Defendamos levantamientos populares de América Latina
Las manifestaciones y huelgas populares y masivas contra el gobierno han desafiado a los regímenes corruptos y antipopulares que gobiernan varios países de América Latina, comenzando en diferentes momentos durante los últimos seis meses. Estos países incluyen Puerto Rico, Haití, Ecuador, Chile y Colombia.
Cómo los regímenes locales y sus patrocinadores en Washington reaccionaron a estas revueltas, y a luchas similares en otros países de la región, contienen lecciones también para progresistas y revolucionarios en los Estados Unidos que desean apoyar estas revueltas populares contra los regímenes neoliberales.
Si bien cada uno de estos países tiene sus propios problemas específicos, todos sus gobiernos han impuesto políticas neoliberales para hacerle la guerra a la clase trabajadora y a todos los pobres. Impusieron un capitalismo desenfrenado, privatizaron la propiedad estatal, redujeron los programas sociales y, en general, utilizaron el poder del gobierno y del estado para aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora y el saqueo de los recursos naturales, a menudo dirigidos a los pueblos indígenas. Estas políticas neoliberales han servido tanto a las empresas transnacionales como a la oligarquía local.
El imperialismo estadounidense pone su aparato político, diplomático, económico, informativo, militar y de inteligencia detrás de mantener a estos regímenes en el poder. Los regímenes, a su vez, sirven a los intereses corporativos y bancarios con sede en los EE.UU. Los conflictos recientes han demostrado que tanto la clase dominante local como la imperialista utilizarán todas sus ventajas y emplearán las tácticas más despiadadas y brutales para permanecer y expandir su poder.
Tácticas de clase dominante y el caso de Bolivia
¿Cuáles son esas ventajas? En primer lugar, el control del aparato estatal: la clase dominante rica tiene el monopolio de la violencia. En segundo lugar, el control de los medios de comunicación capitalistas, que son propiedad de los ricos y mienten sin cesar para expandir los intereses de los ricos, al tiempo que se propaga una ideología reaccionaria y a menudo racista. En tercer lugar, el acceso a la economía imperialista mundial y al dólar estadounidense.
Todas estas ventajas se utilizaron durante la reciente lucha en Bolivia, que aún no ha terminado.
El progresista y primer presidente indígena Evo Morales ganó las elecciones del 20 de octubre que deberían haberlo hecho presidente legal hasta el 2025. La oligarquía racista de Bolivia difundió la Gran Mentira de que hubo fraude electoral, para lo cual no había evidencia. La Organización de Estados Americanos controlada por Estados Unidos respaldó esta mentira, al igual que el Departamento de Estado de Estados Unidos, y se repitió en todos los medios corporativos locales e imperialistas.
La clase dominante de Bolivia movilizó un movimiento fascista basado en el racismo anti-indígena y el fanatismo religioso. Al final, los ricos usaron su control del estado, es decir, la policía nacional y las Fuerzas Armadas, para obligar a Morales y sus partidarios gubernamentales a abandonar Bolivia o enfrentar la muerte.
El poder estatal boliviano, que ahora cumple plenamente un régimen golpista de facto sin posición constitucional, abrió fuego con munición real contra manifestaciones masivas de pueblos y trabajadores indígenas en El Alto y Cochabamba. La gente continúa la resistencia masiva en condiciones difíciles.
Lecciones de solidaridad durante la crisis capitalista
La brutalidad y la crueldad de la clase dominante, especialmente desde que su sistema capitalista mundial entró en modo de crisis en 2008, son claras. La lección para los progresistas es que debemos continuar protestando y exponiendo los crímenes del imperialismo estadounidense y sus lacayos en la oligarquía latinoamericana en su uso del poder estatal.
Eso significa protestar por los disparos del gobierno chileno a los ojos de los jóvenes manifestantes, la brutalidad del régimen colombiano y los paramilitares, los asesinatos de manifestantes ecuatorianos en octubre y el tiroteo de haitianos durante el año pasado.
Contrarrestar las mentiras de los medios es una tarea que los progresistas norteamericanos deben asumir con energía. Nuestra posición predeterminada puede ser que cualquier cosa que la mayoría de los principales políticos estadounidenses, de los dos grandes partidos burgueses, digan sobre estos desarrollos en América Latina y cualquier cosa que los medios corporativos repitan hasta el infinito es una mentira absoluta.
Por ejemplo, un número abrumador de informes aparecieron en todos los medios corporativos en los Estados Unidos que dieron “fraude electoral” como la razón por la que Morales fuera derrocado, sin una pizca de evidencia. Nunca debemos permitir que estas mentiras se cuelen en los medios progresivos que existan.
Con respecto al poder del estado, notamos que el gobierno bolivariano de Venezuela ha logrado durante el transcurso de 2019 defenderse contra un ataque imperialista total y el intento de organizar un golpe de estado. Hasta ahora, el gobierno de Nicolás Maduro ha mantenido su apoyo de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y ha organizado milicias populares de trabajadores armados y agricultores.
Deberíamos continuar apoyando al gobierno venezolano y su uso justo de las fuerzas estatales contra las pandillas reaccionarias respaldadas por el imperialismo estadounidense.
También deberíamos aplaudir cualquier intento de los movimientos populares o gobiernos de romper el monopolio de la clase dominante sobre la violencia. Como el líder revolucionario ruso V.I. Lenin señaló hace más de un siglo que este es un paso difícil pero necesario para el éxito de cualquier revolución que intente poner en el poder a una clase oprimida y explotada.
La organización de milicias populares en Venezuela es un ejemplo de tal intento. Deberíamos brindar apoyo político a todos esos intentos.
La lucha de clases latinoamericana se encuentra en una nueva fase. Las masas oprimidas en las Américas que continúan luchando contra sus despiadados enemigos de la clase dominante, con cualquier medio que puedan emplear, merecen nuestro apoyo.