus importaciones conforme al declive de su poder
adquisitivo. El mercado de consumo estadounidense, el cual ha absorbido una
gran porción de la manufactura mundial, ha sido crucial para la industria
y el desarrollo financiero asiático. De hecho, la reestructuración
global de la manufactura estadounidense, en la cual muchas corporaciones han
movido sus operaciones al exterior en busca de mano de obra barata y ganancias
más elevadas, ha sido esencial para este desarrollo.
Temprano en la mañana del 22 de enero, antes de que el mercado
estadounidense abriera, la Junta de la Reserva Federal anunció que
había tenido una reunión de emergencia y planeaba bajar las tasas de
interés a un porcentaje sin precedente de tres cuartos de porcentaje, a
3,5%. Esto permite que el gobierno federal inyecte más dinero a las arcas
de los grandes bancos. El consecuente “crédito fácil”
está supuesto a estimular la producción y restaurar la
“confianza” del inversionista en la economía.
Tal dramática movida por los federales ordinariamente impulsaría al
mercado estadounidense de la marca roja hacia la negra. Pero no fue así.
Solo dilató por un momento lo que ha estado ocurriendo en otras partes.
Los índices estadounidenses continúan cayendo, pero aún
así, para el 23 de enero todavía no habían incitado el
“pánico” del tipo de 1929—aunque esa odiosa palabra
está apareciendo más y más frecuente en la prensa
capitalista.
El gran capital quiere comida gratis
Por mucho tiempo, la clase dominante de Estados Unidos ha impuesto su
opinión de que los mercados resolverán todos los problemas que
enfrenta el gobierno capitalista y las masas: la pobreza arraigada, el
desempleo, el aumento de la deuda y otras. Que se corte la “red de
seguridad” social de los programas contra la pobreza; ¡el mercado lo
resolverá todo!
Ahora estos quieren que el gobierno resuelva los problemas del mercado.
Supuestamente, bajando las tasas de interés debería ayudar. Pero los
economistas del gobierno están preocupados porque bajando esas tasas mucho
más podría producir otras consecuencias, como la inflación.
Están entre la espada y la pared. Sin embargo temen no hacerlo. En Europa,
después de que el banco central para la Unión Europea dijera que no
iba a bajar la tasa de interés, las acciones cayeron precipitadamente otra
vez el 23 de enero.
Por primera vez, hasta el presidente George W. Bush está ahora trabajando
con los congresistas demócratas y republicanos en lo que supuestamente son
unas propuestas de ley de emergencia conteniendo “paquetes de incentivos
económicos”. El reverso en la posición de Bush es una
señal clara de que los súper ricos quieren que el gobierno rescate a
su sistema.
Ellos estarán buscando un lenguaje populista para vender lo que será
en esencia, más regalos para su clase social disfrazados de algunas
pequeñas concesiones para l@s trabajadores como una extensión del
seguro por desempleo. Esta extensión debía haber ocurrido hace mucho
tiempo, pero no fue considerada necesaria por la clase dominante mientras sus
ganancias se mantenían altas, no importara el nivel de sufrimiento
infligido en l@s trabajadores.
Bancos también en crisis
Una característica importante de la crisis actual, que indica que es grave
y que va a durar por mucho tiempo, es la delicada condición de los grandes
bancos.
La caída en los mercados globales estuvo acompañada por los reportes
de bancos y corporaciones importantes en los EEUU sobre sus ingresos en el
último trimestre del 2007. Muchos fueron desastrosos. Tres bancos gigantes
reportaron pérdidas o virtualmente ningún ingreso.
El reporte de los “ingresos” de Citigroup fue una pérdida de
10 mil millones en el cuatrimestre final –el mayor declive en los 196
años de su existencia. El banco culpó a la crisis hipotecaria por la
pérdida dado que el banco poseía muchos de los instrumentos
financieros creados para especular con la vasta deuda de l@s propietari@s de
viviendas.
Cuando comenzó la crisis hipotecaria el año pasado, se vio muy claro
que millones de personas no podrían pagar las tasas de interés
más altas que habían comenzado a tomar efecto. Esto resultó en
cifras sin precedente de ejecuciones hipotecarias, y los bancos y
compañías de hipotecas descubrieron que sus huevos de oro se
habían convertido en papeles sin valor.
Inmediatamente luego de reportar sus pérdidas, Citigroup obligó a
varios bancos en el exterior, mayormente en Asia, a que proporcionaran dinero
para cubrir el déficit.
Después, Bank of America reportó que sus ganancias durante el
último cuatrimestre habían bajado un 95 por ciento, a $268 millones,
en comparación con los $5,26 miles de millones el año pasado. Las
ganancias para todo el 2007 disminuyeron un 29 por ciento, a $14,98 miles de
millones.
El ingreso neto del banco Wachovia en el último cuatrimestre cayó
aproximadamente un 98 por ciento, a $51 millones en comparación con los
$2,3 mil millones en el mismo período el año pasado. Durante el
año, las ganancias del banco habían bajado un 19 por ciento.
Lo que los hizo vulnerables
El declive en el mercado de acciones ha exacerbado aún más esta
crisis para los bancos.
Si usted entra en cualquier sucursal de un banco hoy, va a ver a un
“asesor financiero” exhortando a l@s clientes a que depositen sus
ahorros en fondos mutualistas u otros instrumentos relacionados con el mercado
de acciones. Por supuesto, el banco recibe una gran comisión por cada
transacción.
Antes del año 1999 eso era ilegal. Los bancos comerciales estaban
prohibidos por ley de involucrarse con la Bolsa. La ley era el Acta
Glass-Steagall, la cual fue pasada en 1933 después de que el colapso
desastroso de la Bolsa iniciara el colapso del sistema bancario. El gobierno de
hecho, había suspendido las operaciones de los bancos por una temporada,
cuando tantos retiros debidos al pánico habían vaciado sus
bóvedas y les llevaron a cerrar sus puertas con barricadas.
Por más de 60 años el acta Glass-Steagall protegió a los bancos
comerciales de un colapso de la Bolsa. Pero en 1999, bajo la presión para
la desregulación de los grandes banqueros que creían que esta ley les
impedía enriquecerse en Wall Street, Bill Clinton firmó como ley el
Acta Gramm-Leach-Bliley. Esta ley anuló los elementos del acta
Glass-Steagall que separaban los bancos comerciales de los bancos de
inversión. Ahora están de nuevo vulnerables a los severos choques de
la Bolsa.
Los bancos también están en posesión de miles de millones de
dólares de deuda en tarjetas de crédito. Ya sea usted jubilad@,
estudiante, desemplead@ o que tiene un trabajo de poca paga, ¿cuántas
veces en el pasado año ha recibido cartas de bancos que le ofrecen una
tarjeta nueva de crédito? Las cuotas de interés son enormes y eso ha
mantenido las ganancias de los bancos.
Pero con un descenso en la economía, millones de personas no podrán
pagar sus cuentas y a la vez comprar comida, pagar la luz y las otras
necesidades – y mucho menos pagar por el cuidado de salud o la
educación. Aún si trabajan, mucho de sus ingresos estará
destinado a pagar una forma u otra de interés – ya sea de
préstamos estudiantiles, de hipotecas o de tarjetas de crédito. Todo
conlleva a una profundización de la pobreza y de la crisis.
L@s trabajador@s no pueden aceptar el guión de los
patrones
Este es el escenario desastroso que ha sido arreglado por los súper-ricos
para la clase trabajadora en este país. Es uno que ya ha sido realizado en
muchos países oprimidos que han vivido debajo el talón de las
corporaciones y de los bancos imperialistas por más de un siglo.
Pero puede haber otro escenario. La clase trabajadora no es indefensa – y
más allá, está lejos de esa condición. De hecho, puede
decidir si andan los autobuses y camionetas, si se cosechan los productos
agrícolas, si se efectúa el proceso de datos, si los cargamentos son
llevados, y si el agua y la electricidad funcionan en la Bolsa de Valores. El
poder potencial de la clase trabajadora es enorme.
Hay más de 140 millones de trabajador@s y sus familias. Muchos ya
están viviendo en condiciones precarias o han caído en el abismo del
desempleo, de la falta de vivienda. Millones son miembr@s de sindicatos, pero
siete veces ese número no pertenece a ningún sindicato.
Como en la crisis de los años 30, esta puede ser la catalizadora para
organizar a más personas — una crisis en la cual l@s militantes
entrenad@s en las luchas contra el racismo, sexismo, homofobia y agresión
contra l@s inmigrantes, puedan proveer el marco para la verdadera solidaridad
de toda la clase trabajadora. ν
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