La crisis dentro de la crisis
Conforme la crisis económica asciende se verá cómo muchos
políticos y expertos en la materia se acusan unos a los otros con la
intención de suavizar la ira de las masas. La opinión oficial le echa
la culpa de la situación a la avaricia y al fracaso de las regulaciones.
Es seguro que los banqueros en Wall Street son voraces y avaros. Y es obvio que
la destrucción de los límites regulatorios sobre el capital
financiero abrió las puertas a la escalada de juegos riesgosos y
especulación—a la economía de “casino”.
Esta desregulación comenzó con la administración Reagan,
aumentó durante la administración Clinton con el abandono del Acta
Glass-Steagall de la Era de la Depresión y continuó durante la actual
administración Bush. Alan Greenspan, ex presidente del Sistema de Reserva
Federal, presidió muchas de estas desregulaciones durante su turno de 19
años desde 1987 al 2006.
Pero decir que la desregulación es la causa del exceso capitalista es
poner las cosas al revés. Es la incontenible sed de ganancias lo que
verdaderamente conduce a estos excesos. Estos excesos, tales como la salvaje
especulación en los negocios de acciones y tierras que llevaron a la
depresión de 1929, condujeron a las regulaciones de la época del
“New Deal” restringiendo a los financieros—pero solo
después de que fuera muy tarde y millones fueran arruinad@s.
La necesidad gradual del capital para embarcarse en especulaciones
inevitablemente resulta en la destrucción de los límites
regulatorios. El sistema en si crea un exceso de dinero capital y lo empuja
más y más hacia la especulación financiera e inversiones en
riquezas en papel que no tienen ninguna relación con el valor real
subyacente.
La realidad es que los banqueros y los ricos en general han aumentado
inmensamente sus fortunas en las últimas tres décadas. La desigualdad
de los ingresos en los Estados Unidos es ampliamente conocida en todo el mundo.
Por ejemplo, en el 1976 el 1% más alto de los hogares recibió un 8.9%
de la totalidad de los ingresos. En el año 2005 ese 1% recibió el
21.8%—el porcentaje más alto del total de ingresos monetarios desde
1928, el año antes de que la Bolsa de Valores se desplomara.
(Inequality.org)
Desde el año 2000 al año 2007 los 400 individuos más ricos en
Estados Unidos recibieron un aumento de $670 mil millones en sus riquezas y
eran dueños de $1.5 billones. Mientras que el 1% más alto de los
hogares gana más que el 50% de los de abajo, son dueños de más
del 90% de las riquezas. (Estas cifras fueron tomadas del discurso en contra
del rescate financiero pronunciado por el Senador Bernie Sander.) Estas son
cifras realmente chocantes y tienen implicaciones profundas para el sistema
capitalista de ganancias.
La clase trabajadora produce todas las riquezas y todo valor en la sociedad. La
lucha de clases es realmente una lucha sobre cuál clase social
recibirá una porción más grande o más pequeña de las
ganancias sociales creadas por el trabajo. Si los patronos reciben más,
l@s trabajador@s reciben menos, y viceversa. Esto es lo que hace
irreconciliable los antagonismos entre las clases sociales.
Decir que hay una desigualdad creciente de los ingresos en los EEUU es
verdaderamente una forma disfrazada de decir que ha habido una amplia re
división de las ganancias sociales a favor de la clase capitalista y a
perjuicio de la clase trabajadora. Los patronos y los banqueros han tomado una
porción más y más grande y la clase trabajadora ha recibido una
porción correspondientemente más pequeña.
Sin embargo, el ritmo con que l@s dueñ@s del capital han acumulado estas
riquezas excede la velocidad con que las ganancias se pueden reinvertir en
capital productivo. La revolución científica-tecnológica ha
hecho más productivo a los negocios. L@s trabajador@s producen más y
hacen más servicios en menos tiempo con cada nuevo avance
tecnológico.
Además, la anarquía en la producción –es decir, la
naturaleza no planificada y competitiva de la producción
capitalista— hace que cada grupo de capitalistas salga en búsqueda
de una proporción creciente del mercado para obtener más ganancias,
hasta el punto en que colectivamente producen tal exceso de productos en el
mercado que entonces no pueden venderlos obteniendo ganancias. Esta es una
característica fundamental del capitalismo y no se puede eliminar.
Y después de que l@s rico@ gastan miles de millones en yates, aviones,
mansiones, sirvientes y toda forma de lujos obscenos, todavía les queda
cientos de miles de millones en capital. Y, como demostró Carlos Marx, el
capital no puede descansar, no puede quedarse ocioso. Busca ganancias, y busca
maximizar las ganancias.
Por ejemplo, las dos corporaciones industriales más grandes en los EEUU
–General Electric y General Motors—tienen ambas enormes
subdivisiones financieras. GE pone miles de millones en ganancias en GE
Capital, la cual invierte decenas de miles de millones en préstamos
alrededor del mundo. El brazo financiero de la GM es GMAC. (En 2008, para
aumentar el capital, vendió un 51 por ciento de GMAC a Cerberus, una
empresa privada de finanzas.) Mientras que GM redujo su producción y
forzó a una gran parte de su fuerza laboral a retirarse, la
compañía ha expandido su actividad prestamista. Igual sucede con la
Ford, la Chrysler y otros gigantes industriales. En vez de invertir el exceso
de capital en sus propias compañías, lo usan para hacer
préstamos.
El colapso del mercado de viviendas en agosto de 2007, seguido por el tumulto
en los mercados de capital, fue solo la más reciente en una serie de
crisis capitalistas.
Durante la administración Reagan, una grave recesión en 1982 y 1983
hizo subir el desempleo a más del 11 por ciento. La clase capitalista
usó esa oportunidad para empezar la reestructura tecnológica en la
industria, lo cuál resultó en que millones de trabajador@s perdieran
sus empleos de altos salarios. Entonces Reagan estimuló la economía
dándole $2 billones al aparato militar, utilizando propaganda de la Guerra
Fría (anti-Soviética) para justificar este enorme regalo al complejo
militar-industrial.
Se expandió la economía y la bolsa de valores floreció de nuevo
— hasta que se colapsara en octubre 1987 con pérdidas récord.
Billones de dólares de riquezas en papel fueron borrados. Un colapso
económico fue evitado sólo cuando Alan Greenspan, que fue nombrado
director de la Reserva Federal en agosto 1987, dio decenas de miles de millones
de dólares al sistema financiero para apoyar los bancos y la Bolsa de
Valores en una acción de urgencia. Este rescate urgente de la
economía duró solo hasta 1991 cuando hubo otra recesión.
Sin embargo, el colapso de la Unión Soviética, también en 1991,
inició una década de expansión capitalista. El capital
inundó la ex Unión Soviética, Europa del Este, India y otros
países. El alza en la producción económica se aceleró en
los años a mediados de los 90 con el desarrollo de la Internet y las
tecnologías relacionadas. Desde 1995 a 2000, capitalistas aventureros, que
en realidad sirven como frentes para los grandes bancos, vertieron miles de
millones de dólares en capital especulativo en compañías de
tecnología. Nuevas compañías se creaban diariamente. La Bolsa de
Valores tuvo un boom creando la llamada burbuja de “dot.com”
(punto.com) — hasta que la sobreproducción de tecnología
resultó en otro colapso, empezando en marzo del 2000. Desde esa época
hasta octubre 2002, $5 billones de riquezas en papel fueron borrados y un
bajón de la economía ocurrió simultáneamente.
En los 110 años que han pasado desde la guerra hispanoamericana de
conquista, el capitalismo ha traído un ciclo infinito de guerras,
recesiones, depresiones, y más guerras. Después de cada
depresión económica el sistema ha tenido que recurrir a la
expansión militar y a la manipulación financiera para
resuscitarse.
Durante la depresión de los años 30, Franklin D. Roosevelt trató
de acelerar la economía con la Administración de Proyectos de Trabajo
(WPA por sus siglas en inglés) y permitiendo que subieran los sueldos de
l@s trabajador@s. Pero para los años 1937-1938, después de una breve
subida, hubo una segunda depresión. Sólo los preparativos para la
Segunda Guerra Mundial y las conquistas en el Pacífico y en Europa
resucitaron la economía estadounidense.
Durante todo el período de la Guerra Fría, el capitalismo
estadounidense dependió del gasto militar para sostener su economía.
El crecimiento del complejo militar-industrial, con su red de contratistas
primarios y miles de subcontratistas aprovechándose de las apropiaciones
del Pentágono para la guerra y exportaciones de armas, fue la medida
principal de mantener la economía capitalista y evitar que se hundiera en
el estancamiento y la depresión.
Esta historia ilustra que desde el principio del sigo XX, el capitalismo para
sostenerse, ha tenido que recurrir a medidas artificiales que a su paso
resultan en desastres de guerra, de depresión, o de ambas.
3 de octubre, 2008