Exportando el fruto de explotación masiva
Por Betsey Piette
Bogotá, Colombia
Desde la rosa de Shakespeare en “Romeo y Julieta” a los girasoles
de Van Gogh, las flores han sido algo íntegro en muchas culturas, marcando
los ritos del paso desde el nacimiento hasta la muerte.
Sin embargo, déjese esto a la avaricia capitalista para que torne algo tan
bello y lleno ternura en una oportunidad para sacar súper ganancias. Para
miles de mujeres trabajadoras en la industria de las flores en Colombia, las
flores no son tanto un símbolo de amor sino una fuente de explotación
masiva.
Colombia, Ecuador, Kenia y Holanda cultivan el 83 por ciento de las flores en
todo el mundo, pero el 85 por ciento del cultivo de Colombia—con un costo
de $870 millones anuales—es exportado a los Estados Unidos. Más de
800.000 trabajador@s colombian@s dependen de la industria de las flores,
estando 100.000 directamente emplead@s y el resto temporer@s. El 70 por ciento
de los trabajadores son mujeres. La mayoría no tienen seguridad de empleo
y a menudo son despedidas si intentan organizar un sindicato. Casi tod@s
trabajan bajo contratos temporeros que a menudo son sólo verbales.
Después de asistir al Tribunal Permanente de los Pueblos en Bogotá
del 21 al 23 de julio, una delegación de Estados Unidos tuvo la
oportunidad de reunirse con mujeres trabajadoras en la industria de las flores
en Madrid, región de la Sabana en el lado oriental de Bogotá donde
comenzó la industria.
Anteriormente esta región la ocupaban pequeñas fincas que
suplían productos agrícolas y carne a los pueblos cercanos al igual
que a Bogotá, pero para la década de los sesenta ya empresas
familiares comenzaron a producir rosas, pompones, claveles y alstroemerias.
Para el 1995 las exportaciones ascendieron a $475 millones.
En 1998 la gigantesca multinacional Dole Foods entró en el negocio
comprando Flores Esplendor. La compañía se convirtió en una de
las más grandes de América Latina, con más de 2.500
trabajador@s. Esto cambió la industria; el cultivo de las flores se
extendió por todo el área.
La delegación, organizada por el Centro de Acción Internacional y el
Intercambio Sindical EEUU/Cuba, se reunió con cinco trabajadoras en un
centro infantil, donde cuidan a sus criaturas. Fue construido por trabajadoras
de las flores que pagan 5.000 pesos de matrícula al mes—equivalente
aproximadamente a $2,50 dólares. Los salarios de estas mujeres son de casi
$350 dólares por año. El promedio de salarios en la industria es de
menos de $2 dólares por día.
De las cinco trabajadoras que conocimos, sólo una, Alba, estaba
trabajando. Muchas han sido despedidas por la disminución en la demanda de
las flores, cosa que los dueños culpan la devaluación del dólar
como causante.
Alba, madre de cuatro niños, se levanta a las 4:30 a.m. para poder vestir
y alimentar a sus niños y llevarlos a tiempo al centro infantil.
Después toma un autobús para comenzar su trabajo en el turno de las
6:30 a.m. a 3:30 p.m. Durante las temporadas especiales como el Día de San
Valentín y el Día de las Madres, Alba trabaja hasta 15 horas por
día, regresando a su hogar cerca de las 10:30 p.m.
Durante el día, Alba está expuesta a fuertes químicos durante la
preparación para la siembra, además de cortar y procesar las flores
para los envíos. Un/a trabajador/a de flores en Colombia rutinariamente
está expuest@ a más de 125 tóxicos, algunos de los cuales se
sabe que producen cáncer y problemas en los aparatos reproductivo,
respiratorio y neurológico. L@s trabajador@s entran a los invernaderos
inmediatamente después de que las flores han sido fumigadas con
pesticidas, aunque la Organización Mundial de la Salud dice que no es
seguro entrar por lo menos hasta 24 horas después de la
fumigación.
Trabajadoras embarazadas han sufrido abortos en los campos. En vez de ofrecer
protecciones contra los químicos, estas compañías que producen
flores para el Día de las Madres echan de sus puestos sin aviso previo a
las mujeres que quedan embarazadas.
Los tóxicos agrícolas también entran en el agua, la tierra y la
comida consumida por animales que producen carne. Las vacas que se alimentan
con los residuos de los claveles producen leche contaminada con pesticidas en
concentraciones más altas que las permitidas por la Organización
Mundial de la Salud. Las malformaciones congénitas son comunes. Un 10 por
ciento de l@s 70.000 residentes de Madrid sufren de alguna forma de
discapacidad física o de trastornos neurológicos.
Los invernaderos que vimos en Madrid estaban cubiertos por plástico, no
tanto para mantener los niveles de humedad sino para esconder las condiciones
en su interior. Las trabajadoras se quejaron de que las temperaturas
excesivamente altas que resultan les dejan mareadas. Tienen dificultades como
asma y presión alta después de respirar los químicos en estos
lugares cerrados.
Un problema importante para las mujeres en la industria de las flores es el
síndrome del túnel carpiano. Durante un día típico, una
mujer puede cosechar 400 claveles. Algunas compañías demandan que se
corten 350 capullos por hora. Esto se puede duplicar en las semanas antes de
los principales días feriados, cuando las flores que cosechan estas
mujeres se venden hasta por $800 un ramo en los EEUU y Europa.
Sin embargo, l@s trabajador@s no pueden variar el trabajo, como por ejemplo
cortando flores, empacando o pelando los tallos. L@s trabajador@s de las flores
constituyen un 32 por ciento de todos los casos del síndrome del
túnel carpiano en Colombia, y un 89 de ell@s son mujeres.
Aunque dos terceras partes de l@s trabajador@s de flores de Colombia sufren de
problemas de salud asociados a la exposición a pesticidas y al trabajo de
movimiento repetitivo, el acceso al cuidado de salud es esporádico. Las
empresas puede que paguen el seguro de salud de sus emplead@s un mes pero dejen
de pagar varios meses consecutivos. Por ley, las compañías deben
proporcionar los beneficios, pero saben que hay much@s trabajador@s
desesperad@s por tomar un empleo temporal.
Durante las estaciones de mayor comercio, empresas como Dole emplean
trabajador@s temporales proporcionad@s por las Cooperativas de Trabajo Asociado
(CTA) promovidas por la ley de “Reforma Laboral” de 2002, del
presidente de Colombia Álvaro Uribe. Al emplear trabajador@s temporales,
se elimina la responsabilidad del empresario de hacer pagos de seguro social.
Las CTA se aprovechan de los altos niveles de desempleo en Colombia, donde
millones de personas desplazadas necesitan desesperadamente un ingreso.
Con ingresos de más de US$6,2 billones, la Dole Foods, por medio de su
subsidiaria Dole Fresh Flowers, permanece como uno de los suministradores
más grandes de flores cortadas a los supermercados de los EEUU.
Por varios años l@s trabajador@s en dos plantaciones de la Dole en
Colombia, Esplendor y La Fragancia, han luchado por el derecho a tener un
sindicato. Forzada a reconocer el sindicato, la Dole resistió los
esfuerzos de negociar un contrato y finalmente cerró la plantación
Esplendor el año pasado.
A pesar de esto, en enero la Dole anunció que había recibido una
certificación Florverde porque produce flores “cumpliendo con los
estándares ambientales, sociales, y de salud y seguridad ocupacional y
laboral”.
Trece líderes nacionales religiosos de los EEUU enviaron una carta el
pasado 12 de febrero a la Dole Fresh Flowers, señalando la historia anti
sindical de Dole y pidiendo que trate justamente a l@s trabajador@s de su
plantación La Fragancia. A pesar de los profundos temores por las
represalias, casi la mitad de l@s trabajador@s allí son miembr@s del
sindicato Untrafragancia, una afiliada del sindicato a nivel industrial
Untraflores.
El propuesto Acuerdo de Libre Comercio entre los EEUU y Colombia mantendrá
las exenciones de aranceles ya en vigor para la industria de flores de
Colombia. No tiene ninguna provisión para que los salarios sean más
altos o las condiciones sean mejores para l@s trabajador@s de la industria.
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